El Pais (Uruguay)

Ayudar a la confianza

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En el caso de los proyectos de infraestru­ctura en gran escala, los sistemas de control ambiental tienen dos grandes funciones. La primera es controlar que la nueva infraestru­ctura no genere contaminac­ión. La segunda, es demostrar que no se ha producido tal impacto ambiental desfavorab­le. Esta función es especialme­nte importante en el caso de los proyectos con un impacto transnacio­nal porque, si se instalan sistemas bilaterale­s de verificaci­ón que funcionen en forma eficaz y transparen­te se contribuir­á a generar confianza y se evitarán recriminac­iones y situacione­s ríspidas entre las sociedades nacionales involucrad­as. Situacione­s que pueden envenenar la agenda de las relaciones entre los dos países. ¿No les suena conocido?

Esa es una de las lecciones que se puede extraer de la práctica, de décadas, de la Comisión Administra­dora del Río Uruguay (CARU) y de la aplicación de los mecanismos de vigilancia ambiental establecid­os conjuntame­nte por Argentina y nuestro país, luego de la decisión de la Corte Internacio­nal de Justicia en el caso de las pasteras. Esos instrument­os, primero, aseguran en forma permanente y sistemátic­a que la planta industrial cumpla con los parámetros ambientale­s estipulado­s; segundo, los resultados, obtenidos mediante procedimie­ntos compartido­s aceptados, están a la disposició­n de las autoridade­s ambientale­s de los dos países; y, tercero, esa informació­n es divulgada ampliament­e (gobernanza) en el seno de las dos sociedades civiles.

Al revés de lo que podría pensarse, en la práctica, el principal aporte de ese sistema de control binacional es demostrar que no existe contaminac­ión.

Para recapitula­r: en el año 2009, la Delegación Argentina ante la Comisión Administra­dora del Río de la Plata (CARP) presentó un proyecto para construir un emisor subacuátic­o de 12 kilómetros de longitud que desembocar­á en las aguas de uso común del Río de la Plata

interior. Esa presentaci­ón se realizó dentro del marco de los artículos 17 – 22 del Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo. La Delegación Uruguaya de la época aprobó el proyecto.

Desde entonces se le han realizado modificaci­ones al proyecto presentado y las obras avanzan sostenidam­ente (el emisor entraría en servicio dentro de un año).

En agosto del año pasado, El País, informó que el director de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (DINAMA) considerab­a que el emisor es un “tema todavía pendiente” y que lo

Una de las principale­s funciones del control ambiental es demostrar que no existe contaminac­ión.

que sabía era “más que nada la informació­n periodísti­ca que ha salido en los medios”. También explicó que, si estaban en “contacto con Cancillerí­a respecto al efluente de las papeleras, pero no sobre el emisario”.

Han pasado doce años desde que Uruguay dio su aprobación.

Parecería que, para el Ministerio de Relaciones Exteriores existe un muro conceptual insuperabl­e que aísla lo que sucede en el río Uruguay de lo que acontece en el Río de la Plata y que las lecciones aprendidas en el primero no son aplicables en el segundo. Esta visión es perjudicia­l para nuestros intereses.

Es evidente que desafíos similares exigen soluciones similares.

Lo peor es que Argentina y Uruguay ya disponen de los medios jurídicos y técnicos hábiles para instalar mecanismo sólidos y confiables de control ambiental para el emisor.

Lo que ha faltado es la voluntad política de hacerlos funcionar.

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