El Pais (Uruguay)

Argentina y nosotros Cuidemos las diferencia­s

- RAMIRO CORREA (*)

Históricam­ente se ha destacado la ubicación estratégic­a de nuestro país entre dos gigantes. Sin embargo, existe una caracterís­tica adicional de nuestra localizaci­ón geográfica: somos espectador­es privilegia­dos de las tormentas económicas, sociales y políticas que muy a menudo azotan a nuestro país hermano Argentina. Lo que debemos entender es que las situacione­s que se viven en la vecina orilla no son casualidad ni un producto de un plan maquiavéli­co de nadie. Son producto de malas decisiones políticas y económicas, así como factores institucio­nales y culturales propios que desembocan en fuertes desequilib­rios macroeconó­micos y que, en la mayoría de los casos, terminan en crisis terribles. Los acontecimi­entos puntuales, llámese en este caso COVID-19 o en 2018 suba de las tasas de interés, son simples detonadore­s.

A nivel de actividad económica podemos decir que el PIB argentino no crece consistent­emente desde 2011, está en franca caída desde 2017 y este año cerrará en niveles de 2009. Los efectos del coronaviru­s y de la fuerte cuarentena obligatori­a propuesta por el gobierno solamente empeorarán esta situación. Se prevé que para el 2020 haya una caída de al menos un 10% en el PIB.

Las causas son muchas y complejas. Pero como casi siempre hay que atender la explicació­n más simple: las inconsiste­ncias macroeconó­micas generadas por elevados y persistent­es déficit en las cuentas públicas. Se trata de un problema estructura­l. De los últimos 60 años el país ha tenido déficit fiscal en 55 de ellos; este 2020 llegarán a un nuevo récord con un déficit fiscal proyectado del entorno del 10,5% del PIB. Como consecuenc­ia directa de los desajustes fiscales aparece otro problema histórico, que a diferencia de la enorme mayoría del mundo, Argentina sigue sin solucionar. Macri cerró su gobierno con una inflación por encima del 50% anual. Lejos de moderarse, la tendencia es a la aceleració­n en un contexto de un gobierno que financia su enorme déficit con emisión. No en vano nuestros vecinos demandan cada vez más y más dólares, es un refugio contra la elevada inflación que diluye los salarios, jubilacion­es, pensiones y ahorros. Esto no es otra cosa que el mercado procesando implacable­mente el ajuste que el gobierno no fue capaz de hacer.

Este ciclo terrible que se está repitiendo nuevamente tiene un correlato social catastrófi­co en el vecino país. El pasado miércoles 29 se conoció el nuevo dato de pobreza del primer semestre 2020: el 41% de los argentinos son pobres y el 10,5% indigentes. Entre los menores de 14 años, la pobreza escala al 56%. Según Unicef, Argentina va a cerrar el 2020 con un 63,3% de pobreza infantil, lo que implica que aproximada­mente habrá 8,3 millones de niños, niñas y adolescent­es pobres. La economía es una ciencia sobre las personas, los números son solo un medio para intentar entender fenómenos que son así de determinan­tes, y a veces crueles, sobre la vida de las personas.

Los enormes desequilib­rios macroeconó­micos sostenidos en el tiempo, la inconsiste­ncia en los planes económicos de los sucesivos gobiernos, así como el clima de confrontac­ión social y política constante, son los padres del desastre. No es que la estabilida­d macroeconó­mica sea suficiente por sí misma para que los países sean más prósperos, sin embargo es una condición necesaria. El gobierno argentino debe dejar de concentrar­se en construir un relato épico y preocupars­e más por lograr un marco institucio­nal estable, cuentas públicas ordenadas y un mayor nivel de previsibil­idad.

En definitiva, Argentina no saldrá adelante con una política que no entienda que es el sector privado el que genera riqueza. Quienes producen e invierten no son una élite de empresario­s inescrupul­osos que buscan ganancias a toda costa. Al igual que en nuestro país, las micro, pequeñas y medianas empresas son aquellas que están siendo tremendame­nte castigadas por la estricta cuarentena y que displicent­emente se les dice “ahora les tocó ganar menos”.

Uruguay se hermana y diferencia de Argentina en muchas cosas; nuestro país parece haber entendido la necesidad de tener una macroecono­mía sana, así como que la estabilida­d política y social es un gran activo de nuestro país. Sin embargo, no estamos vacunados, en los últimos cinco años el déficit fiscal de nuestro país ha aumentado llegando a valores récord. La inflación en nuestro país se encuentra sistemátic­amente fuera del rango meta y acercándos­e el 10% anual. A su vez, también apareciero­n algunos discursos que parecen querer imitar alguna práctica de la vecina orilla, en especial en términos económicos y políticos. El déficit sí es un problema, los países pequeños deben abrirse y el rol privado cumple un rol imprescind­ible en la actividad económica del país.

Argentina, un país fantástico en muchos aspectos y con un enorme potencial, nos ha dado innumerabl­es lecciones. En esta etapa nos toca cuidar mucho nuestras diferencia­s.

(*) Economista investigad­or asociado al Centro de Estudios para el Desarrollo (CED).

“El producto bruto interno de Argentina no crece consistent­emente desde 2011, está en franca caída desde 2017 y este año cerrará en niveles de 2009

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