“Siempre hay que cambiar”
—En “Los instrumentos”, la canción que abre Basta de música, cantás: “Me gustan los instrumentos, / Los que a tocar aprendí, / También los que no domino, / Pues me dominan a mí”. Este es un disco con mucho piano, ¿de qué manera nutrió las canciones?
—Esa es una idea que vengo manejando desde hace bastante tiempo y ahora la puse en una canción. Es una falta de respeto ante la música ser una pluma al viento y dejarte llevar solo por las fuerzas líricas y depender solo de lo inspiracional; pero al mismo tiempo es una tontería querer dominar esas fuerzas. Cuantas más herramientas tengas y más conozcas tus fortalezas y debilidades, mejor vas a cabalgar a ese dragón de la música, que es como un toro mecánico: a la larga te tira. Con los instrumentos pasa lo mismo: es fundamental que domines alguno y asumirlo. Lo que pasa con el piano es que te domina y te enfrentás a un instrumento al que no estudiaste con tanto ahínco como otros, pero que tocás con los músculos flexibles. Es como un futbolista que juega a otro deporte: ya tenés ciertos códigos. —Este es tu álbum con menos
“El trap es una cosa increíble. Me parece el triunfo de John Cage y Stockhausen”.
guitarras, un instrumento que domina el resto de tus discos. —Claro. “Para vencer”, “Los barcos”, “Dos patos” y “Sencillo” están llevadas por el piano. Después está “Chuza”, que no tiene instrumentos y es una cosa muy contemporánea. Eso tiene que ver con el trap, que es una cosa increíble. Me parece el triunfo de Stockhausen, John Cage y todos esos dementes. Ganaron, al final. Eso me parece fascinante, es como el poscanción porque son estructuras donde no está claro si hay una estribillo o una estrofa, ni te queda claro qué instrumentos se usan. Además, la voces usan efectos como si fueran instrumentos y ya no importa porque los parámetros son otros, y las letras tienen eso de que no sabés qué están diciendo. Es fascinante que pueda ser popular y no de nicho.
—¿Qué artistas descubriste? —Está Nicki Nicole, que es increíble y canta como si fuera
Erykah Badu. También está Wos, que tiene letras muy buenas; Ca7riel, que es de los que más toca; y Bhavi, que tiene “Piso”, un temón increíble que parece que habla en lenguas, glosolalia y con un groove deforme. Desde la época de Charly y Spinetta, no había una corriente argentina que me interesara tanto.
—En “Para vencer” cantás: “¿Por qué querés hacer lo que ya hiciste ayer? Si eso ya lo sabés”. En Basta de música, ¿te planteaste no repetirte?
—No me lo planteo. Primero viene la música y después pienso. En la vida sí hago las cosas que hice ayer, porque hay cosas que me hacen bien, pero en el territorio de la música y la canción siempre hay que cambiar. Eso te lo demuestran todos los veteranos capos que siguen haciendo música y que sus actitudes son ejemplos a seguir. Con respecto a lo de buscar algo nuevo, a veces te preguntan: “¿Estás buscando salir de tu zona de confort?”, y yo digo que no, porque mi zona de confort es estar entusiasmado. Si estoy entusiasmado es porque estoy en un lugar nuevo; no quiero llegar a un lugar donde tenga pánico, y la música me ofrece infinitas posibilidades. A veces me recalcan la cosa de la búsqueda y la de no quedarse en un mismo lugar, y yo pienso: “Loco, ¿no debería ser ese un requisito sine qua non para cualquier artista de cualquier rama?”. Me parece un poco escandaloso que eso parezca algo a resaltar. —Las canciones se centran en el uso de los elementos justos. ¿Fuiste detrás de la simpleza? —Exactamente. Vos condensás sentimientos o pensamientos dependiendo del tiempo transcurrido, intentando ponerlo en las palabras más simples posibles. Ese fue un proceso que estuvo en todo el disco y en los arreglos. Lo que tenía que ser sofisticado que lo sea, pero quería llegar a un lugar con la mínima cantidad de elementos. No va en que toques un acorde raro ni que escribas una letra muy larga que diga muchas cosas. Calculo que me voy a quedar un rato en este lugar.