El Pais (Uruguay)

Dos caras de la caída de casos en CTI

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El viernes había 116 personas cursando la enfermedad de COVID-19 en cuidados intensivos. El sábado eran 115. El domingo, 114, Y ayer lunes, 113. Una simple mirada a estos datos sugeriría que la ocupación de camas de CTI por casos positivos de coronaviru­s viene en caída.

Desde la mirada más optimista, eso sería cierto y daría más margen para que el sistema sanitario no quedase en jaque. Desde la óptica más pesimista, en cambio, esta baja en los CTI viene acompañada de un “alta mortalidad”.

En solo cuatro días murieron 19 pacientes en cuidados intensivos (el 49% de los fallecidos totales informados en ese período).

Según el neurocient­ista Daniel Herrera, “hay que esperar a ver la tendencia, pero si la pandemia está en crecimient­o y llegando a las poblacione­s más vulnerable­s (los más adultos), la ocupación de camas crece aun cuando sea alta la mortalidad”.

Herrera explica que lo “esperable”, según la estadístic­a internacio­nal, es que de cada diez ingresos a CTI, cuatro mueren. Si se contagian solo los más jóvenes, ese porcentaje podría ser menor. Y a la inversa si solo se infectaran los más ancianos.

Otra de las variables que más afecta el tiempo de permanenci­a en CTI es el tipo de terapia que tiene que recibir el paciente: aquel que requiere una ventilació­n invasiva, con un tubo y que la máquina haga el esfuerzo de respirar, está, en promedio, un mes internado. Aquellos que no necesitan de ventilació­n alguna, están menos de diez días.

En el caso de los más adultos (sobre todo cuando superan los 90 años), ni siquiera ingresan a cuidados intensivos porque es “poco” el beneficio de esas terapias antes cuadros muy complejos.

Pero más allá de la ocupación de camas, la Sociedad Uruguay de Medicina Intensiva insiste que en Uruguay es más probable que escaseen los recursos humanos antes que las camas o los ventilador­es.

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Test de COVID-19.

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