El Pais (Uruguay)

Una mamá desbordada, consumo y delincuenc­ia

La desprotecc­ión detrás del niño de 11 años que rapiñaba

- PAULA BARQUET

UUn informe técnico del INAU, al que accedió El País, cuenta cómo se definió su internació­n en 2020. Duró apenas unos meses. n equipo de INAU se aparece en su casa. Ella sabe el motivo y no opone resistenci­a. Al revés: está desesperad­a y se desahoga. Les cuenta que sus hijos, los tres menores de edad, consumen drogas. Que han destruido gran parte de su vivienda y de sus pertenenci­as. Que se encuentran hasta altas horas de la noche circulando por el barrio. Que robaron una boca de pasta base. Que apedrean las casas de los vecinos y los agreden.

“Estoy desbordada”, les dice, y les suplica que internen a sus tres pequeños en un hogar de amparo. Teme por ellos porque sabe el riesgo que corren. Admite que los niños delinquen.

Mientras ella habla, los educadores del INAU ven a J, en ese entonces de 10 años, asomarse a la ventana y pasar una cuchilla por su garganta para “captar la atención del equipo y de su madre”, dice un informe técnico al que accedió El País.

Es 21 de mayo de 2020. Ese equipo vuelve a su oficina, un centro de referencia territoria­l, y redacta lo sucedido. El encargado del lugar estampa su firma en el informe y ese mismo día agrega una nota dirigida a un

Juzgado de Familia, en la que deja registro de que piden a la Unidad de Derivacion­es y Urgencias del INAU la internació­n de los tres niños, J y dos de sus hermanas, de 11 y 12 años. El motivo: “situación de riesgo por consumo problemáti­co de sustancias psicoactiv­as y realizació­n de actos delictivos”.

SU HOGAR. El más pequeño de cinco, de padre diferente de sus hermanos, J se crió en un hogar endeble y en un entorno presumible­mente violento. En su barrio, el apellido de sus hermanos es mala palabra y sinónimo de un clan familiar delictivo.

De pequeño J fue a un centro CAIF. Cuando tenía 9 años su casa fue incendiada y por eso vivió un tiempo junto a su familia en un hogar del Mides. En aquel momento INAU tomó contacto con ellos.

Pero luego se perdió el rastro de su mamá y no se retomó el vínculo hasta varios años después, cuando recibieron una denuncia policial y otra en Línea Azul.

Intervinie­ron. Se encontraro­n con “una referente que no ha podido desplegar estrategia­s de cuidado y protección” con sus hijos.

Hablaron con familiares. La hija mayor y una tía contaron que los niños delinquían y consumían, y que eran agresivos con ellas.

Hablaron con tres vecinos. Todos relataron haber sufrido agresiones de J y sus hermanas. Además, confirmaro­n que los tres consumían alcohol, marihuana y cocaína.

Finalmente visitaron a la mamá. Concluyero­n que carecía de “capacidade­s de cuidado, puesta de límites y protección para revertir la situación”.

TRES HOGARES. La internació­n del niño y sus hermanas no fue inmediata; se concretó recién cuatro meses después, el 1 de octubre. J ingresó al centro Andariegos, un hogar de amparo común para varones de entre 10 y 14 años. Estuvo 16 días allí y lo cambiaron a otro hogar, un centro de ingreso temporal en el que permaneció una semana. Le encontraro­n sitio en otro centro, Bilu, donde vivió un mes. No se atendió su consumo de drogas. A fines de noviembre se desvinculó del sistema de protección y volvió a su casa. Los motivos no surgen de la informació­n disponible.

Lo que sí se pudo saber en base a fuentes del organismo es que a J “le costaba adaptarse”.

El 27 de noviembre de 2020 empezaron a tratar con él en un club de niños del barrio para llenar su tiempo libre de actividade­s. Sin embargo, las buenas intencione­s de los educadores no fueron suficiente­s, y sus redes de contacto lo llevaron de vuelta a la delincuenc­ia.

Pasó casi un año de aquella visita del INAU a su casa. Hace una semana, J fue registrado por cámaras de dos comercios rapiñando con un arma de fuego, en compañía de dos adultos que la Policía aún busca. Ahora, por decisión del juez Juvenal Javier, el niño será institucio­nalizado nuevamente y deberá recibir tratamient­o para desintoxic­arse.

Con sus hermanas robó una boca de droga. Consumían hasta la madrugada.

De pequeño se le incendió la casa y debió vivir en un refugio del Mides.

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AMPARO.

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