La sordera
En marzo de 2020, cuando en Uruguay se detectaron los primeros cuatro casos de COVID-19, el Frente Amplio tuvo que optar. Pudo ponerse a disposición de las autoridades. Pudo tender su mano a un gobierno que recién asumía, mostrando que tras quince años en el poder era capaz de entender que, en una crisis, lo primero es el país.
Pudo. Pero no lo hizo. Eligió otro camino. El de pararse en la vereda de en frente. El de cuestionar todo. El de reclamar una cuarentena general obligatoria. El de parar el país. El de sacar plata de vaya uno a saber dónde para pagarles una renta básica a todos los que, por ese confinamiento, quedarían sin sustento.
El gobierno no le hizo caso. Por suerte. Si no, estaríamos como Argentina. Desbordados de casos de COVID-19 y, además, con la mitad de la población en la pobreza o la indigencia, y una inflación galopante provocada por la emisión descontrolada a la que se recurrió para financiar la dichosa renta universal.
Se aprobó la LUC. Y el Frente Amplio volvió a elegir. Pudo reconocer que una mayoría parlamentaria había aprobado una ley que contenía algunos artículos que le disgustaban. Optó por enfrentarla. Se lanzó a juntar firmas para derribarla. ¿El resultado? Está a la vista.
Ahora, cuando por primera vez en más de un año la pandemia arrecia, cuando más y más uruguayos se contagian y se mueren, el Frente Amplio insiste. Pone a Argentina como ejemplo de vacunación. Hasta que la realidad le explota en la cara. Plantea una estrategia de desgaste del presidente, criticándolo porque no habla y cuestionándolo cuando aparece. Se apoya en algunos sindicatos afines para lanzar el Plan del Miedo, que asegura desde febrero que “en unos dos o tres días” van a colapsar los CTI, pero pasan las semanas y la ocupación de camas está en un 75%.
Pide diálogo, mientras vocifera. Reclama “parar el país”, como hace 13 meses, cuando sabe que hay empresas que no lo soportarían y quién sabe cuántos trabajadores perderían el empleo.
¿Y los uruguayos? La última encuesta de Equipos Consultores muestra que, en medio de toda la campaña de desgaste y miedo del Frente Amplio, con el soporte permanente del partidizado Sindicato Médico del Uruguay, el apoyo a la gestión del presidente no solo no ha bajado, sino que subió al 58%. Y apenas un 24% la desaprueba.
Para colmo, otro sondeo de la misma empresa reveló que solo un 11% de los uruguayos considera que la actual ola de contagios es responsabilidad del gobierno, que debería tomar medidas más duras.
La ciudadanía le está enviando mensajes claros a un Frente Amplio que parece haber perdido el rumbo. Que tiene a un expresidente pidiendo “toque de queda” y a un secretario político advirtiendo que van a salir a los barrios a “aglomerarse” para reunir firmas contra la LUC.
El Frente Amplio, ¿no escucha? ¿No advierte que los uruguayos no lo quieren ver, en este momento, en la vereda de enfrente, tirando piedras, sino tendiendo la mano, y que ya llegará el momento de volver a oponerse a todo y a todos?