La política y los políticos
Mucho se ha escrito en estas últimas semanas sobre la salida de Ernesto Talvi de la política electoral activa, ríos de tinta entre crónicas, opinión y análisis; pero detrás del hecho concreto se ha disparado una discusión de fondo sobre qué es necesario hacer o tolerar para estar en política. Se repiten frases como ¿no sabía en lo que se metía cuando entró en política? ¿Acaso no sabía que la política es así?
Al parecer, se da por sobre entendido que para hacer política es necesario actuar con cierto grado de mezquindad o malicia, creencia popular que no solo es falsa sino que no le hace bien a la política, que no solo es una actividad noble, sino fundamental para la democracia. Sorprende ver a muchos denostar a la política y a los políticos para luego horrorizarse al recordar los momentos en que lamentamos (en el pasado reciente) haber perdido nuestra democracia.
La salida de Ernesto Talvi también reinstaló un viejo debate entre los perfiles técnicos (académicos) y los políticos a la hora de pensar en nombres para ocupar espacios de jerarquía en un gobierno, donde parece afirmarse allí una grieta basada en una enorme falacia, una verdadera falsa oposición, parece que para muchos son cuestiones excluyentes, si es técnico no es político y viceversa. ¿Acaso no existen en los partidos personas con perfiles equilibrados que reúnan las dos condiciones?
Evidentemente, el concepto de “político” viene evolucionando y no es el mismo que hace algunas décadas, hoy se le exige más al dirigente político, quien está constantemente expuesto a la ciudadanía que decide sobre su destino, en un mundo de redes sociales cada vez más globalizado.
Está bueno que vayamos avanzando hacia una política cada vez más profesional, que sea capaz de atraer a personas con alto grado de formación y experiencia técnica, quienes se animen a elegir hacer política aun pudiendo tener una carrera profesional exitosa en el sector privado, con mejores condiciones económicas, comodidades horarias, claras posibilidades de desarrollo y menos exposición a cuestiones imponderables. ¿Por qué no podemos tener a los mejores en su área involucrados en la conducción de los destinos del país? Debemos devolverle a la política la imagen de nobleza que se merece, como la actividad de servicio que es. Se trata de mucho más que lucha de poder vacía, es la herramienta por excelencia para transformar la realidad que vemos a diario y tanto nos duele.
El pasaje de Ernesto Talvi por la política partidaria lejos estuvo de ser intrascendente.
A fin de cuentas, el carisma es una cualidad fundamental en esta actividad que no depende del apellido, ni viene de la mano de un padrino, no lo compra el dinero, no se desprende de la cantidad de títulos colgados en la pared, depende de la conexión con la gente y eso siempre será una garantía.
Estoy convencido de que el pasaje de Ernesto Talvi por la política electoral lejos estuvo de ser intrascendente, logró hacernos cuestionar algunos dogmas que parecían escritos en piedra y hasta hoy nos obliga a reflexionar sobre el rol de la política y los políticos. Está cada vez más claro que en este rubro no hay manuales y se hace camino al andar.
Al final del día —y más allá de los avatares electorales— lo que queda es la tranquilidad de espíritu de actuar guiado por las mejores intenciones y convicciones; y saber que siempre hay un camino bueno para las personas de buena y fuerte voluntad.