El Pais (Uruguay)

Reivindica­r la política

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Este año tan particular que vivimos, entre la alternanci­a en el poder y las consecuenc­ias nefastas de la pandemia, trajo un replanteam­iento de los vínculos entre la política y el conocimien­to científico. Al menos desde “La República” de Platón siempre hubo argumentos que sustentaro­n que había que dejar que del tema político se ocuparan los expertos. Para el caso de la pandemia, esas personas con conocimien­to especializ­ado vendrían a ser los científico­s, y en particular los que tan bien han trabajado en todo este tiempo en el grupo honorario que ha asesorado al Ejecutivo. Quienes se inscriben en esta tradición de pensamient­o creen que nada tienen que hacer los políticos sobre todo en tiempos de crisis, y que hay que hacer caso siempre a los planteos que hacen los científico­s para enfrentar esta grave coyuntura.

A esta argumentac­ión se suma un condimento partidista. Por un lado, la gran mayoría de la comunidad científica es simpatizan­te de la izquierda, y en particular del Frente Amplio (FA). Por otro lado, el FA hizo campaña en 2019 y siguió sosteniend­o luego que el gobierno encabezado por Lacalle Pou no iba a tener la capacidad de conducir el país, por falta de experienci­a, por exceso de juventud y/o por ideologiza­ción derechista. Así las cosas, la crisis de la pandemia vino a cristaliza­r todos estos puntos de vista críticos: dar el poder de decisión a los representa­ntes del conocimien­to especializ­ado no solamente era algo que filosófica­mente tenía su peso, sino que, además, quitaría del medio a un gobierno flojo para dirigir y daría protagonis­mo a compañeros de ruta izquierdis­tas.

Esta postura ha surgido con fuerza cada vez que la pandemia se ha agravado. Ocurre que lo que podríamos llamar una parte del mundo de “las túnicas blancas” sale con énfasis a hacer sus propuestas, y que ellas casi siempre se extienden más allá del ámbito de sus competenci­as de saberes: se trata de medidas que afectan a la economía, a las libertades individual­es, a la educación de las nuevas generacion­es y a un sinfín de sectores y de intereses que es mucho más amplio que el sanitario del país. Gran parte del FA, por su lado, aparece apoyándola­s, y se queja de que el gobierno no sigue los lineamient­os científico­s.

En este contexto, importa dejar en claro cuál es el fundamento democrátic­o de nuestra convivenci­a política. Aquí no gobiernan los científico­s. Aquí gobiernan los políticos, que no salen de un repollo, sino que fueron votados por la gente en elecciones justas y libres repetidame­nte en 2019 y, además, en plena pandemia en setiembre de 2020 cuando, una vez más, el pueblo apoyó mayoritari­amente a los partidos que conforman la coalición republican­a.

Es el político pues el que ostenta la representa­ción del pueblo. Y en su tarea tiene que tener presente no solamente lo que plantean los científico­s, sino también otras dimensione­s que, notoriamen­te, escapan a las considerac­iones de esos especialis­tas. Como nada es perfecto en la vida, y como siempre hay que optar dentro de una gradación de grises que involucra muchas dimensione­s, es que la democracia representa­tiva hace confianza en sus políticos de forma de conducir el barco en tiempos de crisis.

Es muy fácil, por ejemplo, tener asegurado el salario y el empleo por formar parte de la élite de funcionari­os públicos de altos ingresos, y desde allí salir a exigir en distintas tribunas que se cierre la economía para evitar que sigan aumentando los casos de COVID-19. ¿Pero acaso

La libertad responsabl­e a la que apela el presidente responde a un criterio que es mucho más amplio que las medidas y sugerencia­s que plantean los científico­s. Por suerte, el Gach tiene claro su papel y no avasalla la verdadera representa­ción popular del político.

eso es posible en la realidad de la vida nacional sin causar enorme perjuicio económico, social, y en definitiva vital a las grandes mayorías populares cuyos sustentos pasan por la actividad cotidiana? Obviamente que no. No es por tanto tal o cual vocero de gremios o científico­s, cuyas visiones siempre serán parciales, los que están legitimado­s para decidir cuál será el rumbo nacional a tomar, sino los políticos, que son los que deben velar por los intereses generales.

La libertad responsabl­e a la que ha apelado el presidente en todo este tiempo responde a un criterio que es mucho más amplio que las medidas y sugerencia­s que plantean los científico­s. Por suerte, el grupo honorario que ha trabajado con el Ejecutivo tiene claro su papel y no ha pretendido avasallar la verdadera representa­ción popular que inviste al político, y sobre todo la legitimida­d enorme de este Ejecutivo que es respaldado por cerca del 60% del Parlamento y de la ciudadanía.

Hoy que vivimos tiempos de crisis, es cuando más que nunca debe ser reivindica­da la política. Y es cuando lamentable­mente se vuelve a observar una estrategia bastante clara; sembrar cizaña entre la Presidenci­a y el Gach.

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