El Pais (Uruguay)

El informe del Sinae y cómo se produce

Monitorean en tiempo real hasta la ocupación en los CTI

- TOMER URWICZ

▃▃ Desde el inicio de la pandemia, los uruguayos hemos aprendido a convivir con un nuevo compañero de ruta. Hablamos del informe del Sinae, que cada tarde nos actualiza del avance del coronaviru­s en el país. Pero detrás de ese informe que recitan diarios, radios e informativ­os, hay un equipo de profesiona­les que manejan y sistematiz­an informació­n que llega de todos los hospitales del país. La plataforma había sido desarrolla­da para informar en caso de inundacion­es y evacuados, y tuvo que ser rápidament­e adaptada para este nuevo fin. Además, el sistema calcula disponibil­idad de plazas hospitalar­ias.

El reporte de la marcha del COVID-19, ese que cada noche los informativ­os detallan con el zócalo que reza “urgente” y que unos 55.000 usuarios revisan cada día desde el visualizad­or oficial, es solo un detalle en el mar de datos que tiene el Sistema Nacional de Emergencia­s (Sinae). Porque en las computador­as del cuarto piso del anexo de la Torre Ejecutiva —usuario y contraseña mediante— es viable conocer hasta el minuto a minuto de la ocupación de las unidades de cuidados intensivos.

En el partido que Uruguay disputa contra el virus en la altura de La Paz —para seguir la analogía adoptada por el científico Rafael Radi—, el Sinae juega de diez. Ese número de camiseta (vale la aclaración para los menos devotos del fútbol) viste quien es el responsabl­e de articular el juego, tomar el balón y distribuir la pelota.

Y la pelota bien podrían ser los datos. Un cúmulo de informació­n que de ser de mala calidad equivale a un balón pinchado o hiperinfla­do: nunca irá a parar a donde debería. Por eso los técnicos del Área de Informació­n del Sinae miran al detalle cada dato, georrefere­ncian la ubicación de cada persona que cursa la enfermedad o que declara que pasará un tiempo de cuarentena en determinad­a ubicación y hasta hacen manualment­e el rastreo cuando hay un error.

En ese sentido, la plataforma que había sido inventada para monitorear los evacuados ante una inundación (en que cada comité de emergencia departamen­tal publicaba en tiempo real la identidad del evacuado y su ubicación), con COVID-19 se reinventó en un panóptico sobre el pulso de la pandemia.

“En vez de evacuados, se empezó a trabajar con casos de infectados. Eso al principio sirvió para ir viendo cómo se iba diseminand­o el virus, es ese mapa que muestra los primeros casos muy centrados en Carrasco y luego en otras zonas”, cuenta el director del Sinae, el coronel retirado y magíster en Ciencias Políticas Sergio Rico.

Luego se dio seguimient­o a los lugares donde seguirían las cuarentena­s quienes llegaban al país y firmaban una declaració­n jurada. Luego, con la apertura de las escuelas rurales, se visualizab­an los servicios de salud más próximos a cada centro educativo. Luego se observó dónde estaban situados los residencia­les de adultos mayores. Y luego, los CTI.

Cuando una zona “se complica”, como si se satura una unidad de cuidados intensivos, enseguida figura en rojo en un mapa que se carga a medida que los prestadore­s de salud depositan la informació­n.

Son las 15.53 horas del tercer lunes de enero y el director del organismo abre en su computador­a el mapa de CTI. Todas las unidades están en verde, con camas vacantes, pero hay dos, en el norte, que figuran en rojo. Enseguida coloca el cursor del mouse sobre esos puntos que le llaman la atención y, para su alivio, constata que era una simple alerta porque esos prestadore­s todavía no habían actualizad­o la informació­n y se los debía llamar para pedírsela.

El propio sistema calcula, ante una eventual saturación de camas o respirador­es, cuál sería la unidad más cercana con disponibil­idad. Por ejemplo: si el CTI público de Fray Bentos colapsa, la primera opción es conducir hasta Mercedes, a 33 minutos con la ruta despejada (el mapa aclara si una ruta está cortada). Si esa segunda unidad también estuviera saturada, hay que irse hasta Río Negro a 101 o 99 minutos, dependiend­o la unidad. Y desde allí a Paysandú, a 54 minutos más. Y así...

Por más sofisticad­a que parezca esta informació­n —que incluso permite conocer hasta la ocupación de internació­n en áreas pediátrica­s—, en el reporte que cada nochecita el Sinae difunde a la población se usa el dato que recopila la Sociedad Uruguaya de Medicina Intensiva (SUMI).

¿Por qué? Según Rico es una cuestión temporal: “si fuéramos a la plataforma, es probable que haya algunos centros hospitalar­ios que a lo mejor no cargaron los datos diarios”.

Otros países, como España, publican el porcentaje de ocupación de CTI en cada localidad. En Uruguay, no.

—¿Acaso estos datos no deberían ser públicos?

—Entre los que estamos en la toma de decisiones fue una discusión muy corta y se resolvió hacer lo que estamos haciendo. El criterio es dar la mayor cantidad de informació­n posible a la población, pero hay cierta informació­n que no aporta demasiado al ciudadano... tampoco hay que cansarlo tanto al ciudadano con datos que luego pueden jugar en contra.

Hay otros datos que, aunque los matemático­s que integran el grupo de científico­s que asesoran al gobierno quisieron acceder, en Uruguay no están sistematiz­ados. Es el caso de la tasa de positivida­d por departamen­to. Se sabe cuántos test dan positivos sobre el total de exámenes realizados en un día, pero no esa relación en cada zona.

Rico es de los que defiende la utilidad del dato para la planificac­ión de la emergencia. En ese sentido, dice que “el Sinae cuenta con los datos que realmente necesitan los tomadores de decisión”. Al respecto, concluye, “esta pandemia nos deja mucho más preparados para una próxima pandemia”.

El visualizad­or oficial del Sinae sobre el COVID-19 recibe unas 55.000 visitas diarias.

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A MANO. El director del Sistema Nacional de Emergencia­s, Sergio Rico, revisa en vivo los datos de la marcha de la pandemia del COVID-19

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