Uruguay y la pandemia
Tiene razón el presidente Lacalle Pou cuando señala que el éxito relativo con el cual el país viene enfrentando la pandemia del COVID-19 se debe al sentido de responsabilidad de los uruguayos. Pero no dice con ello toda la verdad. En efecto, la verdad implica hacer una clara separación entre lo que ha sido la estrategia del gobierno para enfrentar este enorme desafío, y la estrategia que planteó en distintos momentos el Frente Amplio (FA) y buena parte de sus aliados sindicales y culturales. Ellas fueron política y filosóficamente, rotundamente diferentes, y es necesario dejarlo muy en claro.
La coalición de gobierno apostó a una libertad individual responsable. Más allá del detalle de las medidas sociales, económicas y sanitarias, que fueron tomadas con rapidez y eficiencia, los principios que guiaron al gobierno siempre dejaron de lado la imposición de un confinamiento obligatorio generalizado por motivos sustanciales. El presidente fue claro en este sentido: él no estaba dispuesto a ir hacia un Estado policíaco, y la apuesta fue entonces a explicar la situación, a llamar a las responsabilidades de los uruguayos, y a preservar la libertad de forma de tratar de evitar además una debacle económica y social gravísima.
Esa debacle es algo que está muy presente, hoy en día, en distintos países del mundo que optaron por un confinamiento obligatorio que incluso ha perdurado en algunos casos por varios meses. Por supuesto que la crisis llegó a Uruguay y está causando mucho daño. Pero si comparamos con lo que ocurre en Chile o en Argentina, por ejemplo, hay una distancia enorme, tanto en lo que refiere a las libertades individuales más esenciales que se han puesto en tela de juicio en esos países, como en lo que refiere a las gravísimas consecuencias económicas y sociales que ya se avizoran en nuestros vecinos del cono sur, y que les pintan un futuro muy oscuro.
A casi cinco meses ya de los primeros casos en Uruguay, algunas noticias que se han ido conociendo acerca de la evolución de la pandemia también hablan muy bien de las previsoras y tempranas medidas tomadas por el gobierno de Lacalle Pou. Por ejemplo, el COVID-19 tiene una baja letalidad, pero puede llegar a ser muy peligroso sobre todo para las personas mayores que ya sufren de otras enfermedades: el rápido consejo del gobierno, ya en marzo pasado, de que las personas mayores se quedaran en sus casas, seguramente incidió fuertemente en preservar su salud.
Mientras que todo esto formó parte de la estrategia oficialista y encontró a una ciudadanía inteligente que actuó con responsabilidad, la izquierda optó por un camino diferente. Primero, se jugó a un confinamiento obligatorio, que hubiera tenido consecuencias nefastas sobre todo para los más pobres de la sociedad, ya que muchos de ellos son los que cotidianamente deben salir a ganarse el pan diario sobre todo en actividades informales.
Segundo, desde lo sindical se alentaron movilizaciones de reclamos económicos en los que a plena luz del día quedó bien en evidencia para todo aquel que quisiera verlo, que no se respetaban las consignas de distancias y cuidados para evitar que pudiera propagarse la pandemia. Tercero y más recientemente, la exigencia izquierdista pasó a ser totalmente contraria a su primera apuesta: si al inicio promovían un cierre económico total, ahora claman por una apertura completa de distintos sectores de actividad,
La oposición política y sindical de izquierda, en cada ocasión que pudo, marcó un camino diferente al del gobierno acerca del rumbo que debía de tomarse para enfrentar al Covid19.
atizando así la urgencia que muchos uruguayos sufren por haber visto menguados sus ingresos familiares.
Es cierto entonces que el país en su globalidad se ha destacado en el concierto internacional por la responsabilidad con la que ha enfrentado este desafío sanitario, y que está obteniendo logros muy importantes que llevan a que las consecuencias sociales y económicas de la pandemia no sean tan graves como en otras partes. Pero es cierto también que la oposición política y sindical de izquierda, en cada ocasión que pudo, marcó un camino diferente al del gobierno acerca del rumbo que debía de tomarse para enfrentar al COVID-19. Y que ese rumbo, si se hubiera emprendido, hubiera sido funesto económica y socialmente para el país, como se puede ver, por ejemplo, en las situaciones nefastas que los confinamientos obligatorios han traído para Argentina y Chile.
La verdad es que Uruguay supo elegir muy bien un cambio de gobierno en 2019, que llevó a que hoy en día esté gobernando un equipo que ha demostrado en estos cinco meses estar a la altura de las circunstancias. Porque enfrentar esta pandemia con el FA al timón, hubiera sido un desastre.