Una mejor oportunidad para lucirse
Extraño a Mirtha Legrand. Jamás pensé que iba a decir eso pero ayer me atreví a ver, precisamente, Almorzando con Mirtha Legrand, que del título solo conserva la parte de los comensales: se sabe que la anfitriona es su nieta, Juana Viale.
La chiquilina es un encanto y tiene la difícil tarea de continuar con un negocio familiar que su abuela convirtió en un record mundial de permanencia televisiva. Además en los últimos 15 años, Mirtha lo volvió una tribuna para sus opiniones y, quizás por la costumbre, mucha gente había empezado a disculparle algunos de sus anacronismos y artificios. Se volvió como una pieza de otro tiempo a la que uno termina aceptando y, la mayoría de las veces, disculpándole algunas cosas que, en otros, rechinaría.
Juana es simpática, no hay duda, y muy bella a pesar de la delgadez que, justo, mostró ayer con un conjunto de Gino Bogani de influencias orientales. Pero como que hay algo que falta o que quizás sobre: la presencia de la abuela que se hace notar en el título, en la música y en algunos planos de retratos cuando se van a las tandas. Así, expuesta durante una hora y media al ojo de la cámara, queda en evidencia que comer, mantener una conversación y verse espléndida es una combinación que podrá parecer fácil pero no lo estaría siendo.
Un programa más a su medida y no con talle ajeno, podría hacer lucir más esa belleza, esa inteligencia y esas ganas que tiene de soltarse del todo. Y ahí sí va a ser ella misma.