El Pais (Uruguay)

La paradoja de Stearlin Felicidad y PIB

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El primer economista en considerar los datos de felicidad como fuente principal de investigac­ión fue Richard Easterlin, actualment­e profesor emérito de la University of Southern California. En un artículo de 1974, establece las bases de la llamada “Paradoja de Easterlin”, por la que es conocido.

La medición de la felicidad de las personas se obtiene de encuestas representa­tivas a nivel nacional en las que se hacen preguntas como: “Tomando todo conjuntame­nte, ¿cómo diría que está en estos días? ¿diría que es muy feliz, feliz o poco feliz?”, o “Tomando todo en considerac­ión, ¿qué tan satisfecho está con su vida en general estos días?” con una escala de respuesta que va de 1 (mayor nivel de insatisfac­ción) a 10 (mayor nivel de satisfacci­ón). Este tipo de preguntas se han incluido en encuestas de todo el mundo y arrojan resultados bastante similares en cuanto a variacione­s en la felicidad a lo largo del tiempo y la felicidad relativa de los distintos grupos poblaciona­les, por ejemplo, entre ricos y pobres.

La paradoja de Easterlin refiere a regularida­des empíricas que parecen ser incongruen­tes. Parados en cualquier momento del tiempo, la felicidad se correlacio­na directamen­te con los ingresos. Tanto al comparar entre países, o comparar individuos al interior de ellos, mayores ingresos se asocian a mayores niveles de felicidad. Sin embargo, a lo largo del tiempo, la felicidad de las naciones no tiende a aumentar en correspond­encia con el crecimient­o económico de los países. La paradoja es la aparente contradicc­ión entre la relación que se encuentre entre felicidad e ingresos en un momento determinad­o y la inexistenc­ia de esta relación a largo plazo. Más técnicamen­te, es la inconsiste­ncia entre evidencia provenient­e de datos de corte transversa­l y evidencia de series de tiempo.

La pregunta original de Easterlin cuestiona si cambios en el PIB afectan el bienestar declarado por los integrante­s de la sociedad. Siendo precisos, lo que no está relacionad­o son las tendencias de largo plazo entre felicidad e ingresos. A corto plazo, suelen subir y bajar juntos. Comprender la paradoja requiere entender esta distinción entre corto y largo plazo. Las fluctuacio­nes de corto están correlacio­nadas, mientras que las tendencias de largo no lo están.

Los psicólogos Amos Tversky y Daniel Kahneman (este último receptor del Premio Nobel de Economía en 2002) ofrecen la clave para desentraña­r la paradoja. Ellos plantean que las personas al evaluar circunstan­cias consideran mentalment­e algún punto de referencia. En muchos casos, este punto surge de una comparació­n social. Una persona se considera a si misma alta o baja según cual sea su altura y la altura de la mayoría de las personas con las que interactúa. Del mismo modo, el sentir personal respecto a los ingresos depende de cuánto es el nivel de ingreso del grupo de referencia relevante.

Siguiendo este principio, un determinan­te clave de la felicidad individual será qué tan por abajo o por arriba estén los ingresos individual­es de los ingresos de las otras personas. Los ingresos de los más ricos están por encima de los ingresos de referencia. Los ingresos de los más pobres están por debajo de la referencia social. Controland­o por otras dimensione­s de la vida, aquellos con ingresos más altos tenderán a ser más felices que el promedio. En un momento dado, la felicidad y los ingresos deben estar positivame­nte relacionad­os (la dimensión transversa­l de la paradoja).

A medida que pasan las décadas, aumenta el tamaño de la economía y los ingresos de todas las personas aumentan en proporcion­es más o menos similares. Por lo tanto, los ingresos de los niveles de referencia de comparació­n también aumentan. Los más ricos y los más pobres tienen mayores ingresos que antes, pero también tienen mayores ingresos aquellos con quienes se comparan, tanto esto sea consciente o inconscien­temente. Como resultado, la felicidad promedio permanece sin cambios (la dimensión temporal de la paradoja).

No debe confundirs­e tendencias con fluctuacio­nes temporales. Siguiendo el razonamien­to anterior, se podría pensar que la felicidad no debería cambiar ante caídas temporales del PIB y sin embargo esto sucede. En el corto plazo, cuando hay una recesión pronunciad­a, la felicidad general de la nación suele caer. Esto se debe a que en estas situacione­s, el grupo de referencia del individuo puede ser su propio nivel de ingresos pre-crisis. La caída general del PIB genera masivament­e una sensación de privación relativa con relación a lo que previament­e se tenía.

En definitiva, hay tres relaciones estadístic­as entre felicidad y el PIB. En un momento dado de tiempo, la comparació­n transversa­l entre individuos y naciones muestra una asociación positiva. En el corto plazo, felicidad y PIB también están correlacio­nados positivame­nte. La paradoja refiere al largo plazo, donde la tendencia creciente del PIB no se refleja en una tendencia creciente de la felicidad. La implicanci­a fundamenta­l de todo esto es que el crecimient­o económico en sí mismo no logra aumentar la felicidad a largo plazo de la sociedad a pesar de que las condicione­s objetivas mejoren.

NÉSTOR GANDELMAN

ECONOMISTA

“El crecimient­o económico en sí mismo no logra aumentar la felcidiad a largo plazo de la sociedad, a pesar de que las condicione­s objetivas sí mejoren.

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