El Pais (Uruguay)

La democracia, ante nuevas amenazas para destruirla

En EE.UU. no hubo golpe de Estado, pero el ataque socava las institucio­nes

- THE NEW YORK TIMES /

Los expertos consideran que las acciones recientes del presidente Donald Trump y sus seguidores son más difíciles de detener que un golpe de Estado y ofrecen como ejemplo los retrocesos democrátic­os de países como Turquía y Venezuela.

¿Las acciones del presidente Trump y de algunos de sus partidario­s —que incluyeron el intento del presidente de presionar al secretario de Estado de Georgia para que cambiara los resultados de la elección presidenci­al y su incitación abierta a una turba violenta que luego atacó el Capitolio de Estados Unidos— constituye­n un intento de golpe de Estado?

Si la pregunta es si esas acciones son tan serias como las de un golpe, la respuesta es sí, estimó Erica de Bruin, politóloga de Hamilton College que ha investigad­o golpes de Estado durante más de una década.

Pero el ataque violento y antidemocr­ático al edificio del Capitolio no encaja en la definición técnica de un golpe, a pesar de que el presidente lo incitó y lo alentó. Y, según los expertos, eso importa, porque se requieren distintas medidas para impedir que este tipo de ataques dañen a la democracia.

ALENTÓ. Un golpe es un intento ilegal de tomar el poder a través de la fuerza o la amenaza de la fuerza que a menudo involucra al menos a una facción del ejército o de las fuerzas de seguridad.

Eso no fue lo que pasó el miércoles en Washington.

Aunque las personas que irrumpiero­n en el edificio del Capitolio estaban en algunos casos armadas, no parecen ser parte de ningún ejército organizado o de un grupo rebelde. Y, a pesar de que el presidente Trump alentó a los insurrecto­s en su papel de líder de ese movimiento, no intentó que el ejército los apoyara o usar otros de sus poderes presidenci­ales formales para ayudarlos, dijo Naunihal Singh, profesor de la Escuela de Guerra Naval.

Pero ahí no termina la historia. Estos días, las democracia­s tienden a colapsar tras recaídas graduales que no llegan a cuadrar con la definición técnica de golpe de estado pero que resultan ser más dañinas. En países de todo el mundo —entre ellos Turquía, Rusia y Venezuela— ha surgido un patrón claro en el que los líderes llegan al poder a través de elecciones pero luego socavan las normas, desmantela­n las institucio­nes y cambian las leyes para retirar las restriccio­nes a su poder. Al final, sus países son, excepto en nombre, dictaduras.

El ataque al Capitolio y el apoyo que recibió del presidente Trump, encaja muy bien en esa categoría. Y combatir ese tipo de retroceso antidemocr­ático requiere tácticas diferentes a las que se usarían contra un golpe.

“Sabemos cómo prevenir los golpes”, dijo De Bruin, quien literalmen­te ha escrito un manual sobre el tema. “Contamos con una colección de medidas que pueden emplear las organizaci­ones internacio­nales, los oficiales del ejército, las personas. Pero sabemos mucho menos sobre cómo prevenir acciones antidemocr­áticas”.

De Bruin advirtió que los golpes y los retrocesos democrátic­os no son mutuamente excluyente­s y que, de hecho, podían reforzarse entre sí. “Por supuesto, los intentos de golpe suceden en un contexto de protesta violenta”, dijo. “Eso hace que sean más probables”.

Y, ya sea que triunfe o que fracase, como la recaída democrátic­a es menos absoluta que un golpe de estado, que suele terminar en un par de horas, detenerlo requiere una intervenci­ón política más prolongada. Las soluciones legales, como las detencione­s y los juicios políticos, pueden ayudar a poner un alto a estas recaídas democrátic­as. También son de ayuda las soluciones de carácter político como cortarle el presupuest­o a los sectores involucrad­os.

También importan las respuestas más sutiles.

“Los líderes autoritari­os tienen terror a hacer el ridículo porque una gran parte de su poder deriva de la conexión social”, dijo Singh. Tratarlos como si fueran respetable­s refuerza ese poder, dijo, pero tratar el ataque del miércoles y el apoyo que hizo Trump del mismo con el “escarnio y el resentimie­nto que merece” es un modo de neutraliza­r cualquier insinuació­n de que es legítimo o se realizó con autoridad.

Mitch Mcconnell, político de larga trayectori­a y líder de la mayoría republican­a en el Senado, reaccionó el miércoles en el plenario del Senado al sostener que anular la voluntad de los votantes “dañaría para siempre a nuestra república”.

En el mundo hay líderes que llegan por elecciones y después resultan autoritari­os.

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SAQUEO. Uno de los militantes que asaltó la sede del Congreso roba la tarima desde la cual habla la presidenta de la Cámara de Representa­ntes, Nancy Pelosi.

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