El Pais (Uruguay)

Shonda Rhimes se estrenó en Netflix y así es su primera serie

- BELÉN FOURMENT

En 2017, la noticia supuso un shock para la industria televisiva y confirmó las dimensione­s y ambiciones del universo del streaming. Shonda Rhimes, la brillante creadora de las series Grey’s Anatomy y Scandal y productora del éxito How To Get Away With Murder, había firmado un contrato de exclusivid­ad con Netflix para producir contenido durante varios años, por una cifra en torno a los 150 millones de dólares.

Era un golpe directo en la cara de Disney, dueño de la señal ABC con la que Rhimes desarrolló sus trabajos fundamenta­les, y que por entonces acababa de anunciar el futuro lanzamient­o de su propio servicio on demand. Y fue un golpe que se reforzó cuando poco después Netflix fichó a Ryan Murphy —el de Nip/tuck, Glee, American Horror Story—, uno de los proveedore­s de éxitos de Fox, también de Disney, por el doble de salario que se le pagó a Rhimes.

En 2018, en entrevista con The New York Times, Rhimes dijo que “todo el mundo piensa que hay un show de Shondaland”, en referencia a su propia productora. “No, hay un show de Shondaland que hicimos para ABC. Ahora no puedo esperar a mostrarles a todos que un show de Shondaland es lo que hacemos para el mundo”. La directora y guionista de hoy 50 años explicaba que sentía que su creativida­d estaba limitada y que necesitaba expandirse.

Netflix se le presentaba como un terreno infinito donde podría construir todo lo que quisiera, y más.

Pasaron tres años para que la más popular plataforma de streaming finalmente estrenara una producción de Shondaland: Bridgerton desembarcó en el catálogo el día de Navidad y al cierre de esta edición se mantenía como lo más visto en Uruguay y en varios mercados.

Creada por Chris Van Dusen, colaborado­r de Rhimes desde Grey’s Anatomy, está basada en la serie de novelas de Julia Quinn y se ambienta en el Período Regencia en el Reino Unido, a principios del siglo XIX, en concreto en la temporada en que las adolescent­es —las debutantes— llegan ante la reina Carlota y frecuentan bailes en pos de conseguir pareja y, más importante, un buen futuro.

Es un drama con chispazos de comedia que cualquiera identifica de inmediato como una mezcla entre Orgullo y prejuicio (más con la película de Joe Wirght que con la brillante novela de Jane Austen) y la famosa serie juvenil Gossip Girl. Para completar el cruce curioso, las orquestas de los bailes de gala tocan músicas de actualidad como “Girls Like You” de la banda Maroon 5.

Bridgerton se centra en Daphne Bridgerton (Phoebe Dynevor, foto), una muchacha que, deja en claro varias veces, pasó toda su vida a la espera de este momento crucial. Todo va como lo imaginó ya que la monarca (Golda Rosheuvel) la elige como el “diamante” de la temporada, pero su hermano mayor Anthony (Jonathan Bailey) se encarga de espantarle a todos los pretendien­tes.

De repente Daphne pasa a ser de la favorita de los solteros a ser ignorada y, cuando cree que su vida se arruinó para siempre —así de tajante era todo—, el libertino y distante duque de Hastings, Simon Bassett (Regéjean Page, foto) se le presenta como una oportunida­d. Él, que está negado a casarse por una herida abierta de su pasado, quiere espantar a todas las madres dispuestas a enlazarlo a alguna de sus hijas; ella quiere demostrar que es lo suficiente­mente atractiva como para cautivar a un apuesto duque, y así despertar el interés del resto de los hombres.

Toda su aventura se da entre una cantidad de personajes secundario­s a medio explotar y con el hilo conductor de Lady Whistledow­n, la narradora con la voz de Julie Andrews que es una chimentera que publica dimes y diretes de la élite londinense en, digamos, un fanzine. Nadie sabe quién es pero todos obran en función de ella, tal como en Gossip Girl.

Además de las referencia­s más evidentes, Bridgerton bebe de los lugares comunes de las películas románticas y tiene giros bien de culebrón. Hay arpías de telenovela, madres de buen corazón y por supuesto, esta pareja de opuestos, él con el corazón forzadamen­te marchito y ella con el sueño de una familia grande y amorosa. Todo en un entorno visualment­e agradable, con vestuarios llamativos y colores cálidos, donde los temas se tratan con liviandad y donde —más allá de la ubicación temporal— no hay nadie que cuestione el casamiento o la maternidad como única alternativ­a posible para las mujeres, la mercantili­zación de las adolescent­es o la violencia masculina para solucionar problemas. El personaje de Eloise Bridgerton (Claudia Jessie) es el único que aporta una mirada crítica a las costumbres, pero no se le da mayor espacio para desarrolla­rse. Como para tapar las falencias, Bridgerton no repara en el asunto racial y de hecho presenta a Carlota —entre otros personajes— como una reina negra.

Aunque entretenid­a y pasatista, la primera creación de Shonda Rhimes para Netflix está lejos de las expectativ­as. Pero a Ryan Murphy le pasó lo mismo: ni The Politician ni Hollywood ni Ratched, el spin-off de Atrapado sin salida, han convencido a la crítica y al público más allá del banquete estético que proveen; tampoco la película El baile. ¿Será que tener el mundo entero como límite se convierte en un problema?

Rhimes, claro, tendrá un montón de posibilida­des para que Shondaland destaque. El año que viene llegaría Inventing Anna, miniserie sobre la falsa heredera Anna Delvey que engañó a toda la alta sociedad neoyorquin­a; y en lista hay otro par de proyectos de época, una comedia negra adolescent­e y una suerte de Scandal en versión Casa Blanca, entre otros proyectos. En el camino, quizás, aparecerá el verdadero brillo.

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