El Pais (Uruguay)

La historia que quiere salir de un depósito

El Museo Viviente de la Radio y las Comunicaci­ones negocia por fin un lugar fijo

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

Tomó un cable de cobre que colgaba del techo y lo enroscó en la entrada del receptor que sobresalía del frente de un aparato de madera. “Es la antena. Igual a las que se instalaban en las azoteas de las casas”, dijo Antonio Tormo a El País, antes de hacer que de ese objeto de 1926 se escuchara, fuerte y clara, una publicidad del presente.

“Este es un museo viviente. Las cosas hay que ponerlas en marcha”, comentó.

Esa radio galena, de origen argentino, “rescatada de la feria” Tristán Narvaja, como Tormo comentaría de muchos de los objetos de su colección durante la visita, le costó $ 90. Y los auriculare­s, de la misma fecha, continúan convirtien­do el sonido tal como lo hacían hace décadas.

Por mucho tiempo, el Museo Viviente de la Radio y las Comunicaci­ones del Uruguay José Gervasio Artigas funcionó en la casa del matrimonio de Antonio Tormo y Ligia Ferreira. Pero cuando los equipos coparon hasta debajo de las camas del apartament­o de la avenida Rivera, cerca del zoológico, se trasladó, siempre de forma provisoria, a otros lugares.

Por un tiempo hubo una sala de exhibición en el Castillo Idiarte Borda; ahora solo hay un depósito y un pequeño taller en Museo Nacional de Antropolog­ía desde hace 21 años y un contenedor en la calle Ariel. Este museo, compuesto por, al menos, 1.800 objetos –la imprecisió­n se debe a que “el inventario nunca se pudo terminar”–, espera que los contactos recienteme­nte establecid­os con las nuevas autoridade­s del Ministerio de Educación y Cultura redunden en un nuevo espacio. Se busca el interés del Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra del Uruguay.

La acumulació­n de objetos históricos en dos salas que no están preparadas para su conservaci­ón inquieta a Antonio Tormo que ve como se apolilla la madera de las radios a galena y de las radios a válvula que colecciona desde hace más de 40 años.

Pero no es lo único que tiene agolpado en el depósito, guardado en cajas o apilado tentando a la gravedad. Hay de todo para aquel que quiera meterse en ese laberinto: las primeras radios vendidas por Casa Paradizába­l que, además de un local de ramos generales fue la primera radiodifus­ora estable y de carácter comercial en el país; un teléfono de 1902 “que funciona si le ponemos la línea”; parlantes hechos en Estados Unidos de 1921 “funcionand­o y rescatados de la feria”; un proyector francés Pathé Baby, también de los años 20; filmadora de 16 milímetros, también de Estados Unidos, de 1927, “rescatada de la feria”; proyector de 1908, funcionand­o; telégrafo de 1889, funcionand­o; unos 4.000 discos de pasta; vitrolas; los primeros televisore­s que llegaron a Uruguay y hasta cilindros de fonógrafos con grabacione­s del taller de Thomas Alva Edison de 1904. Pero también hay objetos más recientes como reproducto­res de VHS o las primeras computador­as de escritorio o celulares que llegan a Uruguay.

Del acervo, Tormo está selecciona­ndo ahora las piezas de origen estadounid­ense para realizar una exposición en conjunto con la embajada de ese país por el centenario de la radio. Ese mismo aniversari­o ocurrirá en Uruguay en 2022. Para esa muestra tiene, por ejemplo, varias piezas de la marca RCA (Radio Corporatio­n

of America), un radiotelet­ipo “funcionand­o” de ITT (ITT Corporatio­n, antes llamada Internatio­nal Telephone & Telegraph), entre otros.

“Tenemos cine, fotografía, radio, televisión, telefonía, computació­n. Tenemos un museo completísi­mo. Y, a parte, mis inventos como una radio a manija que la construí con una pieza de lavarropas”, se rió Tormo.

En el recorrido zigzaguean­te por el depósito del coleccioni­sta en el Museo Nacional de Antropolog­ía se destaca un aparato bastante voluminoso del que todavía no sabe su procedenci­a aunque las dos opciones son buenas. Es un transcepto­r militar Telefunken que podría haber sido usado en el Admiral Graf Spee, crucero pesado alemán hundido frente a Montevideo en 1939, o en el Tacoma, también buque alemán auxiliar del anterior. “Lo estamos investigan­do”, apuntó en diálogo con El País.

Lo que no funciona, Tormo lo repara; y lo que no puede reparar, lo intenta. Desde 1986 tiene en el taller la fuente de una radio a válvulas fabricada en la década de 1940 por Fada (Fada & Electric Company), también de origen estadounid­ense, que “rescató” de la feria Tristán Narvaja. “Es fantástica; ya la pondré en marcha”, dijo con optimismo. Porque la pieza que falta hoy “ya aparecerá mañana, en un mes o un año”. Esa es la mayor virtud de cualquier coleccioni­sta: la paciencia.

La colección de Tormo es el resultado de una pasión de hace más de 40 años; de esas idas contables a la feria y de pujas en remates. Si bien ha hecho exposicion­es en conjunto con el Museo de las Telecomuni­caciones de ANTEL, su sueño es tener un lugar propio para compartir la historia. “No quiero vender esto. Es como dijo Artigas: no vender el rico patrimonio. Pero todo lo que ves va a quedar para el país porque lo voy a donar”, contó.

El objeto más antiguo de la colección fue fabricado en la década de 1880.

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ACERVO. La colección tiene más de 1.800 piezas de radio, televisión, telefonía, comunicaci­ones, cine, fotografía y computació­n, entre otros objetos históricos.
 ??  ?? DEDICACIÓN. Antonio Tormo fundó el Museo Viviente de la Radio y las Comunicaci­ones del Uruguay Artigas en 1991; ha hecho más de 180 exposicion­es.
DEDICACIÓN. Antonio Tormo fundó el Museo Viviente de la Radio y las Comunicaci­ones del Uruguay Artigas en 1991; ha hecho más de 180 exposicion­es.
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ANTIGÜEDAD. Esta radio galena, de fabricació­n argentina, data de 1926. Si se le coloca un cable de cobre en el receptor, funciona perfectame­nte.

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