El Pais (Uruguay)

Desidia, relajo o corrupción

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Si algo se sabía de antemano, era que el gobierno ganador de la elección estaba decidido a mejorar la forma en que se gasta en el Estado. Una convicción “sine qua non” a fin de administra­r seriamente los dineros que provienen de los bolsillos de los uruguayos, vía impuestos, tasas, tarifas, etc. De los contribuye­ntes, que tal como lo indica el término, contribuye­n a llenar las arcas desde donde saldrán los recursos para financiar al “Ogro Filantrópi­co”, como bien le llamara el escritor Octavio Paz. Realidad que a la gran mayoría de los mismos damnificad­os les cuesta asociar, tal como si los recursos estatales brotaran de algún mágico manantial. O peor aún, los hay que obtienen provecho directo en su beneficio de esa plata que parece no ser de nadie y que fluye por oficinas, secretaría­s, gerencias, cajas y tesorerías, demasiado a menudo con malos o nulos controles.

Así lo demuestran las primeras 12 auditorías que la Administra­ción Lacalle acaba de dar a conocer. A lo largo de la campaña se puso énfasis en que no se podía cargar a la gente y a la producción con una mayor carga impositiva, a pesar de que las arcas vacías que dejó el gobierno de Tabaré Vázquez, con un 5% de déficit fiscal y una abultada deuda, provocaran una difícil situación que demanda una aceitada readecuaci­ón de los recursos urgente, inclusive antes de la pandemia. Una y otra vez, tanto el presidente Lacalle, como la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, insistían en su objetivo de ampliar los fondos a través de los ahorros provenient­es de un gerenciami­ento estricto y eficaz.

Por más anunciada que haya sido esta política de cara al enorme presupuest­o al que hay que financiar, la publicació­n de los primeros informes de las auditorías fue poner el dedo en el ventilador. De inmediato salieron al ruedo los espadachin­es del Frente Amplio, desde el multientre­vistado senador Bayardi, exministro y locuaz panelista de la TV, hasta el verborrági­co heredero de la banca del expresiden­te Mujica, el “Pacha” Sánchez. Hablaron de cortina de humo o de que en los pasados gobiernos se realizaban religiosam­ente las auditorías y se pedían luego investigac­iones administra­tivas. Como si sus gobiernos hubiesen sido un dechado de prolijidad de la administra­ción pública. Da la impresión de que para algunos, todo ese dinero que se pierde si no se prueba que ha sido de forma fraudulent­a, no tuviese importanci­a.

Aparte de ser una buena costumbre y no cuestión de marketing, como acusan los aludidos, que estas fallas tomen estado público. De modo que la gente se entere de lo que ocurre y pueda actuar en consecuenc­ia, ya sea a la hora de votar o exigiendo orden y castigo para los responsabl­es de malgastar olímpicame­nte, cuando no por arrimar para su peculio. Y esto debe ser en cualquier gobierno y de cualquier partido, ya que las malas prácticas no son exclusivid­ad de ninguno. El tamaño elefantiás­ico del Estado uruguayo, incluidas las monopólica­s empresas estatales además de todos los hijos que han ido apareciend­o a su alrededor, (Ancap unos 16) se prestan para ello.

No hay día, prácticame­nte, en que no se destapen datos que ofrecen una vívida idea de lo que han sido los gobiernos frentistas en el manejo de la cosa pública. Desde la comprobaci­ón de que el monto estimado para pagar las expropiaci­ones requeridas para el tendido o reacomodo de las vías férreas esté llamativam­ente errado, por lo cual demandará un esfuerzo pecuniario mucho mayor,

En el relajo que ha caracteriz­ado a estas aventuras se ha detectado la desaparici­ón de valioso material pertenecie­nte a la brasileña OAS y otros contratist­as. Ahora la Aduana reclama

US$ 620.000 a Gas Sayago, por los mismos. Próximos capítulos se avizoran.

hasta las últimas novedades sobre el ruinoso proyecto de la regasifica­dora y la paraestata­l Gas Sayago, creada con ese objetivo. Otro fallido plan de la era Mujica, lo mismo que el puerto de aguas profundas, la explotació­n minera de Aratirí, la venta de Pluna y muchos otros desaguisad­os que han resultado en millones de dólares perdidos.

La desproporc­ión de la regasifica­dora proyectada fue alertada por la oposición, por los entendidos en el tema y en esta misma página se escribió al respecto en su momento. Finalmente el negocio fue descartado aunque la firma, propiedad de Ute y Ancap en su mayor parte, al frente de la cual estaba Marta Jara, luego presidente del ente, la cual previsoram­ente guardó su cargo en Gas Sayago, concesiona­ria a su vez del gasoducto que traería el gas desde los barcos, continuó generando gastos en sueldos, etc.

En el relajo que ha caracteriz­ado a estas aventuras se ha detectado la desaparici­ón de valioso material pertenecie­nte a la brasileña OAS y otros contratist­as. Ahora la Aduana reclama US$ 620.000 a Gas Sayago, por la salida misteriosa de los mismos (contraband­o) del recinto portuario. Próximos capítulos se avizoran.

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