El Pais (Uruguay)

El golpe fallido de Donald Trump

- CLAUDIO FANT I N I

Un puñadito de días se vuelve un océano de tiempo cuando se los debe transitar con una situación insostenib­le. Los doce días que faltan para que Biden asuma la presidenci­a son una eternidad si, hasta entonces, continua en la presidenci­a alguien que delinquió y causó un desquicio de violencia que dejó cuatro muertos. Por eso, cuando el toque de queda reimponía la calma en Washington y el demorado voto de los senadores y los representa­ntes corroborab­a que Trump había sido derrotado por la institucio­nalidad, en los pasillos del Capitolio, de la Casa Blanca y de la Corte Suprema, empezaban a retumbar la palabra impeachmen­t y las menciones a la Enmienda 25ta de la Constituci­ón.

¿Puede permanecer en el Despacho Oval con el tablero de mando del país al alcance de su mano, incluido el “botón rojo”, la persona que presionó al gobierno de Georgia para que adultere el escrutinio de la elección en ese estado y, a renglón seguido, alentó la insurrecci­ón de extremista­s que atacó el Poder Judicial?

Cada embestida de Trump para destruir el proceso electoral y la transición institucio­nal, sólo sirvió para multiplica­r su derrota y sumarle fracasos. Cada fracaso fue un estropicio mayor al inmediato anterior y el último constituyó una tragedia que costó vidas y desgarró la imagen de Estados Unidos, además de acercar el país a la cornisa de la violencia política.

La llamada en la que presionó al gobierno georgiano para adulterar los escrutinio­s, aportó algunos votos para que los demócratas vencieran el martes, en el ballotage, a sus rivales republican­os, igualando el número de bancas entre progresist­as y conservado­res en el Senado, lo que deja el control de esa cámara al Partido Demócrata ya que, en caso de empatar una votación, la desempatar­á la vicepresid­enta Kamala Harris.

En el Estado sureño donde fue fuerte la confederac­ión decimonóni­ca y donde Margaret Mitchell escribió su célebre novela sobre la Guerra de Secesión, Lo que el viento se llevó, los republican­os perdieron por primera vez en treinta años. Georgia tendrá un senador negro, Raphael Warnock, que es el pastor de la iglesia de Atlanta donde Martin Luther King inició su lucha por los derechos civiles.

También terminó siendo un disparo en el pie el “coup de etat” contra el Poder Legislativ­o, porque diezmó el puñado de apoyos que Trump había conseguido para que la cesión bicameral se viera impedida de certificar el voto del Colegio Electoral.

Cada disparo que Trump hizo para destruir el proceso electoral, terminó siendo un tiro por la culata. Pero el último de esos disparos, además de provocar cuatro muertes, dejó herida la imagen institucio­nal de Estados Unidos en el mundo. El país donde cuatro presidente­s fueron asesinados, Lincoln y Garfield en el siglo XIX y Mckinley y Kennedy en el XX, ahora tiene el primer asalto al Capitolio en más de doscientos años.

Con semejante estropicio, si Trump no es destituido antes del día 20, es porque quienes podrían aplicar la Enmienda 25ta para destituirl­o, consideran que tal medida podría detonar toda la violencia latente en las agrupacion­es extremista­s que lo apoyan.

En todas las sociedades son muchos los que consumen teorías conspirati­vas. Y cuando estas teorías se irradian desde el poder, es para construir un régimen sostenido por la amenaza de violencia generaliza­da.

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