Modernista y de vanguardia: un chalet de 1950
La reforma de una casa en Portezuelo recupera el estilo y diseño de su época
Se construyó en el medio del bosque, en el balneario Portezuelo, en una calle sin salida paralela a la ruta 10 cuando no había nada en la zona. Esta casa de cristal, escondida, es uno de los íconos fundacionales del balneario y fiel reflejo de la arquitectura característica del lugar de mitad del siglo XX.
Que hoy siga allí es, en parte, gracias a su actual dueño, Daniel Böhm, un argentino enamorado del lugar que pasó muchos veranos de su infancia en Punta del Este.
Su familia alquilaba en las paradas de Playa Mansa. Sin embargo, confiesa que siempre lo sedujo Portezuelo y la arquitectura modernista que surgió en el balneario allá por el año 1945 de la mano de los arquitectos Antoni Bonet, de origen catalán, y del uruguayo Guillermo Jones Odriozola.
Bonet y Jones Odriozola edificaron y proyectaron juntos varias viviendas que marcaron el estilo de ese balneario del Este del país: el modernismo.
Otras tres casas similares se construyeron en el lugar. Guillermo Jones Odriozola también fue el creador de otras obras importantes en Maldonado como el anillo 1 de Arcobaleno y el edificio Península de Punta del Este. Casualidad o no, Daniel Böhm, dueño del chalet, pasó varios veranos en Arcobaleno y fue en su tradicional piscina que aprendió a nadar.
La admiración por Antoni Bonet, Jones y el modernismo llevó a este argentino a pelear para recuperar el estilo y el diseño varios años después.
Jones Odriozola construyó este refugio en 1950. A pocas cuadras de allí, hay una casa gemela a esta, también de Jones, que perteneció a la actriz Margarita Xirgu, una de las preferidas de Federico García Lorca.
El proyecto original consistía en una sola planta con baño y cocina y un solo dormitorio separado del living por una gran estufa central. Pero con el paso de los años, la vivienda sufrió modificaciones. Cambió varias veces de dueño y por algún tiempo estuvo abandonada. Uno de los propietarios decidió transformarla y construir un techo a dos aguas derribando todo el estilo modernista. Otro decidió agrandarla y sumarle dos dormitorios más pero, por suerte, esta vez conservó la arquitectura original.
Finalmente en 2011 pasó a manos de su actual propietario.
El desafío que Böhm tenía por delante no era simplemente volver el tiempo atrás; él quería recuperar la esencia del chalet, la simplicidad de las estructuras, la unión con la naturaleza y lo noble de los materiales.
Así fue que le encargó la tarea a los arquitectos Bazzano y Dos Santos del estudio Doss B que finalmente lograron recuperar lo que Jones Odriozola proyectó para el lugar.
En piedra y madera, con grandes ventanales que la transforman en una caja de cristal con vista al jardín de pinos tan típico de Punta Ballena y Portezuelo, Mantis (así la llamó) volvió a ser lo que era.
Se sacó el techo a dos aguas, se repararon las carpinterías de madera y el piso, también se cerró la barbacoa y se construyó una pérgola que sirve de refugio para los autos en verano.
El espacio se pensó como una ampliación de la casa y no como un anexo, para respetar líneas y estilos. De formas rectas y horizontales, la casa dialoga permanentemente con la naturaleza.
Son los enormes ventanales del techo al piso los que hacen que todo esté unificado en la casa: el interior y el jardín casi que no se distinguen y se convierte en el lugar preferido.
Cuando la reforma terminó, el dueño le encargó a Mercedes Da Costa, de Olika, el diseño de interiores. Ella en Uruguay y él en Buenos Aires eligieron cómo equiparla. Se restauraron piezas viejas y se eligió un sillón cómodo de los años 50 con una mesa circular con sillones de mimbre y hierro para la zona del living. Del mercado de pulgas de Buenos Aires, se trajo una alfombra de cuero de vaca y también allí compró unas lámparas de vidrio naranja.
En el jardín se plantaron liquidámbares, ginkos, pinos y aloes. Se colocaron piedras de las canteras de la ciudad de Minas y desde Argentina también llegó una escultura de hierro y madera verde de más de tres metros de altura: la mantis religiosa que da nombre a la casa y es obra del cordobés Santiago Dartiguelongue. “Fui tupiendo el amplio jardín con especies de geografías distantes, inspirándome en la ciudad de Palm Springs. Sobre la enorme duna de arena que bordea el Atlántico planté cactus, aloes y agaves, más propios de un desierto que de la playa. La vegetación que entra por las ventanas es parte constitutiva de esta arquitectura. Por eso quise que mi jardín fuera perfecto”, expresa.
Así, la reforma logró devolver la esencia al chalet de mediados de siglo pasado para disfrutar durante todo el año. “La casa es un lugar privilegiado para reunirse con familia y amigos. Guarda una sabiduría simple, un secreto difícil de descifrar. Sus proporciones, el enclave en el terreno, los materiales de las superficies, la integración con el afuera, todo eso crea una atmósfera de sueño o de película”, confiesa Böhm.
Guillermo Jones Odriozola construyó este refugio en el año 1950.