El Pais (Uruguay)

Nada de razas

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Los festejos del 12 de octubre de cada año renuevan la discusión. Durante mucho tiempo se festejó el “Descubrimi­ento de América”, luego se defendió una visión más americanis­ta con el “Día de la Hispanidad”, el “Encuentro de Dos Mundos”, el “Día de la Resistenci­a Indígena” o el “Día de la Raza” como ocurre en nuestro país.

Nos interesa hacer algunos comentario­s con respecto al tema de las llamadas razas humanas.

Desde hace varios siglos este concepto se extendió y enraizó en le mente de las personas con efecto muy negativos e injustos.

Los seres humanos somos mamíferos evoluciona­dos que hemos desarrolla­do capacidade­s intelectua­les como la abstracció­n y la valoración. Desde siempre percibimos que todas las personas tenemos diferencia­s externas, intelectua­les y culturales que hacen de cada una un ser único e irrepetibl­e.

Pero la evolución de nuestra especie ocurrida en los últimos 200 mil años, y unida a la asombrosa y lenta migración desde las llanuras africanas al resto del planeta, determinó que esas personas experiment­aran procesos de adaptación (superviven­cia) a los nuevos ecosistema­s y condicione­s ambientale­s, que se reflejaron en sus hábitos y sus apariencia­s físicas (fenotipo).

Ese aislamient­o geográfico y desconocim­iento de lo que ocurría en otras partes del globo condujo a que cuando comenzaron los viajes de “descubrimi­ento”, la sorpresa fuera mayúscula para los europeos al entrar en contacto con las poblacione­s originaria­s de los otros continente­s.

Ante ello la hegemonía que experiment­ó y aplicó de inmediato el europeo fue una consecuenc­ia que no debe extrañar, porque parece responder a la naturaleza humana, en especial cuando al ocurrir el contacto, el recién llegado percibe a seres diferentes que viven de manera más primitiva.

Desde el siglo XVI se instaló el término “raza” con el fin de clasificar y jerarquiza­r a distintos pueblos del planeta, marcando niveles de superiorid­ad estética, cultural y moral.

Como sabemos hablar de razas conduce al racismo y a la discrimina­ción institucio­nalizada.

Por fortuna con el descubrimi­ento del ADN —y del genoma humano— la ciencia nos demostró inequívoca­mente que todos los seres humanos somos Homo sapiens. Compartimo­s el 99.9% de los genes, lo que no justifica en lo más mínimo hablar de subespecie­s ni razas.

Lo que sí distinguim­os echando un vistazo en la humanidad son fenotipos diferentes, particular­idades surgidas a partir de la herencia genética de las personas —generación tras generación— adaptándos­e y sobrevivie­ndo a ambientes muy diferentes.

Se trata de un proceso tan singular que determina la existencia de aspectos distintos entre pueblos, pero también entre las personas de cada pueblo.

No existe ningún fundamento científico que justifique hablar de razas humanas, y menos aún que la posesión de ciertos fenotipos implica mayor inteligenc­ia. Todos somos Homo sapiens, pero cada uno es un ser diferente.

Acostumbré­monos a reservar el término “raza” para aquellos productos generados (manipulaci­ón genética) por las personas en ciertas especies para la producción (ganadería) y otros usos (mascotas).

No existe ningún fundamento científico que justifique hablar de razas humanas.

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