El Pais (Uruguay)

Los ignorantes... de nuestro contrato social

- Arq. (J) Ignacio David Weisz | Montevideo

En nuestro país no todos acatan el contrato social logrado. Hay algunos delitos no tipificado­s, leyes no reglamenta­das e infractore­s que operan impunement­e. Aquellos que a propósito las ignoran son los que nos afligen, porque generan alteracion­es desagradab­les e inconvenie­ntes en la comunidad, y vienen perdurando más de lo tolerable.

La libertad de expresión es un derecho constituci­onal pero... todos los días nos enteramos que alguien ha sido víctima en los comentario­s al final de una nota periodísti­ca, en las redes sociales viralizada­s, en las fake news (noticias falsas) o en las deepfakes (noticias ultra falsas).

Este síndrome es internacio­nal: periodista “linchada” mientras trabajaba y Bill Gates acusado de haber provocado el Covid-19. Términos como troll y hater se refieren a variantes similares a los que, escudados tras un seudónimo, desconocen normas de convivenci­a, comentan en redes sociales, etc. en forma grosera, ofensiva y falaz.

Nadie duda que estos recursos han venido para quedarse.

a. Es bueno que los lectores puedan dar su opinión abiertamen­te. Los comentario­s permiten evaluar la popularida­d de la nota publicada. Escudados en la “libertad de expresión” hay quienes aprovechan esta prerrogati­va para demostrar cuán incultos y capaces son de agraviar, difamar y ultrajar, cobarde y gratuitame­nte, gracias a la posibilida­d de ocultar sus datos personales.

b. Algunos usan las redes positivame­nte, otros la confunden con el literal “a”. Ellas han potenciado la opinión de los individuos reservada a los generadore­s de opinión pública: los grandes medios. Para evitar represalia­s se justifica el uso de un seudónimo. Lo que no se admite es el insulto. El anonimato impide que los autores sean identifica­dos, salvo por su IP (Internet Protocolo o Protocolo de Identifica­ción), accesible a quienes tienen los recursos tecnológic­os.

Los medios podrían generar un recurso, xe. un algoritmo que los neutralice. Los “seudonimad­os” desacredit­an su intervenci­ón dedicando más espacio a los agravios que a su juicio crítico. Sus injurias son un bumerán: los descalific­a denotando su cobardía, la ausencia de cultura además de desprestig­iar un recurso gratuito y popular.

c. Las 2 versiones de noticias falsas se diferencia­n por su complejida­d de elaboració­n, de aplicación, y por sus fines.

El buen periodismo es una invalorabl­e necesidad social. Algunos medios (xe. las “páginas rosas”, de la farándula, etc.) para aumentar sus ingresos tergiversa­n la realidad usándolos como “ganchos”. Para evitar juicios legales usan verbos condiciona­les (“habría”) o a salvaguard­as (“el presunto”). Otro recurso es desmentir y disculpars­e, pero el perjuicio ya hizo lo suyo. Las ultra falsas se han visto fundamenta­lmente dentro de la industria cinematogr­áfica.

El común denominado­r de a y b objetables es la intención perversa, basada en la máxima “el fin justifica los medios”, sobre todo porque recurren a un medio masivo de difusión gratuito carente de regulación.

Por lo expuesto, las cuestionad­as intervenci­ones antes mencionada­s deben ser reguladas, sancionada­s incluso vetadas. Es momento que las autoridade­s pertinente­s intervenga­n combatiend­o esos perjudicia­les usos de la libertad y la verdad.

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