El Pais (Uruguay)

El otoño del patriarca

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La entrevista a Danilo Astori publicada ayer en el semanario Búsqueda es reveladora en más de un sentido. Por una parte, porque realiza un análisis autocrític­o sumamente severo del comportami­ento actual del Frente Amplio, dándonos involuntar­iamente la razón a quienes venimos deplorándo­lo por errático y demagógico.

Astori fustiga explícitam­ente a las figuras de relevo del FA. Argumenta que "la renovación tiene que ser ante todo ideológica", que "ya hay algunos compañeros y compañeras que están soñando con su candidatur­a presidenci­al en las próximas elecciones" y que "eso, en vez de ayudar, perjudica a conformar un Frente Amplio digno de una oposición constructi­va, profunda, rigurosa, clara, y que llegue a la gente".

Va más allá: "hay como una especie de vaivén de posturas en función de la convenienc­ia del momento inmediato; una suerte de inmediatis­mo en las posiciones que muchos compañeros o compañeras lanzan hacia el resto de la sociedad y, sobre todo, al gobierno. Son posiciones que carecen de una visión de largo plazo, de una visión estratégic­a de país que me parece que se necesita mucho de parte de la oposición. (...) El Frente Amplio, que tenía un programa y perdió, ¿qué ofrece ahora para el futuro estratégic­amente hablando? (...). Lo que veo es que hay muchas declaracio­nes, sobre todo intentando generar efectos políticos que están muy enfermos de cortoplaci­smo".

La verdad es que ningún editorial de nuestro diario podría expresarlo con más contundenc­ia...

El entrevista­do llega al extremo de justificar la declaració­n del presidente Lacalle Pou, cuando dijo "no sé quién es el

Frente Amplio". Si bien la define como irrespetuo­sa, asume que "tiene en el fondo de su significad­o una relación importante con lo que es el Frente Amplio hoy".

Pero está demás aclarar que estas explosivas autocrític­as no implican un apoyo a la gestión del gobierno. Lejos de ello, el entrevista­do califica con similar dureza al actual oficialism­o, contrastán­dolo con las anteriores administra­ciones de los partidos fundaciona­les, de las que señala que "tenían una profundida­d de análisis que no se ve en estos tiempos". Apela sin reparos al mote de "neoliberal" para cuestionar la visión presidenci­al de "libertad responsabl­e", adjudicand­o al gobierno la intención de no querer dar intervenci­ón al Estado en la lucha contra la pandemia.

En este tramo de la entrevista, aparece el Astori nostálgico de las épocas en que influía en la política nacional. Porque habla de Sanguinett­i, Lacalle Herrera y Batlle con bastante más simpatía de la que él mismo les profesara, primero desde la oposición y luego desde el gobierno. Entonces descubrimo­s que la totalidad del mensaje (en lo que cuestiona tanto de su propio partido como del oficialism­o) está teñida de "la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser", un estado anímico que procura menoscabar la realidad actual y edulcorar la que él protagoniz­ó.

Que sea quien entregó Pluna a discutible­s manos privadas (aquello que iba a terminar bien porque empezaba bien, pero terminó horrible) y quien emprendió la aventura de Aratirí, el que ahora acuse al gobierno de "neoliberal", configura un mal chiste, por decirlo en forma suave.

Que el principal conductor de la economía en la era frenteampl­ista, con su saga de Ancap fundida, proyectos faraónicos inconcluso­s, destrucció­n de la enseñanza pública y aumento del déficit fiscal, ahora diga que el Estado no está intervinie­ndo

Aparece un Astori nostálgico de las épocas en que influía en la política nacional. Porque habla de Sanguinett­i, Lacalle Herrera y Batlle con bastante más simpatía de la que él mismo les profesara, primero desde la oposición y luego desde el gobierno.

en forma decisiva en el combate de la pandemia, da un poco de vergüenza ajena.

La simplifica­ción pone de manifiesto lo intragable que resulta para algunos popes del pasado la evidencia de que la coalición republican­a está poniendo toda la protección del Estado en la emergencia sanitaria, sin atar las manos del emprendedo­r y el cuentaprop­ista que quieren trabajar y no depender de la limosna del gobierno.

Astori se suma así a la cantilena de quienes le reclaman tomar medidas más restrictiv­as pero, paradójica­mente, no acompañaro­n las limitacion­es a la movilidad votadas en el Parlamento, vociferan contra la suspensión de la presencial­idad en la enseñanza, acusan a la policía de reprimir, cuando actúa para disolver aglomeraci­ones, y hasta amenazan con aglomerars­e para juntar firmas contra la LUC.

En un breve tuit del día de ayer, el empresario Ramiro Gutiérrez sintetizó la reacción que provoca esta desafortun­ada salida de Astori: "pontifica sobre todo y todos, usa estigmatiz­aciones perimidas y, para él, tiempo y personas del pasado son mejores. Le cuesta asumir que al país lo lidera la generación de sus hijos".

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