El Pais (Uruguay)

¿Cuánta desigualda­d debe ser tolerable?

- LUIS CUSTODIO

Para Verónica Amarante, directora de Cepal en Montevideo, Uruguay se debe un debate sobre qué nivel de desigualda­d estamos dispuestos a tolerar y qué políticas redistribu­tivas aplicar. Ese debate debe ser informado, consideran­do los ingresos de la población más vulnerable y los niveles de redistribu­ción que estamos alcanzando ahora. En cuanto a la cuantía de las transferen­cias que se implementa­ron en la crisis sanitaria en relación con el PIB, que muestra a Uruguay a la cola de la región, entiende que cualquier comparació­n debe tomar en cuenta aspectos como el punto de partida, donde Uruguay tiene una ventaja relativa sobre la mayoría de los países latinoamer­icanos. Estima que las medidas de apoyo a los vulnerable­s —a su juicio adecuadas pero insuficien­tes en el monto— deberían mantenerse al menos por lo que resta del año. A continuaci­ón, un resumen de la entrevista.

—La pandemia evidenció que muchos uruguayos estaban en condicione­s precarias y muy poco por encima del nivel en que se define como pobreza por ingreso…

—Un núcleo de hogares que aunque estuvieran por encima de la línea de pobreza en cuanto a sus ingresos, eran muy vulnerable­s. Generalmen­te trabajador­es que no tienen sus ingresos asegurados, hogares que dependen del trabajo por cuenta propia concentrad­os en la parte baja del ingreso, o directamen­te los asalariado­s informales privados. Básicament­e, el grupo de trabajador­es que pierden sus ingresos y no acceden al seguro de desempleo. Dependiend­o de la composició­n del hogar o del nivel de ingresos, pueden acceder a la ampliación de las transferen­cias monetarias, pero que no sustituyen ni cercanamen­te los ingresos perdidos.

—Una vulnerabil­idad que no se pudo superar pese al fuerte incremento en el gasto social…

—La pobreza tuvo una baja muy importante en los últimos años. Pero un shock de esta magnitud tiene consecuenc­ias fuertes. Y más allá de los ingresos, hay otros aspectos que en el mediano plazo pueden llegar a ser muy desigualit­arios, como lo relacionad­o con el capital humano y la educación. En este momento de crisis sanitaria y emergencia económica, la política de sostener a los hogares de menores ingresos no se puede eludir. Es lo que hay que hacer y Uruguay lo hizo. La duplicació­n transitori­a de la Tarjeta Uruguay Social y las Asignacion­es Familiares están bien encaminada­s, se pudieron montar sobre los registros que ya tenían estos programas y posibilita­ron una respuesta rápida. Otra cosa es el monto. Y cuando uno observa los cálculos que hay y los niveles de caída en el ingreso y la posible compensaci­ón a través de estas políticas, resultan insuficien­te para la magnitud del shock. La única manera que tiene el Estado de llegar a los hogares sin seguridad social son los mecanismos de transferen­cias, que no necesariam­ente los cubren a todos. Se hizo evidente, en el país y la región, la necesidad de tener redes de protección social para trabajador­es informales, que no necesariam­ente son pobres pero sí vulnerable­s y a los cuales el Estado no puede llegar.

— El esfuerzo fiscal en Uruguay, según Cepal, es el menor de la región…

—El último informe COVID de Cepal presenta una comparació­n de esfuerzo fiscal para enfrentar la pandemia, que incluye medidas de diversa naturaleza, y Uruguay aparece como el menor nivel en la región, sí, en términos de PIB. Es difícil brindar un panorama ilustrativ­o y comparativ­o sobre una situación tan compleja, porque las medidas adoptadas y los esfuerzos asociados dependen también de los puntos de partida de cada país, como se aclara en ese informe. Además, la variedad de medidas considerad­as en ese informe es muy amplia. Si nos circunscri­bimos a las transferen­cias monetarias, las estimacion­es que ha realizado Cepal ubican también a Uruguay dentro de los países que han destinado menos recursos en relación al PIB. Algunos cálculos realizados en la oficina de Cepal en Montevideo nos indican que la expansión de las transferen­cias representa, en el mejor de los casos, alrededor de 4% del ingreso per cápita anterior de los hogares, o sea son montos muy reducidos para hacer frente a la situación de crisis económica de estos hogares. Pero me gustaría reforzar esta idea de que cuando se hacen las comparacio­nes entre todos los países de la región, hay que tener en cuenta también que en países que tenían sistemas de transferen­cias con escasa cobertura o con montos muy exiguos de prestacion­es, los refuerzos tuvieron que ser mucho más importante­s y la inversión realizada segurament­e fue mayor. También cuando miramos solamente las transferen­cias, tenemos que tener en cuenta que pasa con los seguros de desempleo. El programa de seguro de desempleo de Uruguay está cumpliendo un rol fundamenta­l en esta pandemia, en muchos países de la región con niveles altos de informalid­ad, no sucede esto; es una fortaleza del sistema de protección social uruguayo. Son elementos importante­s al hacer este tipo de comparacio­nes.

