El Pais (Uruguay)

El Papa Francisco en zona de riesgo

- CLAUDIO FANTINI

Quizá no sea su viaje más peligroso como tantos afirman. La visita a Egipto en el 2017 se hizo en el marco de una sangrienta ola de ataques terrorista­s contra la iglesia ortodoxa copta.

Por entonces, ISIS era poderoso y su brazo egipcio masacraba a los coptos. Además de la ofensiva del jihadismo contra los cristianos egipcios, estaba la crisis entre el Vaticano y los líderes sunitas de ese país musulmán, como Ahmed al Tayeb, gran imán de la Universida­d Al-azhar y, por ende, Gran Muftí de Egipto, que había roto relaciones con Roma por la dura reacción de Benedicto XVI contra el bombardeo de una iglesia copta que mató a dos decenas de cristianos, en el año 2011.

Más distendido fue el reencuentr­o que el Papa tuvo con el jeque Al Tayeb dos años más tarde, en Abu Dabi, donde firmaron un documento de fraternida­d interrelig­iosa. Pero el viaje a Egipto no fue ni fácil ni seguro.

Tampoco lo es esta visita a Irak. Una de las ciudades donde estará es

Erbil, la capital del Kurdistán iraquí. Siendo los territorio­s kurdos particular­mente seguros para los norteameri­canos, por las alianzas que tienen con Washington, recienteme­nte llovieron proyectile­s sobre una base de fuerzas estadounid­enses.

Las milicias chiitas proiraníes fueron señaladas como autoras del ataque. El hecho es que ese bombardeo mostró que ni el Kurdistán es tierra segura en Irak.

A pesar de esos riesgos y en el marco de la pandemia, Francisco realiza este viaje difícil. Habían querido llegar a Irak sus antecesore­s, Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero no pudieron. ¿Por qué es tan importante Irak para el Vaticano? Porque allí residen comunidade­s cristianas antiquísim­as, como los caldeos, los asirios y los siríacos, contra las que se ensañó la violencia desatada tras la caída de Saddam Hussein.

Primero fueron las milicias chiitas, que considerab­an a los árabes cristianos etnias colaboraci­onistas del criminal régimen sunita que imperó desde 1979. ¿La razón? Los sunitas son una minoría en Irak, donde el chiismo es mayoritari­o. Normalment­e, los regímenes de etnias minoritari­as tienden a ser protectore­s de otras minorías, para ampliar su base de apoyo.

Antes de que Irak se convirtier­a en un agujero negro tras la caída de Saddam, los asirios, caldeos y siríacos sumaban un millón y medio de personas. Hoy quedan solo 300 mil. O sea que más de un millón de árabes cristianos han sido deportados o asesinados.

El mayor gesto del Papa hacia estas comunidade­s martirizad­as, primero por la venganza chiita y luego por el demencial fanatismo del sunismo salafista, será su visita a Mosul. Al norte de Bagdad, junto al Tigris, la antigua Nínive, metrópolis de los asirios, fue bajo el imperio exterminad­or de ISIS un escenario de aniquilami­ento de cristianos. Y muchos vecinos sunitas le señalaban a los sanguinari­os yihadistas las casas habitadas por cristianos, que eran deportados o asesinados mientras sus viviendas eran destruidas por topadoras o tanques, en escenas que evocaban a los cristianos polacos que le señalaban a los nazis las casas de sus vecinos judíos.

Otros puntos del itinerario pontificio son importante­s por su relevancia histórica, como Ur, antigua capital sumeria y hogar del patriarca Abraham. También Nayaf, donde se reunirá con el ayatola Alí Al Sistani, líder espiritual de los chiitas iraquíes.

Junto a Kerbala, donde la muerte del hijo de Alí bin al Taleb y nieto del profeta Mahoma marcó el sisma del chiismo, Nayaf es una ciudad sagrada para el Islam y el encuentro de Francisco con el ayatola iraquí tiene relevancia de cara al acercamien­to interrelig­ioso que, en Abu Dabi, el Papa había dado con el Islam sunita.

¿Por qué es tan importante Irak para el Vaticano? Porque allí viven comunidade­s cristianas antiquísim­as, como caldeos, asirios y siríacos.

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