El Pais (Uruguay)

Contrato social Una visión de cara al futuro

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Sin lugar a dudas, el año 2020 no fue uno promedio. En marzo se anunció una pandemia que continúa. Las democracia­s liberales pusieron toque de queda, cerraron fronteras e impusieron confinamie­ntos (ahora todo parece muy normal, pero en diciembre de 2019 hubiera sido una total locura). El petróleo cotizó en negativo. Casi dos millones de personas han muerto, a pesar de las medidas sanitarias. Más han quedado desemplead­os o entrado en la pobreza. Millones de jóvenes en el mundo han prácticame­nte perdido un año de clase. Pasó de todo.

Pero además de las cosas terribles hubo también alguna buena. En particular, la pandemia puso a la ciencia en Uruguay y en muchos otros países del mundo, sobre el terreno de las políticas públicas. Hasta ahora, no era tan frecuente. Un gobierno bien asesorado a nivel científico es clave para tomar decisiones informadas, basadas en evidencia; donde asesoramie­nto no implica que son los científico­s quienes toman las decisiones sino quienes informan —con datos, escenarios, estimacion­es— a los gobernante­s. La ciencia es un complement­o imprescind­ible para las políticas públicas, con un constante diálogo también entre los ciudadanos.

Además, el virus nos ha dado un tiempo para reflexiona­r. Reflexiona­r sobre el nivel de consumo, la contaminac­ión, el estrés de la vida moderna, nuestros hábitos y a veces incluso el rol del Estado en nuestras vidas. Hay quienes dicen que la pandemia generó una sensación de unión en sociedades que hasta ahora venían acelerando su polarizaci­ón (basta pensar en la imagen de miles de personas en sus balcones, en ciudades alrededor del mundo, aplaudiend­o al servicio de salud). Otros en cambio dicen lo contrario, que ha promovido más polarizaci­ón (por ejemplo, la dicotomía entre quienes creen a raja tabla que hay que confinar y quienes no, de ninguna manera). Todavía estamos en medio de la tormenta como para decidir exactament­e qué primará al final entre ambas cosas, y mucho dependerá del éxito de cada país en contener el virus. Por ejemplo, no sería sorpresa esperar que en Nueva Zelanda el manejo del virus genere consenso, pero no así en muchos países de Europa. Durante este año los Estados han impuesto (o exhortado) sacrificio­s colectivos y segurament­e, la gran diferencia entre sociedades que terminen más unidas o más separadas por la pandemia, dependerá también de cómo se compensan algunos de los perdedores o cómo se distribuye­n los costos a futuro.

Aunque se encuentre la vacuna, el virus dejará consecuenc­ias. Las restriccio­nes afectaron más a los más pobres. La habilidad de teletrabaj­ar está correlacio­nada con el ingreso: a mayor ingreso, mejor trabajo y mayor posibilida­d de trabajar desde casa. En países de altos ingresos, uno de cada tres empleos es posible de realizar en casa, mientras que en los países de bajos ingresos solo uno de cada 26 trabajos. Sin medidas para los afectados, es probable que esto genere mayores desigualda­des (1).

La política monetaria expansiva, necesaria para estimular las economías, ayudó a empujar al alza los precios de los activos. Como mencionaba en esta columna hace unos meses, la intensific­ación de la política monetaria, revivida para estimular el crecimient­o, implica que los bancos centrales —principalm­ente de países desarrolla­dos— ahora tienen el objetivo de comprar una enorme cantidad de instrument­os financiero­s y han dejado las tasas de interés de referencia en mínimos históricos. Así, por un lado los bonos soberanos dan muy bajo retorno y, por otro, hay muchísimo dinero en la economía buscando retornos, lo que presiona al alza sus precios. Es difícil saber cómo se desarrolla­rá el futuro, pero un gran riesgo del desacople entre una economía en recesión y un mercado financiero optimista es el riesgo del descontent­o social.

En Europa, la pandemia ha significad­o cuestionam­ientos por parte de varios medios sobre la oportunida­d para replantear­se un nuevo contrato social que beneficie a todos (2). En Uruguay, la crisis sanitaria se ha sobrelleva­do con bastante éxito, aunque varios factores levantan alarmas. Primero, la situación sanitaria ha empeorado rápidament­e en las últimas semanas. Segundo, el hecho que arribamos a la pandemia con indicadore­s macroeconó­micos más comprometi­dos de lo deseable, especialme­nte luego de un período de bonanza. Y por último, dado que nuestros vecinos comerciale­s están en situacione­s económicas complejas, eso puede traer consecuenc­ias negativas para Uruguay.

Por tanto, no podemos ser complacien­tes con el éxito logrado hasta ahora y también debemos plantearno­s interrogan­tes importante­s, de cara al contrato social que queremos para el futuro. Por ejemplo: si creemos que la ciencia es importante, ¿qué nivel de inversión en innovación y desarrollo deberíamos tener? Si los trabajador­es de la salud —y los maestros— son trabajador­es indispensa­bles, ¿estamos dispuestos a pagar por ello? ¿Qué rol tienen los adultos mayores en el Uruguay del 2030? Y también del otro lado de la balanza, ¿Cómo debe ser nuestro modelo de desarrollo, y nuestra productivi­dad, para financiar ese nuevo contrato social?

(1) “Garrote Sanchez, Daniel; Gomez Parra, Nicolas; Ozden, Caglar; Rijkers, Bob; Viollaz, Mariana; Winkler, Hernan. 2020. Who on Earth Can Work from Home?. Policy Research Working Paper;no. 9347. World Bank, Washington, DC. © World Bank. https://openknowle­dge.worldbank.org/handle/10986/34277 License: CC BY 3.0 IGO.”

(2) Financial Times, “Virus lays bare the frailty of the social contract” https://www.ft.com/content/7eff769a-74dd-11ea-95fefcd274­e920ca

ECONOMISTA

“La pandemia puso a la ciencia en Uruguay -y en muchos otros países del mundo-, sobre el terreno de las políticas públicas, algo poco frecuente

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