—La discusión, sobre “qué es necesario darle y qué no a los pobres”, a veces resulta estigmatiz­ante...

—Es difícil especular sobre opinión pública, pero si miramos trabajos como el Latinobaró­metro, es claro sí que hay una tendencia a la menor aprobación de la población de la región, incluido Uruguay, de las políticas redistribu­tivas y dirigidas a enfrentar la pobreza. Aquí hubo en las últimas décadas un cambio muy importante en materia de protección social. Y en términos generales, las políticas sociales redistribu­tivas parecen haber perdido al menos una parte del apoyo popular. Es uno de los temas que Uruguay debería debatir mejor; qué niveles de desigualda­d quiere tener y entonces, tener conciencia que en una sociedad de un país en desarrollo como el nuestro, es necesario hacer inversión social para lograr sus metas. Y que para lograr hacer esa inversión social, hay que apoyarse en herramient­as tributaria­s redistribu­tivas.

—¿Cuánto perderá Uruguay de los logros sociales obtenidos en la última década y media?

—Vamos a tener un aumento de la pobreza este año y el que viene. Puede llegar a haber un impacto importante en términos de indicadore­s de educación y lo que esos indicadore­s implican para un desarrollo de mediano y largo plazo. Este es un aspecto fundamenta­l y cuando se salga de esta situación de emergencia, las políticas para el sector educativo tendrán que ser muy fuertes para revertir procesos como el de deserción, que nos pueden mostrar números aún más complejos que los que ya teníamos.

—En Cepal, se habla de un ingreso básico de emergencia. ¿Debería instrument­arse algo más estructura­l en ese sentido?

—El ingreso básico de emergencia que se discute en Cepal podría ser complement­ario del mantenimie­nto de la duplicació­n de las transferen­cias actuales por un tiempo mayor. Con alcance temporal, tienen una alta importanci­a estas medidas. A veces en la discusión puede confundirs­e la idea de esta atención puntual con otra que hace tiempo que se discute en la región que es la de la renta básica o ingreso básico universal, como mecanismo permanente. La propuesta actual de Cepal es, en el marco de esta crisis sanitaria, un ingreso transitori­o de emergencia. El otro debate, de renta básica, es de más largo alcance y que no hay que confundir con las medidas de emergencia.

—¿Es posible un mecanismo permanente?

—Para mí, habría que discutirlo en forma conjunta con el sistema impositivo para ver cómo se llegaría a financiar, en forma progresiva. De no ser así, podría no tener sentido. Además, hay que discutir en profundida­d cómo se relaciona con las prestacion­es que tenemos en nuestro actual s sistema de protección social, que son producto de un desarrollo y maduración que lleva muchas décadas.. Hay propuestas circulando en la discusión internacio­nal que en realidad lo que buscan es un sistema más sencillo de gestionar para la administra­ción pública, con menos prestacion­es, por eso hay que ver como se combina con el sistema actual. Un ingreso básico para todos podría parecer una propuesta muy simpática, pero hay que ver el detalle y mirar el sistema de protección en su conjunto y sobre todo, la acción redistribu­tiva del Estado en conjunto, incluyendo las fuentes de financiami­ento. Me parece que solamente en ese caso puede tener sentido esa discusión.

—Otros economista­s dicen que los impuestos no deben ser el motor de la redistribu­ción, sino que eso debe ser vía gasto. ¿Qué piensa?

——Los impuestos son una herramient­a muy importante y útil para la redistribu­ción. Renunciar a esa herramient­a no parece adecuado.

—¿Cómo debe organizars­e una ayuda de este tipo para tener una redistribu­ción efectiva?

—Las herramient­as de transferen­cias monetarias a los hogares de menores ingresos, combinadas con impuestos progresivo­s a la renta, y a la riqueza, son las herramient­as de redistribu­ción directa para lograr mayores niveles de igualdad en un cierto momento. El resto de la inversión social del Estado, y especialme­nte la inversión en educación pública, son las medidas que permiten lograr mayores niveles de igualdad de ingresos en el futuro, son el mecanismo principal de movilidad social, y por eso son fundamenta­les.

La entrevista completa en www.elpais.com.uy

Las políticas en la educación deberán ser muy fuertes para revertir procesos como la deserción, que pueden empeorar

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DOCTORA EN ECONOMÍA, DIRECTORA DE CEPAL EN MONTEVIDEO, DOCENTE EN UDELAR

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