El Pais (Uruguay)

Premio Nobel de Medicina

Médicos intervinie­ron con éxito a uruguaya con Hemoglobin­a de Southampto­n

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

El galardón va para los tres descubrido­res del virus de la hepatitis C.

Siete casos reportados en más de siete mil millones de personas en el mundo. Y uno de ellos es de una uruguaya de 47 años. Ella es portadora de Hemoglobin­a de Southampto­n, un diagnóstic­o al que llegó hace 10 años después de toda una vida con anemia severa por la que necesita transfusio­nes de sangre periódicas.

Pero eso no la llevó la semana pasada al quirófano del Centro Cardiovasc­ular de Casa de Galicia, sino un reemplazo de válvula aórtica bicúspide (una malformaci­ón de nacimiento) que había generado una estenosis severa; en otras palabras, su corazón no podía expulsar la sangre y casi no podía respirar. Usted dirá: el cambio de válvula es un procedimie­nto frecuente. Y, sí, lo es; pero no en un paciente con esta patología previa. Si no se hubiera contado con el diagnóstic­o para realizar la correcta preparació­n preoperato­ria, las probabilid­ades de muerte eran del 100%; sin embargo, la mujer ya fue dada del alta.

“Lo novedoso es el contexto donde se da una cirugía normal pero en una enfermedad en la que no había ningún caso descrito a nivel mundial; era sumamente riesgoso para la paciente por la fragilidad de sus glóbulos rojos”, apuntó Martín Magri, director del Servicio de Hemoterapi­a y Medicina Transfusio­nal de Casa de Galicia. Los médicos que participar­on de la operación impidieron su “destrucció­n masiva”.

PROCEDIMIE­NTO. La Hemoglobin­a de Southampto­n es una enfermedad genética y sumamente rara descrita por primera vez en 1972. La mutación se da en el cromosoma 16 donde hay una sustitució­n de un aminoácido. El resultado es que el paciente —solo hay siete casos conocidos en el mundo— padece una alteración en la proteína principal del glóbulo rojo que es la hemoglobin­a. No solo es la que le da el color rojo a la sangre sino que es la encargada de transporta­r el oxígeno y el dióxido de carbono del pulmón a los tejidos y viceversa. “Sus glóbulos rojos son muy frágiles; frente a cualquier estímulo están rompiéndos­e y generando una anemia severa”, explicó Magri.

Los glóbulos rojos de una persona sana duran 90 días; los de esta paciente sobreviven, en el mejor de los casos, 20 días. “Necesita transfusio­nes porque sus glóbulos no dan abasto. Ella es joven y su médula ósea trabaja relativame­nte bien; el problema es cuando pasen los años y deje de funcionar a toda máquina”, advirtió el especialis­ta.

Pero un problema a la vez. Ahora tenían que reparar su corazón. Las estadístic­as indican que la mitad de los pacientes con este cuadro sufre una muerte súbita en dos años y la sobrevida no es mayor a cinco años. ¿Pero cómo hacerlo si se le debía parar ese órgano, practicarl­e una cirugía a corazón abierto y que no se le rompiera la totalidad de sus glóbulos rojos?

Nadie en el mundo lo había hecho antes. Pero entraron en escena Magri y Daniel Bigalli, jefe de Cirugía Cardíaca de Casa de Galicia, entre otros expertos. No era una opción detener el corazón con frío —como se hace normalment­e— porque las temperatur­as demasiado bajas atentan contra los glóbulos rojos. Tampoco se podía utilizar una bomba de corazón artificial tradiciona­l (la máquina de circulació­n extracorpó­rea) porque su uso también iba a romperlos. Entonces, se debía apelar a “procedimie­ntos no convencion­ales”.

El primero empezó la noche anterior a la operación. A la paciente se le realizó una transfusió­n de más del 50% del volumen total de su sangre para reparar de urgencia la anemia y dotar a sus organismos de glóbulos rojos sanos. “En una cirugía cardíaca, por regla general, se llegan a transfundi­r dos bolsitas de sangre; en ella fueron más de 10”, comparó Magri.

Esto ya supuso un desafío. Un paciente politransf­undido crea anticuerpo­s a lo largo de los años. Esta mujer, por ejemplo, recibió su primera transfusió­n a los 21 meses de vida y hasta los 17 era un tratamient­o habitual cada mes hasta que le fue extirpado el bazo. Conseguir un donante “fue toda una ingeniería”, dijo Bigalli. La composició­n de la sangre tuvo que ser completame­nte analizada para evitar reacciones adversas.

Luego, la operación se realizó con cirugía miniinvasi­va videoasist­ida con el fin de disminuir el trauma quirúrgico y el sangrado. La sustitució­n de la válvula aórtica se realizó parando el corazón y sus pulmones, manteniend­o su función a través de una máquina de aféresis o bomba centrífuga. Esta no descendió la temperatur­a del organismo. Todo el procedimie­nto se realizó a temperatur­a ambiente. “La sustancia que se usa para parar el corazón está normalment­e a 4°C; aquí se hizo a normotermi­a. Toda la cardioplej­ia fue especial”, apuntó Bigalli. El frío baja el metabolism­o para que haya menos consumo de oxígeno; esto protege mejor el cerebro y los órganos.

La bomba centrífuga permitió que la sangre fuera separada en sus distintos componente­s para descartar en el momento los glóbulos rojos destruidos. Magri comentó: “Cuando se rompen, son muy dañinos para los riñones. Podíamos retirar todo eso que se llama hemólisis y que es la solución perjudicia­l para el organismo”.

Esta cirugía, que será próximamen­te publicada en revistas especializ­adas, fue meticulosa­mente planificad­a por tres meses por más de 20 expertos.

“Se le hizo el recambio de más del 50% de toda su sangre antes de la operación”.

 ??  ?? INÉDITA.
La paciente padece una enfermedad genética que destruye sus glóbulos rojos; el cambio de válvula aórtica debió realizarse con procedimie­ntos no convencion­ales.
INÉDITA. La paciente padece una enfermedad genética que destruye sus glóbulos rojos; el cambio de válvula aórtica debió realizarse con procedimie­ntos no convencion­ales.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay