Primeros 100 días de Biden
En 100 días de gobierno, tiene 58% de aprobación; debe resolver crisis migratoria
El presidente demócrata de Estados Unidos tiene un 58% de aprobación.
Pensó en grande, actuó rápidamente y sorprendió a sus críticos y a algunos de sus partidarios. En 100 días, Joe Biden, el 46º presidente de Estados Unidos, deja su huella.
Sin artificios, fiel al tono empático y fácilmente familiar que le gusta, el hombre que fue elegido inicialmente con una promesa de calma después de la tormenta Donald Trump avanza a grandes pasos.
Ante las burlas sobre sus vacilaciones y meteduras de pata, el presidente se muestra disciplinado, con una comunicación cuidadosamente calibrada. Se enfrenta a Vladimir Putin y a Xi Jinping con fórmulas que dan en el clavo.
Frente a las dudas sobre su energía, el presidente más viejo de la historia del país bate récords en la vacunación contra el COVID-19 (más de 200 millones de dosis administradas). Y en unas semanas hizo adoptar un plan de apoyo a la economía de 1,9 billones de dólares antes de anunciar otro sobre las infraestructuras por una suma equivalente.
“Se le ha infravalorado” por su gusto por la moderación, estimó para la AFP Julian Zelizer, profesor de historia de la Universidad de Princeton. Pero “ha cambiado su estrategia apostando por una mayor audacia”, y desde el punto de vista político, “ha dado sus frutos”.
Según tres sondeos realizados el domingo, la mayoría de los estadounidenses aprueban la actuación de Biden durante sus primeros 100 días en el cargo, con un rango del 52-58%.
Aunque las valoraciones positivas están divididas según los partidos —cerca del 90% de los demócratas lo aprueban, mientras que sólo lo hacen entre el 9% y el 13% de los republicanos—, el apoyo que recibe Biden es muy superior al que logró su predecesor, Donald Trump, en toda su presidencia.
SIN DRAMAS. Rodeado de un equipo hasta ahora unido, ofrece el espectáculo de una presidencia sin dramas ni escándalos. La previsible división del Partido Demócrata no se produjo. La izquierda ha mostrado algunos signos de impaciencia, pero hasta ahora ha apoyado a Biden.
En el día a día, la Casa Blanca da la imagen de una “máquina bien engrasada”, por emplear la frase utilizada por Trump para describir el caos que reinaba en los pasillos de la prestigiosa Ala Oeste durante su mandato.
También en el frente internacional, Biden se posicionó rápidamente.
Su “cumbre del clima”, virtual pero bien orquestada, marcó espectacularmente el regreso de Estados Unidos (“America
is back”) a este juego diplomático del que su predecesor se había retirado con estrépito.
Tras este gran evento, cumplió una promesa emblemática de la campaña: utilizó la palabra “genocidio” para referirse a la muerte de 1,5 millones de armenios masacrados por el Imperio Otomano en 1915.
Ninguno de sus predecesores se había atrevido, temiendo la fuerte reacción de Turquía: Barack Obama también se había comprometido a hacerlo, pero se echó atrás una vez instalado en el Despacho Oval.
Sin embargo, como veterano en Washington, sabe que lo más difícil está por llegar.
Su estrecha mayoría en el Congreso es una vulnerabilidad: pone a un puñado de senadores demócratas —como Joe Manchin— en la posición de árbitros poderosos.
Su plan de inversión en infraestructuras es hasta ahora sólo un borrador. Los debates van a ser duros y el resultado de la batalla legislativa es incierto.
Respecto a las armas, al igual que en las leyes electorales, su impotencia podría quedar pronto patente. Por último, en el espinoso tema de la inmigración, Joe Biden ha estado a la defensiva desde que asumió el cargo. La Casa Blanca se debate entre la promesa de una política migratoria más “humana” y la crisis en la frontera con México, con la llegada de miles de migrantes.
La escasa mayoría en el Congreso crea dificultades a Biden para aprobar leyes.