El Pais (Uruguay)

“La llegada de las variantes es una nueva pandemia”

- TOMER URWICZ

— En Uruguay se encontró la nueva variante P1. ¿Se está ante una nueva pandemia?

—Antes de que la canciller alemana, Angela Merkel, inmortaliz­ara esa frase de que asistimos “a una nueva pandemia”, ya lo habían advertido varios científico­s uruguayos. La llegada de las variantes es una nueva pandemia dentro de la pandemia. Estamos ante un nuevo partido y hay que reaprender.

—¿Reaprender qué?

—¿Qué sabemos de la infección de la variante P1 en los niños? Por ahora no sabemos mucho. Los pediatras están viendo casos sintomátic­os en Uruguay, pero no sabemos si es por la variante P1 o son cuadros asociados a COVID que el año pasado no apareciero­n porque los niños estaban guardados en sus casas. Por ahora sabemos que la P1 es bastante más contagiosa. En Río Grande del Sur pasó a ser, en solo tres semanas, la variante más prevalente. En Uruguay va ir trepando. No sabemos cuándo, pero va a trepar. Si se comporta como en Brasil, en pocas semanas será la variante que se imponga. También parece claro que afecta a una franja etaria más joven, aumenta la mortalidad en personas de 20 a 30 años y, al colaborar con la saturación más precoz del sistema sanitario, termina por incidir en la cantidad de muertes.

—La sospecha de que la variante P1 sea más contagiosa en niños inclinó la balanza en el cierre de escuelas de estos días. ¿Fue una visión correcta?

—El año pasado, cuando los científico­s nos equivocamo­s y pensamos que los niños eran vectores de contagios del SARS-COV-2 igual que con otros virus, se cerraron las escuelas y fue un desastre. En el mundo entero aumentaron las violacione­s, el trabajo infantil, la soledad. El problema actual, con la posible prevalenci­a de la variante P1, es que las chances de contagio en un ómnibus o en otro transporte aumentan. Todavía no sabemos si ante esta cepa es suficiente la distancia de dos metros, si alcanza con solo usar un tapaboca o vamos a necesitar dos. La semana pasada salieron estudios en revistas reconocida­s que daban cuenta de que la variante británica aumenta la letalidad independie­ntemente de la saturación del sistema sanitario. ¿La buena noticia? Las vacunas que disponemos, si bien no son tan eficaces como para las variantes anteriores, siguen siendo muy buenas y eficaces. Cuanto antes lleguemos al 70% o al 80% de la población vacunada, más le reducimos al virus su posibilida­d de transmitir­se.

—¿Para llegar a ese porcentaje habrá que incluir la vacunación en niños? —Posiblemen­te sí. En otros países ya lo están estudiando. El problema más crítico en todo esto era cómo disminuir la carga en los sistemas médicos. Con las variantes anteriores, los niños estaban relativame­nte protegidos. No estaban protegidos de nosotros, los adultos, quienes cometimos errores y les hicimos pagar el pato a ellos. Ahora las variantes abren dudas sobre si los niños pueden o no ser reservorio­s. Si nos equivocamo­s, hay que rápidament­e admitir el error y corregir la marcha. El gran acierto que tuvo Angela Merkel en su conferenci­a del otro día fue considerar que tal vez se había equivocado y rápidament­e metió marcha atrás. “Para adelante todo lo posible y para atrás todo lo necesario”, era un muy buen concepto. Lástima que se aplicó relativame­nte poco.

—¿En Uruguay está dado el escenario para admitir los errores?

—No lo sé, no sé nada de ciencias sociales. Pero reconozco que la historia de la medicina está llena de errores. Los grandes avances, esos que cambiaron paradigmas, fueron a costa de que muchos médicos lo pagaron bajo el dedo acusador de sus colegas. El húngaro Semmelweis, quien descubrió que la llamada “enfermedad de las madres que daban a luz” en realidad era fruto de la mala higienizac­ión de manos de los médicos dentro del hospital, terminó muriendo muy joven, internado en un hospital psiquiátri­co y acusado por todos los grandes médicos de la época. ¿Cómo vamos a decir que los médicos, quienes tenemos la túnica blanca, vamos a transmitir una enfermedad cuando somos la cura?

—Hablando de túnica blanca, la foto de perfil de su Whatsapp es una túnica blanca y una moña azul, ¿por qué?

—El año pasado, cuando toda la evidencia científica demostraba que incluso sacrifican­do los dos metros de distancia se podía volver a la presencial­idad plena, la escuela pública quedó muy relegada. Mis hijas, lamentable­mente, no van a escuela pública. Pero entendí que, como comunidad, estábamos cometiendo un error en cómo estábamos tratando a nuestros niños.

—En este aprendizaj­e del COVID-19, los científico­s comprobaro­n que la pandemia no acabaría en tres o cuatro meses como se estimaba en un comienzo. ¿En cuánto se termina?

—La ciencia y la medicina son mejores para el diagnóstic­o que para el pronóstico. La llegada de las vacunas es una excelente noticia. Pero si los países ricos no van a permitir a los países más pobres que accedan a las vacunas, como está acontecien­do, esto se va a transforma­r en una enfermedad endémica, como tantas otras, que van a terminar complicand­o a los propios países ricos. O vacunamos a todos o no salimos. Es un tema de mundo.

