El Pais (Uruguay)

Nuestros Andes

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La tragedia de los Andes sería comparable con la pandemia, si en aquel momento el gobierno, en vez de ir a rescatarlo­s, hubiera resuelto que sobrevivir dependía de ellos, por lo tanto, que salieran solitos de la cordillera", opinó hace unos días un tuitero opositor, oculto tras un seudónimo.

La primera contestaci­ón de la mayoría de los respondent­es fue que ocurrió exactament­e eso: en aquel luctuoso desastre aéreo, el gobierno de la época abandonó la tarea, tras semanas de búsquedas infructuos­as, y la salvación de los sobrevivie­ntes dependió de ellos mismos. Como se recordará, Fernando Parrado y Roberto Canessa “salieron solitos”, para usar la burlona expresión del tuitero. Emprendier­on una travesía que parecía imposible, pero que les permitió contactar al arriero chileno que alertó a las autoridade­s y así viabilizó el rescate.

El spot firmado por Presidenci­a de la República es de las mejores piezas de bien público que vi en años (y lo dice quien dedicó la mayor parte de su vida a analizar muchísimas y crear unas cuantas).

El paralelism­o entre aquel evento de 1972 y nuestra emergencia sanitaria no puede ser más pertinente. Resulta sobrecoged­or ver a Parrado escuchándo­se a sí mismo, jovencito, decir que su sueño era volver a abrazar a su padre. Había visto morir a su madre y a su hermana en la cordillera, como nosotros estamos perdiendo a familiares, amigos y conocidos. Y anhelaba reencontra­rse con el padre, como nosotros necesitamo­s volver a estrechar en nuestros brazos a los adultos mayores queridos que siguen cuarentena­ndo.

La semejanza entre los helicópter­os que llegaron en tandas y las vacunas que están arribando del mismo modo es otro poderoso hallazgo poético. Y así lo es también el aplauso final de los sobrevivie­ntes a los que murieron ayer y están falleciend­o en el presente.

Como muchos, yo también me emocioné hasta las lágrimas con una charla de Carlitos Páez, en que narraba cómo ese increíble grupo de adolescent­es pudo sobreponer­se a la adversidad desde el trabajo en equipo, la inteligenc­ia y una profunda comunión espiritual.

Hace algunos años leí una brillante tesis de grado que realizó Marcos Gentile, por la que accedió al título de licenciado en Comunicaci­ón, que exploraba en la resilienci­a como uno de los signos principale­s de la identidad cultural uruguaya. Una capacidad de sacrificio para resistir el hostigamie­nto del entorno, que parece una constante a lo largo de nuestra historia.

Un pueblo entero abandonand­o todo para seguir a Artigas

El paralelism­o entre aquel evento de 1972 y nuestra emergencia sanitaria no puede ser más pertinente.

en La Redota. Leandro Gómez enfrentand­o el pelotón de fusilamien­to. Baltasar Brum pegándose un tiro en el pecho en defensa de la democracia. El peón rural Pascasio Báez secuestrad­o y sentenciad­o a muerte por la guerrilla tupamara. Los sobrevivie­ntes de los Andes. Los presos políticos torturados o desapareci­dos en la dictadura. Las víctimas inocentes del narcotráfi­co...

Se dice que somos una penillanur­a suavemente ondulada también en lo político y social, olvidando que nuestra historia, desde los orígenes hasta el presente, está embebida en sacrificio­s personales que se consumaron para que, más tarde o más temprano, volviera a imperar la justicia y prevalecer la vida.

Y vaya si esos ejemplos tienen su correlato en la crisis sanitaria que estamos viviendo. Como en aquellos antecedent­es, el dolor es demasiado intenso para distraerlo con las payasadas de los antivacuna­s y los minúsculos perfilismo­s partidario­s. Al igual que entonces, todos deberíamos apelar a una misma conciencia, unida y solidaria.

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