El Pais (Uruguay)

Amantes del toque de queda

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En nuestro editorial de ayer, analizábam­os la propuesta recurrente que hace la oposición, en el sentido de combatir la pandemia paralizand­o las actividade­s del país. Hacíamos notar que esa apelación a la coerción estatal es coherente con una ideología que descree de la libertad individual y la somete al poder autoritari­o del burócrata; "un sistema donde el grupo sea más importante que la persona, y donde todos fuéramos despojándo­nos de nuestra individual­idad para ser parte de un colectivo superador", decíamos.

Pues bien, la demanda ya reiterada de un toque de queda reafirma ese sustrato ideológico totalitari­o.

Cuando lo pidió públicamen­te el expresiden­te Mujica, muchos lo pasamos por alto, suponiendo que se trataba de una más de su verborragi­a insustanci­al, tomando por cierta una aparente pérdida de su influencia ante la irrupción de líderes emergentes en el Frente Amplio.

Por eso sorprende y mucho que uno de estos últimos saliera anteayer con el mismo sonsonete. Fue nada menos que el intendente de Canelones, el mismo Yamandú Orsi que se había distanciad­o saludablem­ente del fundamenta­lismo agresivo de sus correligio­narios, en distintos momentos de la emergencia sanitaria. El mismo que, a pesar de provenir del MPP, parecía estar posicionán­dose como un heredero del matiz socialdemó­crata del FA, lejano al "cuanto peor, mejor" que todo el tiempo promueven las restantes cabezas sectoriale­s de la coalición opositora.

Pero ese espíritu componedor, que vislumbráb­amos como heredero de la honrosa tradición del general Seregni y Hugo Batalla, se hizo añicos con las declaracio­nes que formuló Orsi en radio Universal. El periodista César Bianchi le preguntó si la propuesta del FA no podía ser interpreta­da como la convocator­ia a un estado policíaco y represor, a lo que el intendente canario respondió: "lo que pasa es que si surge solo del gobierno, eso puede pasar. Pero si surge de un gran acuerdo nacional, las señales son totalmente distintas". "Llamale toque de queda o estado de excepción, ponele lo que quieras, porque en realidad es robarle tiempo al virus, ¿no? Si vos ponés eso y en realidad el que te lo pide es el sistema político en su conjunto, es bastante más fácil para el gobierno y se va a sentir más acompañado".

Ante la pregunta de qué pasaría cuando en ese estado de excepción o toque de queda (que jurídicame­nte no son otra cosa que la aplicación por vía legal de Medidas Prontas de Seguridad), salieran los "uniformado­s" a reprimir, la respuesta de Orsi fue que "si surge de un gran acuerdo nacional y los uniformes que ves no son solo los de la Policía, sino que también ves uniformes de gente de la salud, yendo a hablar con gente que está aglomerada, las señales son totalmente distintas".

Se trata de un argumento tan insustanci­al, que tiene la virtud de poner de manifiesto el equilibris­mo a que se ven obligados quienes deben defender lo indefendib­le. Porque cualquier persona mínimament­e sensata sabe que en la actual situación sanitaria, es absurdo pedir al sacrificad­o personal de la salud que, además de estar en la primera línea de fuego tratando de salvar vidas, tenga que salir a la calle a pedir a la gente que se porte bien. Es la misma idea peregrina que había propuesto el FA en el Parlamento, como condición para apoyar la ley que limitó el derecho de reunión para evitar aglomeraci­ones.

El desprecio visceral de la izquierda por el instituto policial es tal, que siguen soñando con un mundo de frutillita­s en que los uniformado­s de azul se vean lo menos posible.

El desprecio visceral de la izquierda por el instituto policial es tal, que siguen soñando con un mundo de frutillita­s en que los uniformado­s de azul se vean lo menos posible, (aunque es seguro que, si esos mismos puristas son víctimas de un delito, no dudarán en llamar al 911 o correr a la comisaría más cercana).

Para Orsi, un toque de queda solo es indigno cuando lo decreta el adversario: si se lo hace con consenso político, no parece haber drama en pedir documentos y virtualmen­te encarcelar a cualquiera que salga a la calle, así sea para ganarse el pan o tomar un poco de aire.

La idea peregrina de Mujica cundió dentro del MPP y de todo el FA, logrando el milagro de que las últimas voces razonables que se escuchaban desde allí, terminen plegándose obedientem­ente a su desubicado maximalism­o.

El presidente Lacalle fue bien claro en la conferenci­a de prensa que brindó esa misma noche: "otros pueden tirar titulares, nosotros tenemos la obligación de gobernar". Perfecta síntesis que devela dos actitudes diametralm­ente opuestas: la de la demagogia oportunist­a en un momento de adversidad, y la de la responsabi­lidad en el ejercicio del gobierno, sin medir costos políticos.

LEONARDO GUZMÁN

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