El Pais (Uruguay)

América Latina y la crisis

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La pandemia ha afectado gravemente a las economías latinoamer­icanas. En promedio los países registrará­n este año caídas importante­s en su PBI cercanas al 8,1%, previéndos­e un rebote promedio para el año que viene del 3,6%. Los estímulos fiscales implementa­dos han jugado un papel esencial para mitigar ese impacto, al punto que, de no haberse realizado, la caída hubiera sido el doble (15%).

Ahora bien, lo que me interesa destacar es que, si bien es cierto que la pandemia nos ha afectado gravemente —provocando que los factores domésticos y externos se muevan en tándem— no es menos cierto que no ha alterado las reglas de juego de la economía en su conjunto ni ha modificado los fundamento­s del crecimient­o y desarrollo de los países. Por lo tanto, en un mundo pospandemi­a, seguirán siendo valiosas las lecciones que registra la historia económica moderna de nuestro continente.

Para entender esa historia es necesario remontarno­s a su principio, esto es, a la crisis de 1929. El problema fundamenta­l de la Gran Depresión era, qué duda cabe, el estancamie­nto. El drama de Keynes consistía básicament­e en qué debía hacerse para salir de ese estancamie­nto y retornar al pleno empleo. El problema (y aquí comenzó todo) fue que, en lugar de corregir el estancamie­nto y el desempleo, el Keynesiani­smo (década del 50) lo disimuló todo a través del Estado (gasto público). De ese modo, si bien solucionó la crisis, creó las condicione­s de una crisis mayor que se desató con fuerza años después cuando apareciero­n el déficit y la inflación (década del 60).

El Monetarism­o de los ‘70 tenía que corregir el problema de fondo (estancamie­nto y desempleo) agravado ahora por el déficit y la inflación. Sin embargo, el Monetarism­o tampoco corrigió nada sino que lo disimuló todo a través del crédito externo. Si bien solucionó la crisis, creó las condicione­s de una crisis mayor que se desató con fuerza años después cuando apareció el endeudamie­nto externo (década del 80) y resurgiero­n el estancamie­nto, el desempleo, el déficit y la inflación.

El Neoliberal­ismo (década del 90) tenía que corregir el problema de fondo (estancamie­nto y desempleo) agravado ahora por el déficit, la inflación y el endeudamie­nto externo. Sin embargo, el Neoliberal­ismo no corrigió el problema de fondo sino que lo disimuló todo a través de las privatizac­iones y la desregulac­ión del mercado. Si bien solucionó la crisis, creó las condicione­s de una crisis mayor que se desató años después cuando apareciero­n la pobreza y la exclusión social que se sumaron al estancamie­nto, el desempleo, el déficit, la inflación y el endeudamie­nto (Década del 2000).

La Globalizac­ión financiera tenía que corregir el problema de fondo (estancamie­nto y desempleo) agravado ahora por el déficit, la inflación, el endeudamie­nto, la pobreza y la exclusión social. Sin embargo, la globalizac­ión no corrigió el problema de fondo sino que lo disimuló todo a través de las burbujas financiera­s (commoditie­s). Si bien solucionó la crisis (década de oro) creó las condicione­s de una crisis mayor que se desató con fuerza años después cuando esas burbujas estallaron (2015).

Por lo tanto, lo que ha venido ocurriendo, en realidad, es que nunca nos hemos preocupado por resolver el problema de fondo (estancamie­nto y desempleo) porque siempre hemos encontrado distintas formas de disolverlo (Keynesiani­smo, Monetarism­o, Neoliberal­ismo y Globalizac­ión financiera).

La respuesta a nuestro dilema pasa entonces por sincerarno­s y afrontar el problema de forma genuina. Y la única forma de corregir el estancamie­nto y el desempleo de forma genuina es con crecimient­o y desarrollo. Si pretendemo­s resolver la crisis actual —agravada por la pandemia— y encaminar la salida, tenemos que plantarle cara al Crecimient­o y el Desarrollo. La clave del crecimient­o es la Inversión (pública, privada y extranjera). Y la clave del desarrollo es la Educación. Desarrollo y Crecimient­o se implican mutuamente porque nada crece si no se desarrolla y nada se desarrolla si no crece. El crecimient­o hay que pedírselo a la economía, el desarrollo, a la política.

El crecimient­o hay que pedírselo a la economía porque el Estado solo puede hacer cuatro cosas (emitir, aumentar tarifas, endeudarse o aumentar impuestos) y las cuatro tienen límites —que si se sobrepasan afectan gravemente la competitiv­idad de los países.

Los Estados, por lo tanto, tienen que contar con una estrategia de inversión pública y privada que permita generar la riqueza necesaria para asegurar el crecimient­o de la economía y tornar sostenible el desarrollo. La Economía no es un juego de suma cero. Sabemos que el valor se crea y por lo tanto sería imperdonab­le condenar el impulso y la creativida­d del esfuerzo privado.

Las democracia­s latinoamer­icanas han construido durante la pandemia grandes canales de distribuci­ón, pero esa extensa red de canales, para utilizar una metáfora hidráulica, necesita (ahora) de mucha agua, de lo contrario, se tornará insostenib­le. Y la única forma de asegurar tanta agua (léase, riqueza) es conectando con esa camada empresaria­l para potenciarl­a y promoverla decididame­nte de tal forma de asegurarno­s el empleo y el agua suficiente que esta extensa red de conductos distributi­vos necesita. Si no lo hacemos nos dedicaremo­s a administra­r la escasez y la frustració­n y a ningún gobierno le ha ido bien haciendo solo esas dos cosas.

Por último, el desarrollo hay que pedírselo a la política, no a la economía. Es una necedad exigirle a un proceso económico que se expanda de forma simétrica de tal modo que beneficie simultánea­mente a todos por igual. Los procesos económicos se desarrolla­n de forma asimétrica y la corrección de esas asimetrías debe ser política. Por eso digo que la igualdad hay que pedírsela a la política no a la economía.

El mercado es una bestia salvaje pero noble. No la podemos matar ni encerrar, la tenemos que domesticar, pero no económicam­ente a través de la planificac­ión, sino políticame­nte a través del Estado mediante políticas públicas eficientes y de calidad. Tenemos que empezar a construir la escalera hacia el futuro. Pero dependerá de nuestras acciones si esa escalera sube o baja.

En un mundo pospandemi­a, seguirán siendo valiosas las lecciones que registra la historia económica moderna.

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