Derrumbe de una potencia petrolera
Producción de Venezuela es la más baja en casi un siglo; hay desempleo y contaminación
Por primera vez en un siglo, no hay plataformas en busca de yacimientos petrolíferos en Venezuela. Los pozos que alguna vez explotaron las mayores reservas de crudo del mundo están abandonados o los dejan para que emitan gases tóxicos que arrojan un brillo anaranjado sobre las ciudades petroleras en crisis.
Las refinerías que alguna vez procesaron petróleo de exportación son cascos oxidados, que gotean crudo que ennegrece las costas y recubre el agua con un brillo aceitoso.
La escasez de combustible ha llevado al país a un punto muerto. En las estaciones de servicios, las filas se extienden a lo largo de kilómetros.
El colosal sector petrolero de Venezuela, que dio forma al país y al mercado energético internacional durante un siglo, se ha detenido casi por completo, con la producción reducida a un goteo debido a los años de mala gestión y las sanciones estadounidenses. El colapso deja una economía destruida y un ambiente devastado, y, según muchos analistas, pone fin a la era de Venezuela como potencia energética.
“Los días de Venezuela como un petroestado se acabaron”, dijo Risa Grais-targow, analista
En otros tiempos, las exportaciones de crudo dejaban 90 mil millones de dólares.
de Eurasia Group, una consultora de riesgo político.
Se espera que el país que hace una década era el mayor productor de América Latina, que ganaba alrededor de 90.000 millones de dólares al año por las exportaciones de petróleo, obtenga alrededor de 2.300 millones para fines de este 2020, menos que la cantidad total de remesas que los migrantes venezolanos que huyeron de la devastación económica del país enviarán a casa para mantener a sus familias, explica Pilar Navarro, una economista residente en Caracas.
La producción es la más baja en casi un siglo después de que las sanciones hicieron que la mayoría de las compañías petroleras tuvieran que dejar de perforar o comprar petróleo venezolano. “Sin perforación, sin empresas de servicios y sin dinero, es muy difícil mantener incluso los niveles actuales de producción”, dijo David Voght, director de IPD Latin America, una consultora petrolera. “Si la situación política en el país no cambia, podría llegar a cero”.
RECHAZO. El declive ha disminuido más allá de lo reconocible a un país que hace apenas una década rivalizaba con Estados Unidos en influencia regional. También ha desmoronado una cultura nacional definida por el petróleo, una fuente de efectivo que alguna vez pareció interminable y que financió obras públicas monumentales —y sobornos generalizados—, becas generosas y llamativos viajes de compras a Miami.
En la capital, Caracas, los envíos periódicos de combustible desde Irán, pagado con las reservas de oro que quedan en el país, proporcionaron una apariencia de normalidad durante algunas semanas.
En todas las ciudades petroleras de Venezuela, el crudo que alguna vez proporcionó empleos y movilidad social, ahora envenena los medios de subsistencia de los residentes.
En Cabimas, una ciudad a orillas del lago de Maracaibo, que alguna vez fue el centro de producción de los campos petroleros de la región, el petróleo se filtra de los pozos y oleoductos sobmarinos abandonados. Cuando llueve, el petróleo que se ha rezumado en el sistema de agua, sa le a trvaés de los sumideros y desagües, corre con el agua de lluvia por las calles, embadurna las casas y llena el pueblo con su hedor gaseoso.
La desolación de Cabimas marca el rápido declive de un pueblo que hace apenas una década era una de las localidades más ricas de Venezuela.
Durante los años de auge, Pdvsa, la empresa petrolera estatal, colmó de beneficios a los residentes de los pueblos petroleros como Cabimas con programas de alimentación gratuita, campamentos de verano y juguetes navideños. También construyó hospitales y escuelas.
Ahora, las decenas de miles trabajadores de la empresa en quiebra se han visto reducidos a desmantelar las instalaciones petroleras en busca de chatarra y vender sus característicos overoles, con el logotipo de la empresa, para llegar a fin de mes.
El fin del papel central del petróleo en la economía de Venezuela es un retroceso trumático para una nación que, en muchos sentidos, definió lo que era un petroestado.
▃ Como fundador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en 1960, Venezuela ayudó a las naciones árabes a tomar el control de sus riquezas petroleras, dando forma al mercado energético global y al orden geopolítico en las siguientes décadas. En esa época de prosperidad, el ministro de Minas e Hidrocarburos de Venezuela, Juan Pérez Alfonzo, advirtió que la repentina riqueza petrolera era peligrosa: podría conducir a un endeudamiento excesivo y la destrucción de industrias tradicionales.
En los años siguientes, a pesar de los abundantes ingresos petroleros, Venezuela enfrentó una montaña rusa de deuda recurrente y crisis financieras. Cuando el exparacaidista Hugo Chávez apareció en el escenario nacional en la década de 1990 con la promesa de una revolución que pondría a trabajar el petróleo de Venezuela para los más pobres, cautivó a la nación. Poco después de ser elegido presidente en 1998, Chávez se apoderó de la petrolera estatal para impulsar su radical programa de desarrollo. Despidió a casi 20.000 profesionales del petróleo y nacionalizó los activos petroleros de propiedad extranjera. La aindustria entró en caída libre el año pasado, cuando Estados Unidos acusó al sucesor y protegido de Chávez, el presidente Nicolás Maduro, de fraude electoral y promulgó sanciones económicas para forzarlo a abandonar el poder.
Los socios petroleros, banqueros y clientes de Venezuela rompieron sus vínculos y la producción se desplomó. Las sanciones obligaron a las últimas petroleras estadounidenses a dejar de perforar. Los socios rusos y chinos de Maduro no llenan la brecha.