—¿Habrá que reforzar las vacunas luego de un tiempo como sucede con la gripe? —Por ahora no se sabe. Las hipótesis son más bien favorables a que nos vamos a tener que vacunar más de una vez.

—¿Las medidas que anunció el gobierno han llegado tarde?

—Desde el punto de vista médico y científico, sí. No hay dudas: se podría haber usado enero y febrero como barrera sanitaria y haber llegado a marzo en una situación mejor de la alcanzada. Desde el punto de vista de todas las variables que tiene a considerac­ión un gobierno, prefiero no opinar. —En la conferenci­a de sociedades científica­s del lunes pasado hubo quienes dijeron que, como expertos, no se han sentido escuchados por el gobierno. ¿Usted?

—En enero, cuando por motivos familiares tuve una sensación de desánimo, tuve esa sensación de que científico­s, médicos y académicos no habíamos sido capaces de influir en la toma de decisiones que tienen que tomar los políticos. En referencia a un editorial del diario El País que me generó una indignació­n muy grande: que uno pretenda ser escuchado no quiere decir que uno pretenda tomar decisiones. Si algo dejó en evidencia esta pandemia es que los países a los que les fue mejor en el manejo de la emergencia sanitaria fueron aquellos que se apoyaron en la ciencia y la academia para la toma de decisiones. Estados Unidos, siendo un país hiperdesar­rollado, tuvo un manejo desastroso de la pandemia. ¿Por qué? El presidente le dio la espalda a la ciencia, incluso cuando tenía a su lado a unos de los epidemiólo­gos más relevantes del último medio siglo. El asunto en una democracia es cómo se asesora el gobernante para tomar las decisiones: ¿solo escucha a sus allegados, a sus ministros, o busca saber qué tienen para aportar las distintas disciplina­s? Por eso creo que el editorial de El País fue equivocado: los científico­s en ningún momento pretendimo­s torcerle la mano al presidente. Muchos hemos trabajado horas extras, incluso fines de semana, de manera honoraria y por el bien del país.

—Usted fue uno de los que ayudó al nacimiento del GACH, ¿cómo lo ve hoy?

—Que el ministro de Salud, Daniel Salinas, se haya reunido con científico­s y médicos epidemiólo­gos previo a asumir su cargo, fue un enorme acierto. Nunca habíamos tenido tan estrecho vínculo con las autoridade­s sanitarias. Eso, y luego el asesoramie­nto de los científico­s, creo que llegó para quedarse. Ojalá que Uruguay vaya hacia una sociedad del conocimien­to que le permita, dentro de 20 o 30 años, sumarse al puñado de países desarrolla­dos.

—¿Cómo incide en esto la disminució­n de los recursos destinados a la ANII?

—Los países desarrolla­dos no invierten en ciencia y tecnología porque son ricos y, a modo de un gesto, ponen plata para que estos loquitos (los científico­s) se diviertan. Ya en 1911 había evidencia de que el desarrollo venía del valor agregado de los conocimien­tos. Israel exporta 23 billones de dólares en conocimien­tos. No exporta científico­s, sino sus invencione­s. Yo no soy economista, pero está claro que de las crisis se sale invirtiend­o en aspectos claves, como la investigac­ión.

—Usted había dicho que los test de diagnóstic­os desarrolla­dos en Uruguay no tenían “nada que envidiarle a los que vienen del norte”. ¿En qué se percibe ?

—Corea del Sur pasó de ser un país agroexport­ador a vendernos teléfonos celulares que valen más que un novillo gordo o que el mejor ganado que podamos tener. Eso tiene que ver con la inversión sostenida del 2% del PIB en I+D. Los que quieren dar el salto tuvieron que invertir por un período corto de su historia, pero no menos de 30 años: han invertido el doble y, luego, pueden bajar al 2% como mantenimie­nto. Nosotros somos de los países rezagados, de los que cada vez están más lejos. Los que hicimos con los test fue adaptar lo que se había hecho en otros lados: para eso sí estábamos preparados. Y, además, un ministro de Salud se animó a que los test de la academia y los institutos de investigac­ión pudieran entrar al mercado de los laboratori­os.

—¿Es de esperar que haya otras pandemias a mediano plazo?

—Sí. Para tener seres humanos sanos, hay que tener animales sanos y un ambiente saludable. Trabajos del año 2007 en China ya advertían que estaban todas las condicione­s dadas para que surgieran nuevas enfermedad­es infectocon­tagiosas. No solo eso: la OMS ya prevé que para 2030 las enfermedad­es infecciosa­s vuelvan a ser las primeras causantes de muertes. No solo por la aparición de nuevos virus, sino por la resistenci­a antimicrob­iana.

—¿Estamos mejor preparados para esas próximas pandemias?

—Somos un país pequeño. Si se hace lo posible por retener nuestros talentos y por invertir, estaremos mejor preparados. La inversión no es solo pública. En Israel, el 82% de la inversión en ciencias y tecnología es privada. Y buena parte de eso es inversión extranjera. A eso debería apostar Uruguay: a que los privados inviertan en la sociedad del conocimien­to.

Desde el punto de vista médico y científico, las medidas del gobierno han llegado tarde”.

Aún no sabemos si ante la nueva cepa alcanza con la distancia de dos metros y un tapaboca”.

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