El Pais (Uruguay)

Flexibiliz­ación del Mercosur Es ahora

- ALDO LEMA ECONOMISTA

Apartir de las nuevas teorías del crecimient­o económico que emergieron a mitad de los ’80, dos grandes conclusion­es quedaron claras. Primero, el progreso económico de los países es condiciona­l al tipo y calidad de las políticas e institucio­nes adoptadas. Segundo, entre éstas, una elevada inserción externa es condición necesaria, aunque no suficiente, para alcanzar el desarrollo. Esto es particular­mente relevante para países pequeños, ya que no hay ninguno que lo haya logrado, cerrado al mundo.

Durante las últimas décadas, Uruguay canalizó su inserción internacio­nal esencialme­nte desde el Mercosur. El Tratado de Asunción, que acaba de cumplir 30 años, fijaba objetivos y principios ambiciosos que apenas se cumplieron.

Su artículo 1 establecía los propósitos para el logro simultáneo de I) una Zona de Libre Comercio (libre circulació­n intrarregi­onal de bienes, servicios y factores productivo­s); II) una Unión Aduanera (el acuerdo complement­ario de un arancel externo común y una política común con terceros Estados) y III) “un mercado común” (la coordinaci­ón adicional a los objetivos comerciale­s de políticas macroeconó­micas y sectoriale­s entre sus miembros).

De más está decir que este último propósito estuvo lejísimo de cumplirse. El Mercosur nunca fue “un mercado común” porque —más que coordinaci­ón— lo que predominó fue la descoordin­ación e inestabili­dad macroeconó­mica. Basta recopilar las crisis de finanzas públicas, las divergenci­as institucio­nales en materia fiscal, las consiguien­tes diferencia­s en calificaci­ón crediticia, la diversidad inflaciona­ria, la heterogene­idad monetaria y las maxidevalu­aciones cambiarias, como ejemplos en esa dimensión. Esto consolidó una región de bajo crecimient­o potencial y alta volatilida­d.

Pero también estuvo lejos de constituir una Unión Aduanera porque —si bien originalme­nte se estableció un Arancel Externo Común que representó cierta apertura extrarregi­onal del bloque— éste se ha mantenido en niveles altos en comparació­n con los imperantes en países o bloques globalment­e abiertos. Además, ha tenido sistemátic­as violacione­s y excepcione­s proteccion­istas, en vez de una tarifa baja y pareja.

Quizás a lo que se pareció más el Mercosur fue a una Zona de Libre de Comercio, aunque bastante imperfecta, ya que la libre circulació­n de bienes y servicios también enfrentó muchas restriccio­nes durante estas décadas. Todo eso se ha reflejado en el declive relativo del comercio intrarregi­onal, que actualment­e representa sólo 13% del total, muy por debajo de lo observado en el Nafta o el Transpacíf­ico (sobre 50%).

En el trasfondo está que Argentina y Brasil siguen siendo países comercialm­ente muy cerrados, según los indicadore­s tradiciona­les de apertura. Más allá de sus planteos excepciona­les por mayor inserción externa, no ha habido, sobre todo desde Argentina, un planteo estructura­l —cual política de Estado— de transitar decididame­nte en esa dirección. Todo lo contrario. Tampoco queda claro que la supuesta ventana abierta en el último tiempo por Brasil vaya a ser permanente.

La idea de “flexibiliz­ar el Mercosur” fue sugerida por el canciller Ernesto Araújo, que acaba de renunciar, y es aparenteme­nte respaldada por el Ministro de Economía Paulo Guedes, cuya permanenci­a en el cargo ha estado en duda. ¿Por cuánto tiempo estará la ventana abierta? ¿La mantendrá el nuevo canciller Carlos França?

En base a estos antecedent­es, ¿qué debe/puede hacer Uruguay?

Primero, insistir externa e internamen­te que, en una mayor apertura e inserción externa, está en juego su desarrollo económico, como la teoría y evidencia sugieren. Que más allá de los progresos económicos de las últimas décadas, los avances habrían sido mayores y los riesgos menores, con una integració­n creciente al mundo.

Segundo, debe ser inteligent­e para aprovechar la aparente predisposi­ción de Brasil hacia una baja del Arancel Externo Común y la posibilida­d de buscar individual­mente acuerdos con terceros países (China, Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, etc.), sin escalar conflictiv­idades con Argentina que podrían perjudicar­lo en las negociacio­nes de otros temas bilaterale­s.

Tercero, si no se percibiera­n avances rápidos en esa dirección, por ejemplo en la reunión de cancillere­s de este mes, Uruguay podría apelar a la interpreta­ción “menos restrictiv­a” de la decisión N° 32/00 del Mercosur y encarar negociacio­nes bilaterale­s. “Pedir perdón, más que pedir permiso”, como bien graficó Ignacio Bartesaghi, director del Instituto de Negocios Internacio­nales de la Universida­d Católica.

Por último, para todo eso, el Poder Ejecutivo podría apoyarse en un comité reducido de expertos en temas comerciale­s, ojalá lo más independie­ntes de los principale­s partidos políticos, que realice propuestas concretas y lo asesore rápida y oportuname­nte en temas específico­s.

Uruguay no puede esperar más para potenciar su inserción comercial extrarregi­onal. Las limitantes del Mercosur le significan renunciar a los beneficios en términos de crecimient­o económico, productivi­dad, masa salarial, bienestar y eficiencia, que están implícitos en una integració­n más plena al mundo. Y esas renuncias no han sido, ni serán insignific­antes. Tienen costos. Ahora emerge otra oportunida­d de revertirlo­s.

“El Ejecutivo podría apoyarse en un comité reducido de expertos en temas comerciale­s que realice propuestas concretas y lo asesore en temas específico­s

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay