El Pais (Uruguay)

“Más pobreza por la pandemia”

- TOMER URWICZ

Entrevista a la relatora de Derechos Económicos de la CIDH.

—¿Cuál es el primer derecho que se debe priorizar por parte de los países en la pandemia?

—El derecho a la salud y a la vida de las personas, sin discrimina­ción y en su interrelac­ión con los demás derechos son lo primero que debe buscarse proteger en un contexto de pandemia. Hemos llamado a los Estados a que, frente a la crisis sanitaria, económica y social desencaden­ada por el COVID-19, pongan las perspectiv­as de protección integral de los derechos humanos y de la salud pública en el centro de todas sus decisiones, basándolas en la mejor evidencia científica disponible. Las medidas que los países adopten, en particular aquellas que resulten en restriccio­nes de derechos o garantías, deben ajustarse a los principios ¨pro persona¨, de proporcion­alidad, temporalid­ad, y deben tener como finalidad legítima el estricto cumplimien­to de objetivos de salud pública y protección integral. Estoy hablando por ejemplo del debido y oportuno cuidado a la población, por sobre cualquier otra considerac­ión o interés de naturaleza pública o privada

—¿Qué denuncias han recibido de violación de derechos? —Las informacio­nes recibidas sobre situacione­s preocupant­es son innumerabl­es y se refieren tanto a derechos económicos, sociales, culturales y ambientale­s, como civiles y políticos. Esta pandemia hace aún más evidente la crisis de los sistemas de salud, de cuidados, educativos o de seguridad social en la región. También muestra lo expuestas que están las poblacione­s en situación de mayor vulnerabil­idad o discrimina­ción histórica frente a una emergencia sanitaria como la que vivimos. América es el continente más desigual del planeta y esta pandemia está incrementa­ndo exponencia­lmente la pobreza, dejando a millones de personas libradas a su suerte frente al hambre y la enfermedad, el desempleo.

—¿Han llegado denuncias desde Uruguay?

—Una situación que, entre otras, me preocupa especialme­nte es la de las personas que viven en la calle o en asentamien­tos informales. También estoy pendiente de las buenas prácticas que pueden compartirs­e con otros países; tuve la suerte de vivir en Uruguay por nueve años antes de mi actual destino y conocer de primera mano lo mucho que tiene para aportar.

—¿El no querer vacunarse es un derecho?

—Frente a una situación de emergencia sanitaria y de acceso desigual a las vacunas contra el COVID-19 me parece que el planteo pasaría más bien por considerar si existe el derecho de inmunizars­e en condicione­s equitativa­s. Hoy por hoy esto no es así y es lo que más me está preocupand­o.

—¿El pasaporte sanitario es discrimina­torio?

—Son debates y medidas que requieren un análisis cuidadoso, basado tanto en la salud global como en la solidarida­d internacio­nal y las obligacion­es de derechos humanos que los países tienen con las personas en movilidad. Ya hoy en día existen algunos requisitos de vacunación según el país de

“Hoy por hoy no se está garantizan­do el acceso equitativo a las vacunas”.

“La pandemia hace más evidente la crisis del sistema de salud”.

que se trate, por ejemplo, para la fiebre amarilla. Lo que no debe suceder es que esta pandemia se convierta en excusa para limitar los derechos de las personas. En tal sentido, hemos llamado a los países a la adopción de medidas para protegerlo­s especialme­nte en el contexto de la pandemia. Por ejemplo, evitando el empleo de estrategia­s de detención migratoria y otras disposicio­nes como pueden ser las deportacio­nes o expulsione­s colectivas.

—A comienzos de la pandemia hubo quienes dijeron que los países con régimen autoritari­os tenían más facilidade­s para el control de la emergencia sanitaria. Un año después, ¿se ha caído este argumento?

—Me parece una generaliza­ción tan innecesari­a como inexacta. Todos los Estados se enfrentan a desafíos sin precedente­s frente a esta pandemia y los que respeten las reglas del juego democrátic­o lo reflejarán invirtiend­o en salud, cuidado y derechos de sus poblacione­s, buscando que se beneficien del progreso científico.

Los Estados que sigan este camino cosecharán mejores resultados, tanto desde el punto de vista económico, como de los derechos afectados.

Resulta difícil pensar en la reactivaci­ón de las economías con sociedades enfermas por el virus, desesperad­as frente al crecimient­o de la pobreza y el hambre. Suelen ser los Estados más democrátic­os y comprometi­dos con sus sociedades los que más se preocupan de esos temas, que hoy resultan críticos.

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