VACUNA YA MUESTRA EFECTOS
Rural, UPM y la intendencia nos trae el almuerzo cada día”, enumera Guanco, y concluye: “Estamos unidos en esto”.
A la espera de que en los próximos días llegue el nuevo embarque de Sinovac, Ayçaguer pronostica que en junio habrá alcanzado la meta que le permitirá a Durazno la inmunidad de rebaño. Mientras tanto, en su oficina se acumulan los regalos que llevan los vecinos.
Hay plantas y flores frescas que perfuman el ambiente; un gnomo vestido de doctor que sostiene una jeringa. En una caja, Guanco guarda cartas y tarjetas de agradecimiento que acompañan las tortas, helados, huevos de Pascua, masitas y dulces que reciben a diario: hasta boletas del 5 de Oro. “Son tantos que armamos paquetes y los mandamos al laboratorio de Montevideo, porque trabajan muchísimo y no reciben esta caricia”, dice.
Tres veces por semana un señor visita el vacunatorio y les obsequia dos kilos de bizcochos y refrescos. “Cada vez que lo vemos nos hace llorar. Le pedimos que no gaste más dinero, porque culminar la vacunación va a llevar meses. Después de la segunda dosis habrá que ver si hay una tercera, y todavía falta vacunar a los que tuvieron COVID”, adelanta. En esa lista de espera están los 32 ancianos dados de alta del hogar que unas semanas atrás conmovió al país, cuando registró un brote con nueve fallecidos. Mayra Idiarte, su directora técnica, cuenta que se despidieron del virus con una fiesta entre residentes y médicos tratantes.
Director de Salud estima que en junio Durazno llegará a la vacunación ideal para lograr inmunidad de rebaño.
LA SOMBRA DEL MIEDO. Entre marzo y noviembre de 2020 a Sarandí del Yí “lo acompañó la suerte”, dice el alcalde Carlos Luberriaga. A 100 kilómetros de distancia, la capital estaba en rojo pero el virus no había afectado a ninguno de sus 8.000 habitantes. En diciembre tuvieron los primeros casos, y un mes atrás llegaron a superar los 100 activos. “Y vino el pánico. Ocurrió debido a sucesos distintos: fiestas clandestinas, comidas, cumpleaños, partidos de fútbol 5”, enumera.
En esta ciudad —punto neurálgico de varias zonas rurales del interior del departamento— se ubicó un vacunatorio, que estimaba en 400 las dosis diarias. “Los primeros días fueron difíciles, se agendaban 30 personas”, cuenta Luberriaga. La vacunadora Guanco explica que habían notado tiempo atrás una baja convocatoria durante la campaña del HPV. Al parecer, la reticencia está relacionada al legado de un médico ya fallecido, un profesional respetado y querido que bogaba por las terapias alternativas.
“Además no cayó bien que las autoridades dijeran que había que vacunarse. Se tomó como una presión”, opina el alcalde de Sarandí del Yí.
Eso, y que en redes sociales se intercambiaba información que decía que el origen de las vacunas era desconocido.
“Entonces vimos que empezó a venir gente de Montevideo, de Canelones, de la Costa de Oro, de Maldonado a vacunarse aquí, porque la agenda estaba vacía”, cuenta Sebastián Olaverri, director del hospital. Y entonces admite: “Un poco porque le molestó a los vecinos y también gracias a la ayuda de los medios que empezaron a difundir los beneficios de la vacuna, se logró incrementar la concurrencia. Hoy damos alrededor de 500 dosis
“Estamos sobre un volcán que no entró en erupción”, alerta Vidalín sobre la movilidad por obras de UPM.
diarias: la mitad que en Durazno y con la cuarta parte del personal”.
Tal y cómo él lo ve, “ya se nota una baja en los contagios entre el personal de la salud y una merma en la derivación al CTI”. Esas son señales que entusiasman.
Así, en Durazno conviven la esperanza y el temor. El ritmo de vacunación es bueno, pero la movilidad es una preocupación para las autoridades. “Estamos
parados sobre un volcán que no entró en erupción; aún”, advierte Vidalín. Los trabajadores de UPM, los que están construyendo las vías del tren, los que arreglan la ruta 14 y reconstruyen el puente sobre el río Yí generan un flujo constante de personas que parten para sus hogares en distintos puntos del país los viernes de noche y regresan el domingo. “Hasta el momento hemos notado un comportamiento responsable de empresas y de trabajadores, pero nos preocupa qué pueda pasar”, dice el intendente.
En Pueblo Centenario, donde se está construyendo la planta de UPM, los casos crecieron: hoy hay siete activos. “Es incontrolable la situación cuando viene tanta gente, o están en los barracones donde conviven los trabajadores o van a tomar el ómnibus. ¿Con qué se controla cuando se van de trabajar de la fábrica para que no ocurran contagios?”, plantea Eduardo Bovio, secretario general de la Junta de este poblado que en los últimos meses creció a 2.000 habitantes. Entre los positivos al COVID-19, la mayor parte contrajo el virus trabajando en la vecina ciudad de Paso de los Toros, en Tacuarembó, que hoy es el departamento con el peor índice de Harvard: el más rojo de entre los rojos.