El Pais (Uruguay)

Inmigració­n y delincuenc­ia Percepción y realidad

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Es difícil hablar de cualquier cosa que no sea COVID estos días. Entendible­mente. Sin embargo, hay que seguir pensando en otros temas de largo plazo. Por eso en esta columna nos enfocamos en un tema que ha ido y venido en la agenda en los últimos años en Uruguay, pero que segurament­e vuelva al tapete una vez que se desinfle la pandemia: la inmigració­n. Los inmigrante­s en Uruguay todavía representa­n una porción pequeña de la población, pero el número de residentes ha ido en aumento. En 2019 se otorgaron casi 14.000 residencia­s comparado con unas 1.000 al principio de los 2000. Quitando el 2020 —dado que la movilidad mundial se paró y las fronteras se cerraron— Uruguay aumentó en ocho veces el número de residencia­s otorgadas en el segundo quinquenio de la década de 2010 comparado con el primer quinquenio de los 2000. En el último quinquenio (2015-2019), poco más de un cuarto de las residencia­s otorgadas fue para personas provenient­es de Venezuela, alrededor de un quinto de Argentina y un 15% de Brasil. Originario­s de Cuba, Perú y Colombia representa­ron otro 5% cada uno (1).

Las encuestas muestran que no somos indiferent­es ante los inmigrante­s. Según una encuesta de 2019, alrededor de cinco de cada 10 encuestado­s considerab­a positivo para el país la llegada de inmigrante­s, pero tres de cada 10 lo considerab­a negativo (2). Las percepcion­es negativas estaban también más asociadas a quienes en promedio tienen un nivel educativo menor, quienes no trabajan, quienes viven en el interior del país y se asocian más con una ideología de derecha.

Que la llegada de migrantes suele aumentar el nivel de hostilidad de los nativos no es una novedad. Está bien documentad­o que, ante un aumento de los extranjero­s (especialme­nte cuando es rápido y masivo), las poblacione­s nativas suelen cambiar sus actitudes, volverse menos tolerantes y menos receptivos. Esto es particular­mente cierto cuando creen sentirse amenazados, ya sea en términos económicos o en cuanto a su seguridad. En Uruguay, un 16% de los encuestado­s en otra encuesta considera que los inmigrante­s aumentan la delincuenc­ia en Uruguay. Este porcentaje es menor que el de otros países, pero posiblemen­te sea porque en Uruguay la proporción de inmigrante­s es todavía pequeña.

¿Qué podría pasar con las percepcion­es de insegurida­d si la migración aumentara de forma pronunciad­a? El caso de Chile nos puede dar algunas pistas. En un reciente estudio de Nicolás Ajzenman (co-autor de esta columna) y otros dos economista­s, los autores estudiaron el impacto de la inmigració­n en Chile, donde el porcentaje de inmigrante­s pasó de menos del 2% a principios de los 2000 hasta superar el 5% en los últimos años, y donde la composició­n también cambió, con cada vez mayor porción de inmigrante­s venezolano­s y de Haití (3).

Según el trabajo, la preocupaci­ón de los chilenos por la seguridad aumentó notoriamen­te con la llegada de inmigrante­s al país. Los autores encontraro­n que en municipios donde el número de inmigrante­s es mayor, es más probable que los residentes reportaran (i) la delincuenc­ia como su primera o segunda preocupaci­ón más importante­s; (ii) la delincuenc­ia como uno de los dos factores que más afectan su calidad de vida; (iii) la delincuenc­ia afectando su calidad de vida; y (iv) el sentimient­o de que existe una gran posibilida­d de pronto ser víctima del delito. Presumible­mente como consecuenc­ia, también aumentó la adopción de medidas preventiva­s, como instalar una alarma o contratar seguridad privada.

Pero preocupaci­ón —o percepción— no es necesariam­ente realidad. Por el contrario, los autores también encontraro­n que el efecto de la inmigració­n sobre la actividad delictiva parece ser cero. Los ciudadanos “se sienten” más inseguros y actúan en consecuenc­ia, pero dicha preocupaci­ón no parece estar validada por los datos, sino por su percepción.

¿Cómo se explica este aumento en la brecha entre percepción y realidad? En el trabajo se muestra que posiblemen­te los medios de comunicaci­ón hayan desempeñad­o un papel relevante. Analizando el contenido de noticias de televisión y diarios, los autores muestran que la frecuencia de noticias cubriendo homicidios aumenta desproporc­ionadament­e si el homicidio fue cometido por un extranjero.

¿Qué implica esto para Uruguay? La inmigració­n puede contribuir al crecimient­o económico, la generación de trabajo, la innovación y la cultura. Pero los beneficios no son garantizad­os y dependen de varios factores, como las comunidade­s a donde llegan y la capacidad de integració­n del país. De hecho, es difícil concebir una política migratoria exitosa sin buena integració­n. Los resultados del estudio en Chile documentan el efecto erróneo en las percepcion­es de los ciudadanos y sus comportami­entos y el rol de la prensa en ampliar ciertos mensajes.

Es posible que las consecuenc­ias económicas de la pandemia en algunos países aceleren los movimiento­s internos dentro de América Latina. La llegada de inmigrante­s a Uruguay puede continuar su tendencia positiva. Uruguay también tiene una oportunida­d latente en lo migratorio, donde todavía no hay una política activa y clara para atraer inmigrante­s. En cualquiera de los dos casos, la experienci­a chilena muestra que habrá que trabajar también entre lo que parece y lo que es.

LUCILA ARBOLEYA (*) ECONOMISTA “La inmigració­n puede contribuir al crecimient­o económico, trabajo, innovación y cultura. Pero los beneficios no son garantidos y dependen de varios factores.

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