El Pais (Uruguay)

El precio de la tierra uruguaya ¿Piso y recuperaci­ón?

- ALDO LEMA ECONOMISTA

Durante el último año, el precio promedio de la tierra uruguaya parece haber mostrado algunos signos de estabiliza­ción, luego de un sexenio de tendencia a la caída. Según datos de transaccio­nes difundidos por el Ministerio de Ganadería, Agricultur­a y Pesca (MGAP), la hectárea promedió US$ 3.342 en 2019 y US$ 3.323 en el segundo trimestre de 2020, acumulando una baja del orden de 20% respecto a los máximos de 2014.

A su vez, cuando se considera un índice de calidad homogénea, por ejemplo para el promedio de los campos Coneat 100, los valores han tendido al entorno de US$ 3.100, con una baja de 40% en el sexenio. Se trata del doble de la caída implícita en el índice básico del MGAP por la creciente incidencia en éste de transaccio­nes de tierras forestales, de productivi­dad menor, cuyos ajustes de precios estuvieron atenuados últimament­e por los grandes proyectos del sector.

En función de estas tendencias y los citados signos de estabiliza­ción, emergen tres preguntas evidentes. ¿Por qué se dieron dichas caídas? ¿Habrá tocado piso el ciclo bajista? ¿Vendrá una recuperaci­ón?

La tierra es un activo y, como tal, su precio está determinad­o por los flujos netos que se espera genere a perpetuida­d, actualizad­os por su correspond­iente tasa de descuento.

Primero, los flujos netos provenient­es de la tierra correspond­en a las rentas, ya sea las que explícitam­ente paga el arrendatar­io, o las que el propietari­o-productor debería imputar como costo de oportunida­d. Dichas rentas dependen obviamente de los márgenes del negocio y en cierto sentido están relacionad­as con la tasa de interés relevante para el país. Si ésta varía, la renta exigida también debería cambiar.

A su vez, en los márgenes inciden los determinan­tes generales de los ingresos del negocio (productivi­dad, precios en dólares, tipo de cambio real, factores climáticos, etc) y sus costos (salarios, insumos, fletes, tarifas públicas, etc).

Segundo, la tasa de descuento depende de la tasa de interés relevante para el país y del premio por riesgo adicional exigido para retribuir la volatilida­d e incertidum­bre de los flujos.

Basta examinar, entonces, los mencionado­s determinan­tes de los márgenes y la tasa de descuento para explicar la caída del precio de la tierra durante los últimos años y especular sobre sus perspectiv­as.

Desde 2015, los márgenes en los negocios agropecuar­ios y forestales se vieron negativame­nte afectados por menores ingresos y el ajuste más lento de los costos.

Como resultado, las rentas de la tierra cayeron desde un promedio de US$ 175 por hectárea en 2014 a cerca de US$ 100 recienteme­nte.

Detrás de la baja de los ingresos estuvo el desplome de los precios agrícolas y el previsible fin del boom de los commoditie­s debido a la desacelera­ción de China, el mediocre crecimient­o mundial y sobre todo, al cambio en el ciclo global del dólar, desde una década de debilidad (2003-13) a un sexenio de fortaleza. Esto último, que fue clave para el derrumbe de las cotizacion­es de materias primas, no fue amortiguad­o plenamente en Uruguay con un ajuste cambiario congruente, ni con otras rebajas significat­ivas de costos en dólares. Todo eso estuvo limitado por la política fiscal expansiva, una alta inflación y la (todavía) elevada dolarizaci­ón.

En cuanto al factor para descontar estos menores flujos, hubo señales mixtas, aunque en el neto fue al alza desde 2014. Por un lado, estuvo el aumento gradual de las tasas de interés de Estados Unidos, que fue parcialmen­te compensado por un menor spread soberano. Sin embargo, el cambio más importante provino del mayor premio por riesgo exigido a negocios de países emergentes, incluidos obviamente los agropecuar­ios en Uruguay. Es por eso que —cual espejo del promedio de las bolsas latinoamer­icanas— la tierra uruguaya tuvo una década perdida en valorizaci­ón y retrocedió a precios de 2010.

Varios de esos fundamento­s, que bien justificar­on dicha desvaloriz­ación, parecen haber empezado a moverse en una dirección positiva, hacia mejores márgenes y menores tasas de descuento, como he justificad­o en columnas anteriores.

Si bien hay dudas sobre la sostenibil­idad del crecimient­o mundial, existe cierto consenso sobre el rebote liderado por China, acompañado por Estados Unidos y seguido por el resto. La reactivaci­ón y el consiguien­te ciclo de debilidad global del dólar que habría empezado, son consistent­es con mayores precios de materias primas. A su vez, en contraste con lo ocurrido en la segunda mitad de la década pasada, cuando la Fed fue retirando los estímulos y las tasas subiendo, ahora se prevé un período prolongado de condicione­s financiera­s expansivas. Por lo tanto, como muestra cierta evidencia, podría haber inflación en commoditie­s y activos mientras no haya inflación en servicios (salarios) en Estados Unidos. Y entre ellos estarían las cotizacion­es de los productos agropecuar­ios y el precio de la tierra uruguaya. No necesariam­ente para volver rápido a los precios máximos de 2014, pero al menos para impulsar cierta recuperaci­ón, retomando una tendencia (alcista) más parecida a la observada en el último medio siglo.

“Desde 2015, los márgenes en los negocios agropecuar­ios y forestales se vieron negativame­nte afectados por menores ingresos y el ajuste más lento de los costos.

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