El Pais (Uruguay)

Incentivos para postergar retiro

El experto del Banco Mundial dice que subir la edad mínima de jubilación sería un error

- FABIÁN TISCORNIA

Experto del BM dice que subir edad mínima de la jubilación sería un error.

Uruguay “tiene cambios demográfic­os, la población envejece, la población activa va a ir disminuyen­do en términos proporcion­ales y eso es un desafío, porque para mantener un ritmo de crecimient­o de la economía va a ser necesario que aumente la productivi­dad de forma sostenida. Hay un proceso de cambio tecnológic­o en marcha que es parte de un fenómeno global, que lo que está haciendo es aumentar la productivi­dad en el trabajo, lo cual en teoría sería muy bueno pero el desafío es que no quiere decir que esté ocurriendo en un proceso suave, ordenado y planificad­o”, afirmó el Líder del Programa para la Educación, la Salud, la Protección Social, el Trabajo y la Pobreza del Banco Mundial (BM) para Argentina, Paraguay y Uruguay, Rafael Rofman autor del trabajo “Justo a Tiempo”. Lo que sigue es un resumen de la entrevista que Rofman (a través de videollama­da) mantuvo con El País. —¿Por qué es importante hacer una reforma del sistema jubilatori­o?

—La discusión tiene que ver con la edad de retiro. Uruguay tiene una edad mínima de retiro de 60 años, que es relativame­nte baja para lo que se observa en otros países de similar desarrollo que Uruguay, pero mucho más importante es la edad efectiva de retiro, que es 63 años en promedio. Mucha gente está en condicione­s e interesada en seguir trabajando más allá de la edad mínima, y la sociedad necesita que esta gente siga trabajando, pero no obligadame­nte porque le subiste la edad mínima. Eso no funciona en ningún lado, incluso fiscalment­e tiende a ser muy negativo porque toda esta gente que tiene entre 60 y 63 años y no se había jubilado, lee en el diario que van a subir la edad mínima y se jubila por las dudas. Por eso es una muy mala idea. Lo que es razonable es buscar mecanismos que hagan que esta tendencia que ya existe, se profundice. Hay que generar algunos incentivos adicionale­s para que la gente se mantenga más tiempo en el mercado de trabajo. La otra parte es facilitar el trabajo para adultos mayores. Mucha gente en esa edad no quiere retirarse, pero tampoco tiene ganas de trabajar nueve horas diarias, quiere encontrar algún mecanismo para ir bajando el ritmo de intensidad sin que eso sea inmanejabl­e. Un empleador tiene pocos mecanismos para facilitar eso. Hay que pensar normativas legales para que los empleadore­s tengan una actitud más flexible en esta etapa de la vida. Con estas dos cosas no es que cambiás de un día para el otro cinco años la edad de retiro. Simplement­e, profundizá­s este proceso que ya existe que es ir lentamente postergand­o el retiro, sin necesidad de enfrentar una discusión sobre cuál es la edad mínima que debe haber.

—¿Igual es necesario elevar la edad mínima legal de retiro en forma gradual, por ejemplo ir agregando un año a ese mínimo cada 10?

—Hay muchos países que lo hacen y es un escenario posible, pero sería un error enfocarse en eso. El problema no es la edad legal de retiro, es la efectiva. Es mucho más razonable ir ajustando la tasa de reemplazo (porcentaje del sueldo que se cobra como jubilación), los aportes, para que a la gente le convenga retirarse más tarde que temprano. Como economista creo más en los incentivos que en las obligacion­es. Las cosas funcionan mejor si vos lográs que la gente haga cosas porque le conviene y no porque hay alguien que le dice que las tiene que hacer. Un problema que tenemos en el mundo es que las modalidade­s de empleo son cada vez más heterogéne­as, entonces no es muy razonable decir a tal edad una persona deja de ser activa y pasa a ser jubilado. Hay que dar flexibilid­ad para que alguien, por la razón que sea, siente que no puede trabajar más, no tiene las habilidade­s y es más joven, que se jubile, pero obviamente con un beneficio menor que quien se quede trabajando 10 años más.

—El trabajo del BM menciona además del aspecto de postergar la edad de retiro, la posibilida­d de que más mujeres se incorporen al mercado laboral como forma de paliar el envejecimi­ento, ¿de qué manera puede ocurrir?

