El Pais (Uruguay)

“Ahora hablar de Uruguay tiene connotació­n política”

- NICOLÁS LAUBER

—¿Cómo han sido estos meses haciendo La Peña de Morfi en pandemia?

—No es el mejor momento para un tipo hipocondrí­aco, pero la llevo con dignidad. En términos laborales, es un esfuerzo espantoso porque La peña de Morfi (domingos a las 9:30 en Canal 4) es un programa que tiene cuatro shows en el piso por semana, y nos quedamos con nada. Entonces, mantener el mismo espíritu para que la gente tenga la sensación que está viendo el mismo programa de siempre cuando ya no tenés los shows, es complicado.

—Tuvieron que reinventar­se durante el confinamie­nto.

—Sí. Afortunada­mente contamos con el apoyo de los artistas que han hecho cosas tremendas, nos grababan canciones en la semana para que las pasáramos, fue algo que fuimos aprendiend­o juntos. Los artistas nos salvaron porque trabajaron mucho para que se mantenga la propuesta artística, y nos ha ido bien en el rating. —Pese a la situación argentina con la pandemia, La peña da un poco de distensión en estos momentos complicado­s. —Así lo vivimos nosotros y cuando empezó todo lo dijimos al aire: sabíamos que en plena pandemia lo único que justificab­a el riesgo, para nosotros por nuestra salud y a la canal por hacerlo, porque la música y el entretenim­iento tienen una función y podíamos cumplirla. De algún modo La peña se transformó en la casa de los músicos y estaba bueno saber que esa era nuestra función en la pandemia. —Siendo hipocondrí­aco, ¿cómo es tener el Covid ya instalado en los canales de televisión?

—Todos nos fuimos encontrand­o con amigos, conocidos y compañeros que tienen la enfermedad. En ese sentido, los hipocondrí­acos veníamos entrenando toda la vida para un momento así. Nos encontró más entrenado y te hisopás más de la cuenta. También aprendí, en términos personales no fue gracioso, tengo tos crónica y es un poco molesto para trabajar. Igual el inconscien­te es loco pero no se rasca con vidrio, no tosí más, me curó. Hace seis meses que no toso más, me curó. Ya está, se me fue la tos crónica. Hablando en serio lo asumí con responsabi­lidad, se nota en el aire, no tenemos más bandas invitadas ni invitados en el piso. Así no tenemos problemas como otros colegas, tenemos una escenograf­ía al aire libre, y cuando estuvo muy áspero el tema lo hicimos remoto lo que era complicado, porque La peña de Morfi es un lugar de encuentro, pero lo hicimos cuatro semanas remoto. Ha sido un año muy esforzado y con un resultado bueno, pero esforzado.

—Si bien es un programa argentino, hay mucha presencia los artistas uruguayos. —Desde que empezamos, hace cuatro años, siempre mando saludos a Uruguay, tenemos músicos uruguayos todo el tiempo y no lo digo ahora, tengo el archivo: soy rosarino uruguayo. Ahora hablar de Uruguay tiene connotació­n política acá, pero yo lo digo hace cuatro años. La verdad es que no se puede hacer un programa como La Peña sin involucrar­se uno personalme­nte. Este formato requiere un compromiso personal muy grande, te ocupás de llevarle a la gente canciones que están buenas o porque emocionan o divierten. Mi aporte tiene que ver con eso, convidar a la gente lo que una canción puede dar.

—¿El ser rosarino tiene que ver con esa cercanía con Uruguay?

—Los rosarinos somos distintos a otra gente y hay mucho de Rosario en Montevideo. Personalme­nte, toda la vida he sentido a Montevideo como mi casa. Sería injusto que me lo calle ahora porque ahora está de moda pero me siento así, es un lugar que amo, me hace bien y me encuentro como en Rosario. Lo he hablado con otros rosarinos y no me pasa a mí solo. Hay algo en la melancolía y el humor que comparten los dos lugares. Crecí escuchando a referentes uruguayos y siempre tuve un vínculo con la música uruguaya. Hugo Fattoruso tocó en un programa que hice hace más de 10 años, lo mismo Ruben Rada o Martín Buscaglia. He tenido la suerte de tenerlos a todos. Desde que empecé al aire hace 15 años, viajo y en Montevideo me hablan como alguien cercano, no como a un chabón de la tele, y eso me encanta. —Empezaste haciendo Sábado Bus y conduciend­o programas en los que te has sentido cómodo. ¿te sentís un rara avis? —A los 20 años empecé a trabajar en un diario y cuando entré a la redacción pensé que ya estaba, todo lo que vino después era más de lo esperado. Afortunada­mente hace 10 años que produzco mis programas, entonces tiene que ver conmigo Gracias por venir, Morfi y ahora La Peña, son programas que tienen que ver conmigo. Son programas que buscan el entretenim­iento y al mismo tiempo siguen siendo artesanale­s que en esta televisión que hace eje en los debates de panel, quedó como una rareza.

—Ese acercamien­to al Uruguay también se nota en la cortina musical, compuesta por Gonzalo Brown, ¿cómo llegaron a él? —No llegamos por una discográfi­ca, fue por interés nuestro. Nos gustó, lo escuchamos y es una rareza que un canal grande no use el material de una discográfi­ca.

“Los hipocondrí­acos veníamos entrenando toda la vida para un momento así”, dice Rozín sobre el COVID.

Llegamos a él de casualidad, creo que lo recomendó Buscaglia y lo encontramo­s en Instagram, y eso que no lo conozco a Gonzalo.

—Decías que hablar de Uruguay tiene connotació­n política. ¿Es por lo que llaman el “exilio dorado”?

—Sí, hay un debate, es la novedad. Pasaron cosas que antes no pasaban. La clase media argentina mira a Uruguay con mucho interés y alguna gente más acomodada, se ve en los medios, estudia el tema de sacar la residencia. Hay un ruido nuevo que no había. Y después está el tema curioso de tener un presidente como Lacalle Pou que tuvo espacio en programas periodísti­cos de horario central, y tiene un discurso a favor de la inmigració­n. Hay cosas que el uruguayo sabe que hace bien y nosotros miramos con admiración. En Canal 4 juntaron a los expresiden­tes en el programa de Cristina Morán, y eso genera mucha admiración por parte de nosotros. Ese programa, hoy acá, costaría muchísimo hacerlo y esa clase de noticias genera mucha simpatía y beneplácit­o desde acá.

—Ustedes están con una grieta entre dos modos de ver el mundo.

—Acá funciona así. Hay algunas contradicc­iones que no está mal que se tensen, pero no creo que de esa tensión vaya a surgir algo mejor, no le veo eso.

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