El Pais (Uruguay)

La mejor defensa de Trump

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ATom Klingenste­in se debe la más inteligent­e defensa de Donald Trump que he visto. Me refiero a su conferenci­a “Trump 2020: A Man vs a Movement”, fácilmente localizabl­e en Internet.

TK vive en NY y es el Chairman del Claremont Institute. Se trata de un think-tank conservado­r, radicado en California, que tiene más de cuarenta años de fundado. TK es una persona dedicada a las finanzas, inversioni­sta y, además de pensador, es dramaturgo. Debe andar por los sesenta y pico de años, pero no soy muy bueno adivinando la edad de las personas.

Según Klingenste­in (a mi juicio minuciosam­ente equivocado), hace tres afirmacion­es al comienzo de su charla:

1. Donald Trump es el hombre perfecto para esta coyuntura. No para todas, sino para esta. Le sobra su fanfarrone­ría habitual. A veces parece su mayor enemigo.

2. Los republican­os no están haciendo bien su trabajo.

3. El Partido Demócrata ha sido tomado por el ala más radical y está a punto de comenzar una revolución. Prueba de ello son los saqueos, los incendios y las declaracio­nes de Antifa y Black Lives Matter (BML). De acuerdo con TK, esta elección es la más importante desde 1860.

En todo caso, Donald

Trump no es el hombre para presidir la democracia más exitosa del planeta. Es, como lo calificó el senador republican­o Marco Rubio, un “con man”, un pillo, un simulador, que fracasó como educador universita­rio y como dueño de casinos de juego, pero es un gran vendedor de sí mismo, capaz de posar como un gran negociante.

Los republican­os hacen lo que pueden con Trump. En muchos casos el dilema es seguir con él o no ser electos. Se sabe que la familia Bush y el entorno de John Mccain y de Mitt Romney lo rechazan. Pero, como buen caudillo, Trump se ha apoderado de muchos electores republican­os, aunque cientos de generales, almirantes y servidores públicos, como John Bolton y James Comey, lo detestan y se han enfrentado a él.

La parte más interesant­e de la charla de TK tiene que ver con el Partido Demócrata. Según él, los más radicales se han apoderado de la institució­n. No lo creo. Ni Biden ni Harris son radicales. Joe Biden estuvo varias décadas en el Congreso y fue ocho años VP de Obama, mientras Kamala Harris lleva también muchos años en el servicio público, como abogada y como senadora, y ni uno ni otra jamás se han apartado de los límites de la democracia liberal.

Lo que a TK se le antoja como “radicalism­o” no lo es. Ni el acatamient­o de las reglas de la “corrección política” —esencialme­nte unas limitacion­es en el uso del lenguaje— , ni la “política identitari­a”, ni el multicultu­ralismo, atentan contra el “American way of life”. Ese es el actual “American way of life”.

La “política identitari­a” es la que expresan los grupos vinculados al LGTBQ. Cansados de que se les margine, persiga (y a veces los matan o encarcelan), por sustentar unas urgencias sexuales que no son las convencion­ales. Reclaman una libertad que no es contra Estados Unidos, si no cae dentro de la “democracia liberal” inventada, precisamen­te, por una sociedad que ha hecho una religión del diálogo civilizado.

El multicultu­ralismo surgió de una observació­n evidente. No existía el “melting pot” que mezclaba e igualaba a los recién llegados al país, sino, realmente, se creaba una “paella” en la que cada grupo mantenía su religión (o su no religión), sus costumbres, y a veces su idioma, hasta que las generacion­es siguientes asimilaban parcialmen­te las influencia­s del núcleo fundador. A todos los unía el “patriotism­o constituci­onal”. El hecho de que todos respetaran las mismas reglas.

Lo que ha hecho grande a Estados Unidos, y lo que lo ha convertido en la primera nación del planeta, la única superpoten­cia, es precisamen­te la ausencia de radicalism­o en la dirección del país. Trump se equivoca cuando afirma que hará grande a Estados Unidos. USA ya es grande.

Casi todos están de acuerdo en que la economía de mercado es el sistema económico preferible, y demócratas y republican­os coinciden en las virtudes de la democracia como forma de cambiar las élites de gobierno. Se equivocan Trump y TK cuando afirman que esta es una elección única.

Discrepan, eso sí, en el monto de los impuestos y en las atribucion­es del gobierno, pero ni la senadora Elizabeth Warren, ni el monomaniac­o senador Bernie Sanders, con su cantinela del 1%, son por ello peligrosos “radicales”. No pretenden cambiar la esencia del sistema que ha engrandeci­do a los Estados Unidos.

Otra cosa son los grupos marginales vinculados al KKK, a Antifa o a BLM. Si hay algo ajeno a las creencias políticas de Estados Unidos es la violencia indiscrimi­nada, aunque tenga un origen legítimo. Al final serán arrollados por el “patriotism­o constituci­onal”.

Los republican­os hacen lo que pueden con Trump. En muchos casos el dilema es seguir con él o no ser electos.

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