DEL SERRUCHO CARNICERO AL HOSPITAL
Una muestra sobre la historia de medicina en Uruguay inaugura la nueva sala del ANIP
Muestra sobre la historia de la medicina uruguaya inaugura sala del ANIP.
Un trapo en la boca para morder. Un chorro de caña brasileña en la herida. El soldado, quien está al borde de la muerte, está acostado en el mostrador de una pulpería. La cirugía, una posible amputación, será llevada a cabo con un serrucho de carnicero. La desinfección es un proceso inexistente.
La fotografía tomada en un campamento militar nacionalista en 1897 y colgada en la nueva sala del Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra (ANIP) transporta a una realidad que existía hasta hace poco más de un siglo: los inicios de la medicina en el país.
Esa foto forma parte de la muestra que inaugura las nuevas instalaciones del acervo multimedia del Sodre este Día del Patrimonio (sábado 3 y domingo 4 de octubre): un recorrido por el antes y el después de la asistencia sanitaria pública y un homenaje a Manuel Quintela, decano de la Facultad de Medicina y promotor del Hospital de Clínicas.
SIGLO XIX. Carpeta 58. Allí estaban los negativos que fueron rescatados para la exhibición. El ANIP posee la colección de fotografías más grande del país –unas 90 mil– pero, según relató a El País la historiadora Ana Ribeiro, subsecretaria de Educación y Cultura, el lugar estaba invadido por el “olor a películas avinagradas” y, lo peor, por la desidia con la que se habían acumulado cajas, papeles, objetos y polvo durante años.
Una vez que la nueva administración lo puso en orden, apareció la carpeta 58, cuyo rótulo decía “Asistencia pública nacional”. Ahí se tomó una decisión: su contenido se pondría a disposición del público en una sala reformada.
Así aparecieron imágenes que van desde el auxilio médico que se daba en una batalla a las primeras tareas de la Cruz Roja en el país por las voluntarias Señoras Cristianas y los primeros consultorios “Gota de Leche”, aquellos que a principios del siglo XX brindaban asistencia gratuita a lactantes y a sus madres.
También hay un repaso por el lazareto de Isla de Flores donde se aislaban a los polizones que llegaban a Montevideo con enfermedades infecciosas como lepra o tuberculosis. “Allí hacían la cuarentena”, recordó Magdalena Perandones, directora del ANIP, para hacer la referencia obligada a lo que vivimos con la pandemia por coronavirus.
En el subsuelo de la sala ubicada en la peatonal Sarandí se recorre la historia más antigua.
Ribeiro así la contó: “Nuestros soldados fueron a la guerra de la Triple Alianza (1864-1870) sin servicio de sanidad y tuvo una enorme mortandad. Allí muere quien iba a la cabeza de ese ejército nacional que era León de Palleja y le improvisan una parigüela, dos palos y una tela para trasladarlo herido del campo de batalla”.
Los recursos medicinales eran escasos por lo que se apelaba más a “las recetas de la abuela y a los yuyos”. Por aquellos tiempos existían las “quitapenas”, mujeres que operaban “silenciosamente” y ayudan a terminar con el sufrimiento.
Ribeiro recordó, por ejemplo, que José Gervasio Artigas procuró paliar la situación sanitaria de la
La muestra del ANIP habla del “ímpetu de la medicina en Uruguay”, dijo Perandones.
tropa con el Hospital del Ejército en la villa de la Florida, aunque lo habitual era un hospital ambulante que viajaba a la retaguardia del ejército en marcha. Eran filas de carretas, con techo de cuero y capacidad para llevar seis camillas.
“Desde la época de Artigas se buscaban las vacunas –o los vidrios como les decía el viejo porque venía el virus dentro de dos placas– contra la viruela que diezmaba la población, sobre todo indígena por bajas defensas”, relató. En ese entonces asolaban las epidemias de erisipela y de fiebre amarilla.
Más tarde, en la Guerra Grande (1839-1851), ya había anestesia por éter y por cloroformo (Adolfo Brunel aplicó la primera anestesia general con éter realizada en América en 1847 y, un año más tarde, Fermín Ferreira aplicó la primera anestesia por cloroformo), “hospitales de sangre” y el Hospital de la Sociedad Filantrópica de Damas. La Cruz Roja comenzó a actuar en 1897 con la participación de damas voluntarias. Las enfermedades más frecuentes eran las reumáticas, la molestias por piojos, las venéreas y la fiebre tifoidea. La última fue la más letal, muchas veces atribuida a la ingesta de “carne cansada” de vacunas y equinos.
“El general Aparicio Saravia recurría al libro Práctica elemental de hidro-sudoterapia o modo de curar las enfermedades por medio del agua de Pedro Mártir Mombrú para aliviar las dolencias de los soldados”, agregó la historiadora.
SIGLO XX. En la primera planta del ANIP, en cambio, se ve la continuación de la historia y como figuras como Manuel Quintela fueron decisivas para el avance de la medicina en el país. Él médico y su generación –Elías Regules, Américo Ricaldoni, Juan B. Morelli, entre otros– fueron quienes visibilizaron los derechos a la asistencia sanitaria. Quintela se destacó por el afán en mejorar la educación. Las imágenes ahora muestran salas quirúrgicas o de primeros auxilios limpias y cuidadas. Las enfermeras y los médicos ya aparecen con sus uniformes blancos.
Perandones explicó: “Desde 1911 contamos con la Asistencia Pública; ya no se depende de la caridad. Las principales líneas de acción son los niños, las embarazadas, los enfermos psiquiátricos y los excluidos o desamparados. Recién en 1934 tuvimos el Ministerio de Salud Pública. (En la muestra) se puede ver el ímpetu del desarrollo de la medicina en Uruguay”.
En ese entonces surgen también los institutos de Radiología, de Anatomía, de Higiene, de Tisiología, de Neurología y de Endocrinología. El Hospital de Clínicas, el sueño de Quintela que no llegó a ver concretado en vida, pasó a conjugar la docencia, la investigación y la atención a la población.
Durante el Día del Patrimonio, el ANIP estará abierto entre las 10 y las 18 horas. A partir del lunes 5, la sala y el archivo quedarán abiertos en el horario de 11 a 17 horas.