El devenir entre abrir o cerrar
La intendenta de Montevideo Carolina Cosse autorizó a los salones de fiesta donde se realizan grandes eventos, a funcionar como cafés, bares o restaurantes. Por otra parte, varios cafés se ofrecieron para recibir, niños y jóvenes que, necesitados de conexión con Internet, puedan seguir desde ahí sus respectivos cursos virtuales.
Ambas medidas buscan solucionar problemas generados por las restricciones causadas por la pandemia.
En el primer caso, se atiende al reclamo de empresas que gestionan grandes celebraciones (casamientos, cumpleaños de 15, reuniones de fin de año, festejos empresariales) paralizadas porque la esencia de su rubro es movilizar inevitables aglomeraciones.
Suspendida su actividad, un mundo de gente queda sin trabajo. Son los vinculados al mantenimiento y funcionamiento del salón, al “catering” para cada festejo, a la seguridad y a las empresas de transporte que trasladan a los invitados que prefieren no ir en sus autos.
Con esta autorización, no se recupera ese nivel de empleos pero pone en movimiento algo que estaba totalmente detenido.
En el segundo caso, la idea es ofrecer una infraestructura básica a quien pueda tener dificultad para conectarse con sus cursos virtuales en escuelas y liceos y así sortear un problema generado por la suspensión presencial de las clases. Ambas soluciones buscan sortear los problemas ocasiones por las restricciones.
La propuesta de la intendenta Cosse evidencia su sensibilidad hacia un problema como la paralización de los salones de fiestas con las consecuencias empresariales, laborales y sociales que implican. Pero si se observa con detenimiento, allí donde había nula movilidad, ahora habrá más. No será tanto como si trabajaran a pleno, pero aun respetando protocolos y aforos el funcionamiento de esos salones suma movilidad, no restringe. Es lo que la intendenta quiere, pero no su fuerza política.
Lo mismo pasará con los que ofrecen sus servicios a escolares y liceales. La movilidad que se restringe al cerrar los cursos en las aulas, reaparece en estos otros lugares. No en igual escala, pero reaparece.
Son casos simples que muestran el devenir entre cerrar y abrir. Es lo que el gobierno ha estado haciendo y que la oposición, no la gente, se niega a entender. Es necesario cerrar, pero hay que tener cuidado porque cada medida tiene un efecto y por lo tanto debe ser cuidadosamente administrado.
Mucha gente se queja porque las escuelas cierran y no los shopping. A la escuela es obligatorio ir, a los shopping no. Si alguien quiere cuidarse no tiene que ir a estos centros, que además son estrictos con los protocolos al ingresar y estando en ellos. Basta comparar cómo trabaja y viste (con la debida protección) su personal de limpieza, con el de algunos sanatorios.
La movilidad que implica ir a la escuela es más compleja. Se está largo tiempo dentro del edificio y se movilizan familias, docentes y administrativos. Si en un hogar hay cuarentena porque se registró algún caso, ese niño ya no concurre a la escuela pero para entonces puede ser tarde y rápidamente lo que no debió expandirse, se expandió.
Muchas medidas tomadas por el gobierno restringen la movilidad más de lo que se cree. En un país con fronteras secas y ciudades binacionales, es difícil controlar el movimiento de un lugar a otro. Sin embargo el cierre de los “free
Muchas medidas tomadas por el gobierno restringen la movilidad más de lo que se cree. Ir más allá exige una legislación que implica sanciones y una severa represión policial. El gobierno no quiere llegar a ese extremo
shops” en la ciudades fronterizas (con las consecuencias laborales que implica) redujo sustancialmente ese movimiento. Los muchos brasileños que venían de compras, ya no lo hacen.
La norma que pauta un asiento vacío por cada asiento ocupado en los buses de larga distancia, no solo ofrece seguridad al pasajero sino que reduce la cantidad de gente que se traslada de un lugar a otro en el país. No es la inmovilidad total, pero ayuda.
Ir más allá exige una legislación que implica sanciones y una severa represión policial. El gobierno no quiere llegar a ese extremo, y si bien la oposición la pide, el día que se imponga la cuestionará. Por algo no votó la ley que impide las aglomeraciones. Lo de Yamandú Orsi (habitualmente un político sensato) diciendo que un toque de queda resuelto por el gobierno sería mal visto pero no si se “acuerda” con la oposición, tiene mucho de esotérico.
La decisión de Cosse desarma la dura lógica frentista. Demuestra que efectivamente se trata de un manejo de perillas. Si un sector necesita oxígeno, algo se le puede dar. No mucho, pero un poco. Y por poco que sea, siempre implicará movilidad.