La sociedad y el control del virus
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No solo en nuestro país esta transitando está pandemia que parece no tener fin. El mundo la sufre. De aquellos primeros días de marzo con toda la expectativa de un nuevo gobierno, pasamos a ser parte de un mundo que se enfermó porque llegó la pandemia y nos atrapó a todos.
Si bien fuimos uno de los últimos países en que el virus entró, Uruguay no fue esquivo, debido a que también llegó como no podía ser de otra manera.
Una vez detectados los cuatro primeros casos se comienzan a tomar medidas sanitarias y una cuarentena voluntaria a conciencia de los ciudadanos se puso en marcha. Pero no todos la cumplieron, tal vez un 70% sí, el resto poco o nada dejando al azar lo que podría ocurrir. Pero llegó a funcionar bajando los contagios en forma acelerada hasta que comienzan los aflojes de la gente, descuidos, reuniones clandestinas porque la restricción incluye esos encuentros y otra vez comienzan los brotes.
Gracias al respeto de muchos a esa sociedad que cumple por uno y por el otro se fue logrando un control.
Ahora bien, a medida que los brazos se fueron aflojando en muchos y el tránsito de una sociedad que venía disciplinada fue dejando de lado un control que se había logrado, nuevamente afloran los casos de COVID-19. Pero este control se vuelve imperceptible por el sujeto al ver que no hay un control superior y es lo que sucedió con el afloje. Es el sujeto quien evalúa su control por su bien y de los demás.
Si Uruguay hubiese tenido una cuarentena obligatoria, seguramente hubiese fracasado. El uruguayo es un ser libre por naturaleza propia y funciona mejor sin un control estricto que se le imponga algo. Si bien las cuarentenas buscan un control total de la población mirando a favor del bien común no han dado en general los resultados esperados. Esos descontroles que vemos en otros países por cuarentenas largas obligatorias generan desgastes en su gente, llevan a tener cortocircuitos en su proceder. Y llevan a tratar de desconocer el control que impongan las autoridades y aquí comienza a fallar el sistema utilizado.
Cada País fue utilizando elementos de control acordes con sus realidades a veces sin poder lograrlo.
Han ocurrido situaciones como, desconociendo la autoridad por la gente o la autoridad dando rienda suelta a su control. Esto trajo consigo países con altísimo número de contagiados y muertos. Sin duda, los modelos de control hay que utilizarlos con muchísima seriedad.
Si será importante un buen manejo del control desde el gobierno, la autoridad y luego de la gente consigo mismo y con los demás. El control personal en busca del bien, en este caso para frenar la pandemia y el acatar todas las medidas sanitarias establecidas por las autoridades, cumplirlas hará que la gran mayoría de la gente se logre salvar de este gran fragelo 2020 que es el coronavirus COVID-19. propende a que estas certezas sean realidades y no meras ilusiones.
De ahí mi comparación con aquel film que nos dejó pensando cuán peligroso puede ser vender ilusiones (¿algo de esto nos suena en nuestro pasado reciente?) y quedó en nuestros corazones un gran dolor por esa gente que creyó en algo inexistente (sea fiel el relato o simplemente metafórico) y el trístisimo sentimiento de que es muy fácil manipular a quien se encuentra en situaciones de vulnerabilidad y esto aplica para todos los órdenes de la vida.
Por todo ello, aplaudo, como tantos, el motor del progreso que trae trabajo digno para los hombres y mujeres de nuestro querido Uruguay.
No dejemos pasar el tren, sujetos a intereses puramente dogmáticos y perimidos en muchos sentidos y apoyemos con entusiasmo este Uruguay que renace con fuerza, luego de los momentos durísimos en que nos hizo caer la pandemia y “otras yerbas” (al que le caiga el sayo, que se lo ponga) y juntos, campo (motor primordial de nuestra economía) y ciudad miremos hacia el futuro con fe y sin humo.