El Pais (Uruguay)

Ante una portunidad histórica Inédito comienzo de año

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Alas peculiarid­ades de un año pasado extremo a causa de la pandemia, el 2021 comienza con el hecho inédito del copamiento del Congreso de Estados Unidos por una turba afín al presidente Trump. Por encima de su simbolismo nefasto, expone la fragilidad de las democracia­s ante los extremismo­s de cualquier etiqueta, que florecen gracias a los iluminados que se autoprocla­man como redentores de atavismos o descontent­o popular, que a su vez azuzan para su provecho. Y para peor, consideran que sus posturas representa­n el verdadero ser nacional y se debe actuar en consecuenc­ia.

De esos comportami­entos se derivaron los totalitari­smos del siglo pasado y, en su forma más etérea, los populismos rampantes a los que nuestro continente fue y sigue siendo tan afín. Todos ellos dejan una estela de dislocació­n política y social con enormes costos económicos traducidos en mayor pobreza. Por tanto, vale la pena tener siempre presente esos riesgos recordando al maestro Borges diciendo ...¨La patria es nadie, la patria somos todos¨.

Lo bochornoso del episodio también expone un aspecto inesperado. En épocas pasadas se hubiera esperado un impacto negativo en los mercados financiero­s y bursátiles y un empuje en el debilitami­ento del dólar. En cambio, todo siguió con normalidad como si el mundo de los negocios estuviera hoy desligado de las peripecias políticas de turno en la mayor economía del mundo. Una respuesta puede ser la confianza del público en la fortaleza de sus institucio­nes para resolver crisis políticas. La otra es que la nueva economía es indiferent­e a los avatares políticos en los estados nacionales, pues sus actividade­s sobrevuela­n fronteras y signos ideológico­s de los gobiernos.

Otra novedad es el fortalecim­iento del precio de los alimentos explicado por el repunte de la demanda China, el debilitami­ento del dólar y razones climáticas. En algunos casos, como el de la soja, yendo a precios similares a los del súper ciclo de las materias primas. Y en menor medida, los correspond­ientes a los cereales, los lácteos, la celulosa y la carne. Aunque es prematuro predecir su duración, cierto es que generará un shock positivo inesperado en los países exportador­es, incluido Uruguay.

Nuestra historia reciente muestra que dicha bonanza externa se agoto en una expansión del gasto corriente, impactando poco la inversión, en particular la pública. A su vez, esa mejora de los términos de intercambi­o disimuló las carencias de productivi­dad del sistema económico, ocultando la necesidad de introducir reformas estructura­les en todo el sistema, eliminar los cuellos de botella de la infraestru­ctura y mejorar las condicione­s de acceso a los mercados internacio­nales. En definitiva, esa bonanza inesperada generó complacenc­ia en la sociedad y en los gobiernos pasados, creando un relato de que se había logrado un paradigma de crecimient­o permanente que generaba alto empleo y niveles de ingreso en ascenso. Peor aún, embarcándo­se en proyectos sin fundamento­s económicos sólidos, que terminaron en la dilapidaci­ón de cuantiosos recursos públicos, dejando de lado inversione­s básicas de menor glamour político, pero mayor rendimient­o social.

Esa herencia aun está presente y el actual gobierno debe profundiza­r esfuerzos para revertirla, a pesar de las dificultad­es del momento. Es cierto que la realidad actual va creando niveles de ansiedad creciente en la población, que necesariam­ente percuten en los gobernante­s. Pero más que nunca es necesario mirar mas allá del horizonte inmediato como forma de disipar tensiones, y mejorar la capacidad de salida aprovechan­do las condicione­s externas en materia de precios de los alimentos. Como es esperable, la pandemia en algún momento cesará y de ahí en más se lanzará una carrera entre todos para recuperar el tiempo perdido.

Algunos bloques de países ya se vienen posicionan­do, como lo refleja el reciente convenio de inversione­s entre China y la Unión Europea. Por otro lado, el mundo de la cuenca del Pacífico asiático, liderado por China, inicia un camino de integració­n comercial que representa el 38% del PIB mundial. A su vez, el post Brexit en materia comercial entre el Reino Unido y el continente dejó las cosas prácticame­nte igual, salvo algo más de engorro administra­tivo. Con ello se apagan las expectativ­as de mayor demanda de carnes provenient­es de exportador­es como Uruguay, con el agravante de la desaparici­ón gradual de la cuota Hilton otorgada por la Unión Europea. Por último, la administra­ción Biden, sin ser aperturist­a pero sí menos confrontat­iva, por su raíz ideológica no obstaculiz­ará acuerdos entre bloques o países. Sobre esas bases, el país necesita ir mostrando una estrategia comercial integral que, si existe, aun no se conoce bien, para que tanto los actores públicos y privados involucrad­os puedan actuar en consecuenc­ia. Mejorar las condicione­s de acceso a los mercados es un imperativo que por razones distintas se ha venido postergand­o y que no admite más demora.

Como dijimos, la mejora de los términos de intercambi­o en el pasado sirvió para disimular las ineficienc­ias de nuestro sistema productivo y de servicios. Ineficienc­ias portuarias, altos costos logísticos y de transporte y excesivo trámite burocrátic­o, aplican un arancel considerab­le al esfuerzo exportador. Resolverlo no es solo una cuestión de mayor inversión sino de aligerar trámites y modernizar regulacion­es.

Por último, queda paño para mejorar la eficiencia del sector agroexport­ador en su conjunto, a pesar de los avances en las últimas décadas. Todavía hay marcos institucio­nales donde operan algunos sectores — como la lechería— que deben ser perfeccion­ados para fortalecer la participac­ión de un espectro industrial amplio. Lo mismo a nivel de predios, facilitand­o su expansión tanto a nivel de áreas como en la productivi­dad de los predios.

Desapareci­das las emergencia­s de la pandemia, reaparecer­án nítidament­e las trabas que caracteriz­an a nuestro crecimient­o. Ante esa realidad debe actuarse con premura, más cuando hay indicios fuertes que se reabre una oportunida­d histórica.

CARLOS STENERI

ECONOMISTA

“Mejorar las condicione­s de acceso a los mercados es un imperativo que por distintas razones se ha venido postergand­o y no admite más demora.

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