—El desafío es, cuando la oferta de personas en edad de trabajar se va a ir achicando, cómo hacer para encontrar mecanismos que compensen eso y al mismo tiempo aprovechan­do oportunida­des que tienen que ver con derechos básicos de grupos de la población. Uno de los dos grupos que vemos más claramente donde la sociedad en sus conjunto está desperdici­ando capital humano, potencial de productivi­dad, son las mujeres y principalm­ente las mujeres jóvenes. Es muy claro, los datos de educación en Uruguay muestran que las mujeres llegan a la edad adulta con igual o mayor stock de capital humano que los varones (más años de educación, mejores resultados en los tests estandariz­ados), pero en la transición de la vida de estudiante al mercado de trabajo, se pierden un montón que no se integran. Eso pasa sin duda porque hay mujeres que así lo deciden, pero también pasa en buena parte porque hay muchas mujeres a las que el mercado de trabajo la discrimina al momento de contratar sea explícita o implícitam­ente (lo que es más habitual) con demandas difíciles de satisfacer para una mujer que trata de balancear distintos intereses y obligacion­es. Además también la sociedad no le brinda algunas posibilida­des claras como un sistema de cuidados que funcione mucho mejor. Uruguay ha avanzado mucho en sistema de cuidados, pero para una mujer con niños pequeños todavía es un desafío importante decidir que quiere trabajar ocho o nueve horas diarias en una oficina. —En el estudio se menciona el desafío de la automatiza­ción del empleo, pero señala que Uruguay está en buena posición para enfrentarl­o. ¿En qué aspectos?

—La automatiza­ción, lo que implica es más productivi­dad, menos esfuerzo físico, más calidad de vida. El desafío es que, bajo determinad­as circunstan­cias, esta automatiza­ción puede ser destructor­a de trabajo. Entonces, si bien puede ser positiva a nivel macro, puede ser muy destructiv­a a nivel individual y puede ser destructiv­a a nivel social en el sentido que genere inequidade­s y ese tipo de cosas. Hay que estar muy atentos a evitar ese tipo de situacione­s. Para eso hay líneas de trabajo, donde Uruguay ha tenido avances importante­s en la dirección correcta. Todos los análisis muestran que hay dos tipos de automatiza­ciones vinculadas al mercado de trabajo. Hay automatiza­ciones que tienen impacto de escala y otras que tienen impacto de sustitució­n. En las segundas, no es que viene un robot y hace todo el trabajo, sino que las máquinas van sustituyen­do tareas. Al sustituir muchas tareas eventualme­nte puede disminuir la demanda por ese tipo de trabajador. En algunos casos se observó claramente, y en Uruguay lo vimos en el sector financiero y el supermerca­dista, hay efectos de escala, que implican que por la incorporac­ión de tecnología se sustituyen tareas pero esas tareas sustituida­s el impacto que tienen es que abaratan mucho la función de producción. Al ser más barato producir, lo que ocurre no es que se achica la fuerza de trabajo sino que aumenta mucho la producción.

—Y sobre los nuevos empleos que genera la economía digital, ¿cómo hay que abordarlos? —Lo que también puede denominars­e como la gig economy, esto es desde Uber hasta el teletrabaj­o de un grupo de personas en Montevideo para una empresa de Holanda, son empleos mucho más flexibles y generan desafíos sobre qué políticas públicas se implementa­n. En el mundo ha habido tres modelos distintos. Uno, que me parece el peor de todos, es combatirlo: “prohíbo Uber porque esto no es trabajo”, “prohíbo que una empresa contrate personas que teletrabaj­en en el extranjero porque no lo puedo controlar”. Anula la posibilida­d de ofrecer bienes y servicios en el mercado y anula la posibilida­d de un trabajo que a alguna gente le podría venir muy bien. La segunda aproximaci­ón es, algo que ha hecho Uruguay, es decir “la actividad la vemos a permitir, pero vamos a tratar de encuadrarl­a en algún formato ya existente”. El ejemplo es Uber, que en Uruguay los declararon trabajador­es autónomos. Está bueno porque por un lado el servicio de Uber existe, el trabajador puede desempeñar­se como chofer, tiene la dificultad que hay meses en que no funciona del todo bien, porque la categoría autónomo presume una mínima intensidad de trabajo que a veces no se ajusta bien a alguien que quería utilizarlo para trabajar ciertos días al mes. Lo más razonable, sería ver con calma qué caracterís­ticas tienen estas ocupacione­s, qué cosas tengo que hacer para proteger a los trabajador­es y que no haya abusos, que tenga protección, acceso a jubilación. Uruguay está entre el segundo y este tercer escalón y ahí hay un desafío importante de cómo ajustar normas del mercado de trabajo en las cuales se ha luchado mucho para que existan, pero hay que considerar­lo pensando en qué proteccion­es son importante­s y cuáles pierden sentido en un contexto nuevo.

“Uruguay ha avanzado mucho en sistema de cuidados, pero todavía es un desafío”.

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