La eutanasia y el suicidio asistido
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En relación con el tema que se está discutiendo en estos días, la eutanasia y el suicidio asistido, a propósito de una ley que legaliza estas prácticas, permítaseme intervenir con algunas reflexiones.
El “no matarás” es un imperativo fuerte de nuestra cosmovisión judeocristiana. Ha sido durante decenas de siglos el faro de occidente que alumbró el camino de incontables hombres que han defendido la dignidad de la vida y la muerte. Esta premisa prevaleció por un largo tiempo en que no existían herramientas terapéuticas para aliviar el dolor y calmar a los pacientes, por lo cual estos agonizaban con sufrimientos indescriptibles.
Este tema nos enfrenta a la disyuntiva ética entre la libertad individual y la defensa de un valor absoluto como la vida.
Hace unos meses, un paciente que sufría una enfermedad neurodegenerativa incurable inspiró al legislador que presentó esta ley. En ese momento, esta persona quería terminar con su vida, pero poco tiempo después, no bien comenzó con los cuidados paliativos, se arrepintió. La postura pro-eutanasia ignora que el final de la vida también es vida, y en ese ínterin pueden pasar muchas cosas, incluyendo el arrepentimiento. Pregunto: ¿no deberíamos pensarlo un poco más?
Antes de pensar en una ley que promueva la muerte, deberíamos fortalecer y universalizar los cuidados paliativos. El médico no solamente debe curar o, si no puede, aliviar al paciente; sino que no debe hacerle daño. Mis maestros me enseñaron la máxima de Hipócrates “primun nil nocere”. Es un canon que los médicos atesoramos y que no podemos tirarlo por la borda porque no hay peor daño que la muerte.
Pero hay otra inconveniencia ética de esta ley. Casi de manera continua, desde 2013 hasta 2019, los suicidios en Uruguay fueron en aumento. Según los datos del Observatorio sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior, en 2013 hubo 505 suicidios, mientras que en 2019 los casos se elevaron a 705. Es un problema grave porque se lleva cientos de vidas, gran parte de ellas adolescentes y adultos jóvenes, por año. Recién
estamos empezando a discutir el tema y la ley de eutanasia y suicidio asistido no ayuda en nada a resolver el problema, porque su mensaje instala la confusión y el desánimo en personas psíquicamente vulnerables. Esto, unido a la falta de resiliencia, lleva a desenlaces impredecibles.
Vuelvo a preguntar, ¿no deberíamos pensarlo un poco más?
No comparto que a los médicos se los ponga en la encrucijada de tener que decidir terminar con la vida de un paciente, cualesquiera sean las circunstancias. En nuestro país un juez no puede dictaminar la pena de muerte, sin embargo, esta ley permitiría que los médicos sí lo hicieran.
Yo ya estoy jubilado, pero no quiero que mis dos hijos médicos se enfrenten a esta situación.