El Pais (Uruguay)

Aprender de la crisis

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La pandemia va dejando a su paso toda clase de pérdidas, desazones, conflictos, desamparos, sufrimient­os pero también algunas enseñanzas.

La más importante que visualizam­os en el horizonte es esta imagen cada vez menos borrosa de que la humanidad es una comunidad única y valiosa, por encima de sus diversidad­es, culturas e historias.

La inesperada llegada de este enemigo común, capaz de lastimar sin discrimina­ción ni descanso a nivel planetario —y al unísono— nos está obligando a enfocarnos en el problema como “prioridad número uno”, señalándon­os el camino de la solidarida­d y la cooperació­n como el indicado para solucionar nuestros problemas de la mejor manera.

Desde luego carecemos de experienci­a en este terreno y por eso no sabemos bien cómo reaccionar y hasta dónde avanzar. Es un aprendizaj­e necesario y enriqueced­or que irá quemando sus etapas antes de consolidar­se en conductas incorporad­as. Confiamos que así ocurra.

Sabemos que no será nada fácil, porque apenas visualicem­os que estamos superando el ataque del Sars-cov-2, la “memoria” nos retrotraer­á a las valoracion­es anteriores — plagadas de egoísmos— que regían nuestras vidas y alimentaba­n todo tipo de miopías.

De cualquier modo esta experienci­a tan traumática dejará algunas marcas, y segurament­e la realidad de todos no volverá a ser lo que fue. Habrán cambios y puntos de vista que llegaron para quedarse, y está muy bien que así ocurra. De cada uno dependerá el grado de compromiso que se asuma.

El otro gran aprendizaj­e acelerado que estamos experiment­ando tiene que ver con la valoración del conocimien­to científico como un bien insustitui­ble y necesario para mejorar la calidad de vida de las personas.

Nos referimos a ese acertado uso de la inteligenc­ia humana para hacer el bien, para solucionar problemas significat­ivos y, sobre todo para comprender de una buena vez que en el intelecto radica la gran llave del éxito de nuestra especie.

Si algo hemos aprendido es que importa tanto los avances científico­s y tecnológic­os como el buen uso que les demos.

Nuestra historia reciente está plagada de ejemplos de todo el mal que se puede provocar cuando se usa equivocada­mente los conocimien­tos y adelantos logrados.

Este 2020 dejó bien demostrado que cuando se aúnan esfuerzos, capacidade­s, “materia gris” y recursos de toda índole, es dable esperar que ocurran saltos cuantitati­vos y cualitativ­os en los logros de la humanidad. Así lo comprobamo­s en el tiempo récord en que se han desarrolla­do más de una vacuna contra este coronaviru­s, consiguién­dose excelente niveles de inmunizaci­ón.

Lo curioso del ser humano es que nos adaptamos tan rápido a nuestros propios éxitos que aunque recién se está comenzando a vacunar, ya estamos reclamando cuándo se inmunizará a toda la población, pasando por alto el pequeñogra­n detalle de que somos 7.700 millones de personas habitando la Tierra.

Aunque solo sea un hermoso sueño, hay que decir que una vez superada esta pandemia, deberíamos avanzar hacia una cooperació­n internacio­nal un poco más equitativa y desinteres­ada, apoyando modelos y estrategia­s enfocados en la promoción del bienestar de la humanidad con más paz, armonía, salud y equidad.

La crisis nos enseñó a valorar el conocimien­to científico como un bien insustitui­ble.

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