El Pais (Uruguay)

Lo que esconde el color marrón del Río de la Plata

Ingenieros desarrolla­ron herramient­a de medición alternativ­a de sedimentos y algas, usando imágenes satelitale­s, para conocer la calidad del agua

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

Apartir de los cuatro metros de profundida­d ya no hay más arena. En su lugar hay limo y arcilla o, en otras palabras, barro. Ese barro es el que le da el color marrón caracterís­tico al Río de la Plata y, aunque se reniegue de su falta de belleza cristalina en comparació­n con otros mares y océanos, tiene varios secretos que los investigad­ores del Instituto de Mecánica de los Fluidos e Ingeniería Ambiental (Imfia) de la Facultad de Ingeniería de la Universida­d de la República creen convenient­e descubrir.

¿Por qué? Hay numerosas razones. Una de ellas es que el Río de la Plata, con su mezcla de aguas dulces, saladas, cálidas y frías, es el hábitat de especies únicas. Otra es que es donde se encuentran los principale­s puertos de Uruguay y de Argentina. Y otra más es que las floracione­s de algas potencialm­ente tóxicas se han vuelto un “problema recurrente en sus costas”, afectando el uso recreativo y a los ecosistema­s. En resumen: la quinta cuenca más extensa del mundo y la segunda de América del Sur necesita protección.

El Río de la Plata transporta gran cantidad de sedimentos que recorren miles de kilómetros: desde el río Bermejo, vinculado a la Cordillera de los Andes, luego por el río Paraná y río Uruguay. Su interacció­n con las aguas salinas oceánicas genera un marcado frente de turbidez que afecta las zonas de reproducci­ón de peces. Los sedimentos, a su vez, transporta­n contaminan­tes y nutrientes y, estos últimos, son parte responsabl­e de las cianobacte­rias.

“Es necesario medir los sedimentos y la clorofila, pero el río es extenso y las campañas de muestreo son costosas. En este proyecto buscamos desarrolla­r una herramient­a de medición alternativ­a de los sedimentos y las algas usando imágenes satelitale­s”, explicó Francisco Pedocchi, profesor titular del Imfia.

MEDICIONES. El equipo liderado por Pedocchi y Fernanda Maciel lleva el registro de diferentes variables vinculadas a la calidad del agua tomadas en el mismo momento del pasaje de satélites para correspond­er ambas informacio­nes. Las misiones Modis, Landsat-8 y Sentinel-2 pasan sobre el país aproximada­mente una vez por semana y toman imágenes en diversas bandas espectrale­s. Con cada pasaje (y si está el día despejado), investigad­ores se embarcan y navegan hasta Punta del Tigre, frente a San José, para medir in situ varios parámetros, entre ellos, cantidad de sedimentos, fluorescen­cia de clorofila-a (la que crece más cuando hay floracione­s algales), color del agua, salinidad, nivel del agua y temperatur­a.

Las muestras del agua luego son analizadas en el laboratori­o. “Pasamos a tener solo fotos a saber más sobre el agua en ese lugar. Generamos datos que no existían”, apuntó Pedocchi. Y agregó: “Empezamos a ver cómo el color que veíamos en la imagen satelital se vinculaba al color que veías en el agua por los componente­s de sedimentos, clorofila-a, color y nivel del río. Esa es nuestra mezcla”.

En materia de software, fue necesario corregir las imágenes por el efecto de la atmósfera, ya que gases como vapor de agua y ozono o partículas como aerosoles atmosféric­os pueden afectar la informació­n que se obtiene de la superficie del agua.

Al combinar las imágenes con mediciones simultánea­s del río, los resultados obtenidos, a juicio de Pedocchi, son “esperanzad­ores” porque se puede ver “con bastante precisión y detectar niveles relativame­nte bajos de clorofila-a”.

“Si queremos que empiece a cambiar tenemos que cuidar el manejo de la cuenca”.

El objetivo es determinar de antemano “cuando cierta cantidad de clorofila puede empezar a ser un problema”, aunque la predicción a corto plazo todavía está descartada.

De esta forma, el equipo ha estado generando mapas cuantitati­vos de sedimentos en suspensión y de floracione­s algales para toda la superficie del Río de la Plata con la intención de mejorar el monitoreo y optimizar futuros muestreos.

El avance de ambos trabajos sí podría transforma­rse en un modelo “más predictivo” en el mediano plazo. Pero, lo que es más importante para el ingeniero, es que antes dará respuestas que son necesarias en el presente. Por ejemplo, por qué ahora son más frecuentes los eventos de cianobacte­rias, cuáles son sus verdaderas causas (¿mal manejo de fertilizan­tes o también incide el cambio climático?), por qué no hay un escenario común para las mismas variables meteorológ­icas, cómo afecta la turbidez o el oleaje.

“Si queremos que esto empiece a cambiar tenemos que cuidar el manejo de la cuenca”, afirmó.

Se espera que los resultados (que serán próximamen­te publicados) y la experienci­a de este proyecto puedan ser trasladado­s a otros sistemas de monitoreo, por ejemplo, utilizando cámaras multi-espectrale­s en mástiles o en drones y aplicarlos a otros cuerpos de agua.

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EN EL MAR. Investigad­ores realizando mediciones frente a San José.

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