El Pais (Uruguay)

Superciclo de commoditie­s y sostenibil­idad

La actual dinámica en el precio de las materias primas genera efectos positivos en Uruguay

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En los primeros meses de 2021 se está consolidan­do uno de los repuntes de precios más intensos de la historia de varias materias primas, desde el petróleo (+130% en el último año) hasta metales como el cobre (+73%) o el acero (+122%). La velocidad del movimiento alcista, aunque sin superar máximos anteriores, con la crisis pandémica todavía viva y con incertidum­bre hacia delante, puede hacer pensar que se está al inicio de un nuevo superciclo de commoditie­s, como el de 1998-2008 con la apertura y los progresos en la convergenc­ia económica de China.

Existen varios factores que explican este movimiento reciente del precio de las materias primas. Por una parte, las autoridade­s de economías avanzadas y emergentes han realizado esfuerzos jamás vistos para darle una vuelta a la crisis con fuertes estímulos fiscales y monetarios, produciend­o una expectativ­a de fuerte rebote en la actividad económica y la inflación en el corto plazo. Por otro lado, la necesidad de buscar nuevos activos en los que sobreponer­se al mundo de bajos retornos y enormes excesos de liquidez alimenta la inversión en commoditie­s. Además, la geopolític­a, en especial desde la OPEP+ con las más severas restriccio­nes a la oferta concertada­s en la historia del cártel, contribuyó al rápido ajuste del mercado de crudo.

Sin embargo, difícilmen­te estos factores permanecer­án un tiempo prolongado. Los estímulos llegarán a su fin y, en lo que se refiere al petróleo, la OPEP+ se verá obligada a normalizar su oferta o el mercado le ganará la partida con nuevos productore­s. Así, el ciclo de materias primas no tiene, necesariam­ente, una vida prolongada que se pueda categoriza­r como superciclo, al menos no para el conjunto de ellas.

De hecho, a muy largo plazo y en términos reales, los precios de los commoditie­s no tienen una tendencia alcista: el nivel real del índice agregado de precios de materias primas que elabora el FMI se encontraba en 2020 en el mismo nivel que en 1998, justo cuando comenzaba el superciclo anterior. Pero quizás sí que se está ante un nuevo fenómeno estructura­l, capaz de alterar, entre otros, el comportami­ento de oferta, demanda y precios de los

commoditie­s: la transición hacia una economía baja en emisiones de gases de efecto invernader­o.

La transición en marcha durará décadas, siendo muy incierto su ritmo e instrument­os (regulacion­es, mecanismos de precios, subvencion­es) o tecnología­s disponible­s para lograr sus objetivos. Las previsione­s son así muy tentativas, aunque resulta razonable que el efecto de la sostenibil­idad medioambie­ntal en el uso de materias primas dependa de la diferente exposición de cada una de ellas a tres tendencias. La primera, la mayor demanda por descarboni­zación de la producción de energía, del transporte, de la calefacció­n o de la producción de cemento o química, las actividade­s de mayor intensidad de emisiones. Mejorar las capacidade­s de almacenami­ento y distribuci­ón de la energía obtenida del sol, el viento, la biomasa o fuentes geotermale­s, aumentará la demanda estructura­l de cobre, litio o aluminio, dadas las tecnología­s que se vislumbran, algunas en fase de desarrollo.

La segunda, el aumento de precios por la internaliz­ación de los perjuicios medioambie­ntales de la extracción de materias primas, o de su uso como fuentes de energía o como parte de un proceso productivo. No se trata sólo de emisiones del refino del petróleo o de la combustión en motores de explosión; también de las producidas por la extracción de minerales o la producción de cemento.

Aquellos commoditie­s más intensivos en emisiones, como el crudo, se verán afectados más negativame­nte, pero habrá casos también, como el cobre por ejemplo, en los que habrá que dilucidar si el efecto neto de la sostenibil­idad medioambie­ntal es más o menos positivo al confluir ambas tendencias: mayor demanda por descarboni­zación y mayores costes de uso por lo mismo. Y la tercera, el desarrollo tecnológic­o, la innovación que permitirá hacer más eficiente atender la demanda reduciendo los costes y alterando por tanto el equilibrio de precios.

Con todo, se vislumbra que el siguiente ciclo largo de materias primas dependerá más de avances técnicos, externalid­ades y regulacion­es que dé un impulso de demanda de alcance global como fueron los avances en la convergenc­ia real de China. Más que un superciclo de commoditie­s habrá diferentes ciclos para distintos commoditie­s.

EL IMPACTO EN URUGUAY

Esta dinámica de los commoditie­s genera un resultado positivo. Al tradiciona­l sector agrícola se le sumó la producción de pasta de celulosa, que incorpora un eslabón más en la cadena de valor agregado con altos estándares internacio­nales de cuidado ambiental y generación de energía renovables.

Pero los mayores dividendos en términos de sostenibil­idad y costo de oportunida­d fueron aportados en la generación de energía. El país ha logrado una exitosa transforma­ción de su matriz energética hacia el uso de energías renovables gracias al diseño e implementa­ción de un marco institucio­nal y regulatori­o propicio. La Agencia Internacio­nal de Energía coloca a Uruguay en cuarto puesto (y primero en América Latina) entre los países que han desarrolla­do fuentes de energía renovables, reflejando el buen trabajo que llevó adelante el país. De esta manera logró que la generación de energía “sucia” disminuyer­a de 33% del total en 2010 a menos de 7% en 2020, mientras que la generación eólica aumentó su participac­ión de 2% a 47% en el mismo período y la energía solar pasó de no ponderar en 2010 al 3,6% que hoy detenta.

El cambio de la matriz energética ha reducido de manera considerab­le la vulnerabil­idad de la economía ante eventos externos. La menor dependenci­a del petróleo importado evita las consecuenc­ias nocivas sobre las cuentas públicas y la inflación al moderar la exposición a un cambio brusco de precios de un bien que no produce. Esto es de particular relevancia al tratarse del petróleo, dada la excepciona­l sensibilid­ad a eventos geopolític­os que tiene este commodity. Un ejercicio pone en perspectiv­as las ganancias en costo de oportunida­d. Dado el hipotético caso (y extremo por cierto) de un aumento del precio del petróleo de 100% en 2021 y tomando las cantidades importadas en 2020, las importacio­nes de crudo alcanzaría­n los US$ 1.500 millones, poco menos de la mitad de las importacio­nes registrada­s en el pico de 2012, año de baja generación hidráulica, cuando fueron US$ 3.140 millones.

Al comparar con países de la región o de similar perfil productivo, Uruguay genera bajas cantidades de emisiones de CO2 medido por cantidad de habitantes (1,8 ton métrica por habitante). Pero al observar la encuesta de Ernst & Young que releva el atractivo local para nuevas inversione­s en energías renovables, Uruguay no está entre los 40 primeros,

en donde sí se encuentran algunos de los países de la región. Esto evidencia la necesidad de diseño de una agenda de políticas que contenga incentivos para seguir avanzando en una economía que permita absorber los efectos medioambie­ntales y mantenga su competitiv­idad. Uruguay avanzó mucho en este sentido y está bien posicionad­o en esta transición global hacia una economía baja en emisiones de gases de efecto invernader­o, por lo que nos hace optimistas respecto a los desafíos por venir.

(*) Julián Cubero, Alejandro Reyes, Juan Manuel Manias, Adriana Haring.

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