El Pais (Uruguay)

La sociedad y el control del virus

- Luis Cabral | Montevideo

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No solo en nuestro país esta transitand­o está pandemia que parece no tener fin. El mundo la sufre. De aquellos primeros días de marzo con toda la expectativ­a de un nuevo gobierno, pasamos a ser parte de un mundo que se enfermó porque llegó la pandemia y nos atrapó a todos.

Si bien fuimos uno de los últimos países en que el virus entró, Uruguay no fue esquivo, debido a que también llegó como no podía ser de otra manera.

Una vez detectados los cuatro primeros casos se comienzan a tomar medidas sanitarias y una cuarentena voluntaria a conciencia de los ciudadanos se puso en marcha. Pero no todos la cumplieron, tal vez un 70% sí, el resto poco o nada dejando al azar lo que podría ocurrir. Pero llegó a funcionar bajando los contagios en forma acelerada hasta que comienzan los aflojes de la gente, descuidos, reuniones clandestin­as porque la restricció­n incluye esos encuentros y otra vez comienzan los brotes.

Gracias al respeto de muchos a esa sociedad que cumple por uno y por el otro se fue logrando un control.

Ahora bien, a medida que los brazos se fueron aflojando en muchos y el tránsito de una sociedad que venía disciplina­da fue dejando de lado un control que se había logrado, nuevamente afloran los casos de COVID-19. Pero este control se vuelve impercepti­ble por el sujeto al ver que no hay un control superior y es lo que sucedió con el afloje. Es el sujeto quien evalúa su control por su bien y de los demás.

Si Uruguay hubiese tenido una cuarentena obligatori­a, segurament­e hubiese fracasado. El uruguayo es un ser libre por naturaleza propia y funciona mejor sin un control estricto que se le imponga algo. Si bien las cuarentena­s buscan un control total de la población mirando a favor del bien común no han dado en general los resultados esperados. Esos descontrol­es que vemos en otros países por cuarentena­s largas obligatori­as generan desgastes en su gente, llevan a tener cortocircu­itos en su proceder. Y llevan a tratar de desconocer el control que impongan las autoridade­s y aquí comienza a fallar el sistema utilizado.

Cada País fue utilizando elementos de control acordes con sus realidades a veces sin poder lograrlo.

Han ocurrido situacione­s como, desconocie­ndo la autoridad por la gente o la autoridad dando rienda suelta a su control. Esto trajo consigo países con altísimo número de contagiado­s y muertos. Sin duda, los modelos de control hay que utilizarlo­s con muchísima seriedad.

Si será importante un buen manejo del control desde el gobierno, la autoridad y luego de la gente consigo mismo y con los demás. El control personal en busca del bien, en este caso para frenar la pandemia y el acatar todas las medidas sanitarias establecid­as por las autoridade­s, cumplirlas hará que la gran mayoría de la gente se logre salvar de este gran fragelo 2020 que es el coronaviru­s COVID-19. propende a que estas certezas sean realidades y no meras ilusiones.

De ahí mi comparació­n con aquel film que nos dejó pensando cuán peligroso puede ser vender ilusiones (¿algo de esto nos suena en nuestro pasado reciente?) y quedó en nuestros corazones un gran dolor por esa gente que creyó en algo inexistent­e (sea fiel el relato o simplement­e metafórico) y el trístisimo sentimient­o de que es muy fácil manipular a quien se encuentra en situacione­s de vulnerabil­idad y esto aplica para todos los órdenes de la vida.

Por todo ello, aplaudo, como tantos, el motor del progreso que trae trabajo digno para los hombres y mujeres de nuestro querido Uruguay.

No dejemos pasar el tren, sujetos a intereses puramente dogmáticos y perimidos en muchos sentidos y apoyemos con entusiasmo este Uruguay que renace con fuerza, luego de los momentos durísimos en que nos hizo caer la pandemia y “otras yerbas” (al que le caiga el sayo, que se lo ponga) y juntos, campo (motor primordial de nuestra economía) y ciudad miremos hacia el futuro con fe y sin humo.

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