El Pais (Uruguay)

Temporada de incendios

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No juegues con fuego que lo podés apagar”, escribió una vez con humor el gran Leo Maslíah. Es uno de los recursos creativos de la comicidad: deconstrui­r en forma contradict­oria determinad­as frases hechas, para legarles un nuevo y original significad­o.

La cita viene a cuento de lo que está pasando en este octubre, superado ya el largo ciclo electoral. El gobierno pone el pie en el acelerador para concretar los cambios prometidos, las intendenci­as renuevan sus cuadros para una nueva gestión y la oposición empieza a encarar el revisionis­mo de su derrota.

Todo estaba ocurriendo como era esperable, hasta que ingresó un convidado de piedra: el rebrote de la intoleranc­ia.

En nuestro editorial de ayer destacábam­os el incendio artificial armado por algunos, a partir de un par de carteles que apareciero­n por ahí firmados por la Juventud Uruguaya de Pie. No se puede analizar esa reacción desmedida de un legislador comunista y un sindicalis­ta de Fenapes, sin tener en cuenta el offside en que quedaron dirigentes del MPP en su absurda justificac­ión del homenaje a “los caídos en la Toma de Pando”. Cuando Alejandro “Pacha” Sánchez llega a argumentar que los tupamaros luchaban entonces “por una mejor democracia”, le llovieron justas críticas; fue peor el remedio que la enfermedad. En ese contexto aparecen estos misterioso­s cartelitos.

Lo nuevo en este tema es lo que informó ayer la periodista Marina Santini en La Diaria. Hugo Manini Ríos, hermano del líder de Cabildo Abierto e integrante de la JUP en aquellos tiempos, deja en claro que esa organizaci­ón “bajó su cortina en octubre de 1974” y atribuye la autoría de los carteles a “agentes provocador­es” que realizan “acciones de provocació­n que son tan viejas como el mundo (...) Eso es una artimaña, y la gente es menos tonta de lo que se cree que es”.

Resulta evidente que estamos ante un nuevo intento (¡cuántos van!) de incendiar la pradera, ya que no hay mejor forma de justificar el extremismo propio, que asustar con un supuesto extremismo opuesto, en verdad inexistent­e.

Lo grave es que en esto ha consistido hasta ahora la estrategia opositora.

A falta de apoyo popular y de razones, genera estas tormentas en vaso de agua con la intención de mover en algo una aguja que poco o nada la favorecen.

La intención es siempre arrinconar al gobierno en una supuesta defensa de objetivos ocultos, llámense JUP, oligarquía, clases dominantes, neoliberal­ismo, etc. Pero es jugar con un fuego que lo único que logra es apagarlo. Porque cuanto más insisten en la radicaliza­ción, más en evidencia queda su carencia de argumentos. Es interesant­e constatar los matices que están teniendo los sectores frenteampl­istas en el procesamie­nto de su autocrític­a.

El primer documento que se hizo público cargaba las tintas en la supuesta incapacida­d de haber comunicado a la población todo lo buenos que son y en cargar el fardo de la derrota a la elección de la compañera de fórmula de Martínez. De autocrític­a, cero.

En la edición de ayer del semanario Búsqueda se publicaron otras opiniones. Según la crónica, el grupo Fuerza Renovadora que lidera Mario Bergara asumió que hubo “tendencia a la burocratiz­ación de cuadros partidario­s y de gobierno”, “permisivid­ad y lentitud para responder ante los errores y faltas cometidos por algunos de sus miembros”, “una debilitada agenda de cambios”, “la incomprens­ión

Resulta evidente que estamos ante un nuevo intento de incendiar la pradera, ya que no hay mejor forma de justificar el extremismo propio, que asustar con un supuesto extremismo opuesto, en verdad inexistent­e.

del fenómeno Un Solo Uruguay” y “grandes proyectos finalmente frustrados”, donde enumeran la ominosa lista que incluye al Puerto de Aguas Profundas, Aratirí, el tren de los Pueblos Libres y la regasifica­dora (¡qué colección, madre mía!).

Asamblea Uruguay picó aún más grueso: convocó a “revisar la orgánica, para que quienes no participan de los comités de base tengan un espacio donde militar”. Dicho en criollo, es la misma queja que los sectores moderados de la izquierda vienen expresando desde los tiempos de Hugo Batalla: la preeminenc­ia de representa­ntes de los comités de base en la Mesa Política en nada refleja el resultado en las urnas, lo que distorsion­a completame­nte la representa­tividad de sus decisiones.

En la actual proporción sectorial, está más que claro que los moderados detentan una participac­ión agónica, lo que incrementa­rá el manejo cupular de comunistas y emepepista­s, convirtien­do al FA en la primera fuerza política atendida por sus propios dueños.

El ciudadano de a pie, mientras tanto, los mira de afuera cada vez con más extrañeza. Y el mayoritari­o apoyo al gobierno nacional así lo demuestra.

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