El Pais (Uruguay)

DESPEDIDA TRISTE QUE FUE UN HIT

Eric Clapton compuso “Tears in Heaven” tras la trágica muerte de su hijo de cuatro años. Fue su forma de canalizar el dolor de la pérdida, y se convirtió en uno de sus mayores éxitos.

- RODRIGO GUERRA

Ahí está Eric Clapton, sentado en un sillón con almohadas floreadas. Viste un traje color crema, y usa los mismos lentes redondos y ese pelo corto que unos meses más tarde quedarían inmortaliz­ados en la portada de su MTV Unplugged. “¿Podés tocar algo?”, le pregunta la entrevista­dora Sue Lawley en otro de los sillones de ese típico living de comienzos de los noventa. “Sí, claro”, dice con un tono tan serio como melancólic­o mientras agarra su guitarra acústica. “Se llama ‘Tears In Heaven’”.

Aquel día de principios de 1992 era la primera vez que Clapton interpreta­ba en televisión la canción más desgarrado­ra de su discografí­a. Y se nota. En el video disponible en Youtube se percibe su esfuerzo por no quebrarse mientras canta la frase: “¿Sostendría­s mi mano si te veo en el paraíso?”.

El músico logra contener la emoción hasta el final, mientras la entrevista­dora lo mira con ternura. “Es hermosa”, le dice a Clapton mientras se termina de extinguir el arpegio final del tema. “Vas a hacer llorar a mucha gente, ¿sabías?”, pregunta. “Bueno, no quiero negarlo”, responde con una sonrisa tímida. “Estaría bueno que suceda, pero no quiero ser empalagoso”.

Pero “Tears In Heaven” es cualquier cosa menos empalagosa. Es una de las despedidas más dolorosas —y también luminosas— de un padre hacia su hijo. Clapton se la escribió a Conor, quien falleció el 20 de marzo de 1991 a los cuatro años tras caer de la ventana del piso 53 de un rascacielo­s neoyorquin­o. Fue uno de los golpes más duros para un artista acostumbra­do a enfrentar unas cuentas guerras internas.

“En mi relación con Conor había cierto grado de miedo. Después de todo, yo era un padre a tiempo parcial”, admitió el ex líder de Cream en su autobiogra­fía. Mientras el británico disfrutaba del éxito de Journeyman, el álbum de 1989 que le dio paso a su primera gira mundial —esa que en 1990 lo trajo por primera vez a Uruguay—, seguía luchando con las secuelas de su alcoholism­o. Pero apenas logró controlar su adicción, se sintió preparado para conectar con su hijo. “A medida que llevé más tiempo sobrio, empecé a sentirme más cómodo con Conor y a desear de verdad verlo”, agregaba.

Por eso, a mediados de marzo de 1991, Clapton viajó a Nueva York para visitar a su hijo, quien vivía con su madre, la actriz italiana Lory Del Santo. “Tenía que romper esa cadena y darle a Conor lo que yo nunca había tenido: un padre”, recordaba el músico. El 19 de marzo pasó por el Galleria, el rascacielo­s donde su expareja vivía desde hace algunos meses.

El británico lo llevó de paseo al circo de Long Island y charlaron durante horas sobre los elefantes del lugar.

“Pasamos una noche genial”, recordaba. “Y aquello me hizo dar cuenta por primera vez de lo que significab­a tener un hijo y ser padre. Recuerdo decirle a Lory, cuando lo llevé de vuelta, que a partir de ese momento, cuando me tocara tener a Conor en casa, quería ocuparme yo solo de él”.

Lamentable­mente, Clapton no tuvo tiempo para profundiza­r en la relación con su hijo. En la mañana del 20 de marzo planeaba llevar a Conor al zoológico de Central Park, pero la llamada de su expareja sepultó los planes. “Alrededor de las 11.00, el teléfono sonó y era Lory. Estaba histérica y me gritaba que Conor estaba muerto. Me dijo que se había caído por la ventana”.

El músico fue hasta el Galleria con la esperanza de que todo hubiese sido un error. Apenas vio la cinta de policía y a una ambulancia, confirmó que era verdad. La sala principal del apartament­o tenía unas ventanas sin rejas que iban del piso hasta el techo. Conor estaba jugando a las escondidas con su niñera, y mientras su madre estaba distraída, el niño fue directo a la ventana. Cayó 49 pisos hasta que impactó en el tejado de un edificio de cuatro pisos. “Fue una pesadilla, pero el estado de shock me impedía desmoronar­me por completo”, reveló.

Para evitar una recaída con el alcohol, Clapton quiso alejarse de todo.

Mandó a construirs­e una villa en Antigua y Barbuda, se radicó en la isla caribeña y volvió a usar a la música como medicina, como había hecho en 1974 con 461 Ocean Boulevard ,su disco de regreso tras recuperars­e de su adicción a la heroína. La primera cosecha fue “The Circus Left Town”, inspirada en aquella noche junto a Conor en Long Island.

Luego llegarían “My Father’s Eyes” —que Clapton dedicó a su padre ausente— y la bellísima “Tears In Heaven”. Inspirado en la secuencia de acordes de “Many Rivers To Cross”, de Jimmy Cliff, escribió la letra junto al compositor Will Jennings. Allí, Clapton se pregunta si algún día se volverá a encontrar con su hijo. “Su gestación y desarrollo me mantuviero­n vivo en el período más difícil de mi vida”.

La canción se editó a finales de ese año en el soundtrack de Rush (1991), acompañado por su banda y arreglos de acordeón. Pero la versión definitiva llegaría en 1992 con la íntima relectura que grabó para su MTV

Unplugged. “Tears In Heaven” llegó al puesto dos de las listas estadounid­enses e incluso le daría el Grammy a mejor performanc­e vocal masculina, a mejor canción y grabación del año. Fue un éxito enorme que ayudó a que la carrera de Clapton renaciera.

Pero más allá del reconocimi­ento, “Tears In Heaven” es el ejemplo ideal para demostrar que la música es la herramient­a perfecta para exorcizar el dolor y transforma­rlo en algo bello. Y ese es el mayor logro de Eric Clapton.

El 20 de marzo de 1991, Conor Clapton murió tras caer del piso 53 de un edificio neoyorquin­o.

Años más tarde, Clapton aseguró que la canción lo “mantuvo vivo” en sus momentos más difíciles.

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