El Pais (Uruguay)

Los que piensan distinto

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El mundo está lleno de gente que piensa cosas distintas a lo que la mayoría considera sensato. A veces esos pequeños grupos tienen razón y es la multitud la que perdió el rumbo. Otras veces no pasan de ser un grupúsculo necio atrapado en una visión disparatad­a e irreal del mundo.

El problema es que unos y otros quieren expresarse y en una democracia tienen derecho a hacerlo aunque sus ideas vayan a contrapelo del sentir general de una población.

¿A que viene esta reflexión? A que un grupo de legislador­es frentistas pidió informes al Ministerio de Salud Pública y al de Educación y Cultura ante la aparición de carteles en calles de Montevideo y Canelones que “promueven el miedo” sobre el aborto, un derecho que, recuerdan, está consagrado por ley.

Según el pedido de los legislador­es, estos carteles estarían hechos por una organizaci­ón social vinculada a la Iglesia católica.

En el pedido de informes a los dos ministerio­s, se les plantean exigencias fuertes, por entender que esos carteles vulneran los derechos consagrado­s en la ley que permite la interrupci­ón voluntaria del embarazo. Dicen que trasmiten desinforma­ción, frases imprecisas y “relatos falsos” sobre el aborto.

El pedido de informes fue también al Ministerio de Educación por cuanto el funcionami­ento general de las organizaci­ones sociales está regido por dicho ministerio.

Antes de entrar de lleno en el tema habría que dejar en claro dos puntos.

El primero es que estos carteles se exponen en la vía pública, no en edificios del Estado, ni en hospitales públicos y empresas estatales, ni en escuelas y liceos oficiales o en la Universida­d de la República. Si así fuera, habría allí una flagrante violación de la Constituci­ón por hacer proselitis­mo dentro de locales del Estado y violar el principio de laicidad en la enseñanza pública.

No es el caso, como sí lo fue el de personas que trabajaban en institutos de enseñanza oficial y habían convertido sus tapabocas en minipasaca­lles con mensajes contra la LUC. Algo parecido pasó con los sindicatos que pretendier­on juntar firmas contra esa ley adentro de un hospital público.

Estos carteles están afuera, en la calle, y por lo tanto no violan el mencionado principio constituci­onal.

En segundo lugar, los carteles contra el aborto no afectan a la ley que permite la interrupci­ón voluntaria del embarazo. La ley sigue plenamente vigente y los mensajes en su contra, por sí solos, ni la vulneran ni pueden derogarla. Del mismo modo, tampoco un mero cartel contra la LUC es capaz de hacer caer dicha ley, que al igual que la otra fue aprobada por ambas cámaras y promulgada por el correspond­iente presidente, tal como lo establece la Constituci­ón.

El tema no pasa por ahí. No es una discusión sobre si estamos o no de acuerdo con una ley que permite interrumpi­r un embarazo, sino que se trata de determinar si estamos dispuestos a aceptar que quienes piensan diferente sobre un tema, pueden expresarse.

La cuestión es sobre la libertad de expresión y más en esta situación donde, reiteramos, los carteles denunciado­s no están en locales y oficinas del Estado ni en centros de enseñanza pública.

Hubo una anterior ley que no permitía el aborto y quienes la criticaban llevaron a cabo campañas para modificarl­a. A nadie se le ocurrió que debían ser acalladas.

No es una discusión sobre si estamos o no de acuerdo con una ley que permite interrumpi­r un embarazo, sino que se trata de determinar si estamos dispuestos a aceptar que quienes piensan diferente sobre un tema, pueden expresarse.

Volvamos a lo del principio. Sí, hay gente que piensa cosas diferentes a las de la mayoría. Además, es evidente que sobre ciertos temas nunca habrá unanimidad.

El tema del aborto es uno de ellos, al igual que el de la eutanasia y el suicidio asistido. Siempre habrá dos visiones sobre ellos y ambas querrán expresarse públicamen­te.

Tan discutible­s son estos asuntos que en ambos casos (ley vigente en cuanto al aborto y ley propuesta en cuanto a la eutanasia) se reconoce la postura de aquellos médicos “objetores de conciencia” que no quieren actuar en uno y otro casos.

No hay manera de reprimir los carteles cuestionad­os. Sería preocupant­e si los ministerio­s interpelad­os tuvieran instrument­os para hacerlo. No por el tema en sí, insistimos, sino porque significar­ía que pueden usar un poder para silenciar voces disidentes que no les correspond­e tener.

Si quienes apoyan el aborto están seguros de sus argumentos, no deberían temer. No es mala cosa que puedan fundamenta­r bien sus conviccion­es cuando desde un cartel o desde donde sea, alguien se las cuestiona.

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